lunes, mayo 13, 2024
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Luces y sombras: los números de la Iglesia

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Por: Armando Zamora
Armando ZamoraEl viaje del Papa a México, más que entusiasmarnos por lo que vagamente dijo en defensa de los pobres, los indígenas, los migrantes, los desamparados —y que, curiosamente, esas palabras pueden aplicarse a cualquier región del mundo—, tendría que hacernos reflexionar en algunos asuntos que llaman la atención. O al menos tendrían que llamarnos la atención, como seres cibernéticos y posmodernos que forman parte de la aldea común, globalizada más que nunca para bien y para mal.

Resulta punto menos que increíble que a estas alturas del desarrollo tecnológico en medios audiovisuales siga prevaleciendo el formato medieval en el que obligadamente se requiere la presencia en vivo y a todo color de un personaje —cualquier personaje, equis personaje— para que todo mundo le rinda pleitesía. Cierto que en la Edad Media se justificaba porque, además de que los juglares no eran ni tantos —y apenas se perdían tras la primera loma cuando ya la historia había cambiado—, no había internet ni televisión digital, como las que regaló el gobierno de nuestro país. Pero hoy no se justifican esas visitas faraónicas. Y justo eso acaba de pasar con el viaje del Papa Francisco a México.

En la actualidad, los medios están desatados, y las redes sociales están mucho más: nos traen las noticias antes de que ocurran los hechos. A ese grado. Y nosotros no necesitamos movernos ni un centímetro del sillón en el que cumplimos nuestra vespertina cadena perpetua frente al televisor para ser testigos de lo que ocurre en el otro lado del mundo: ante nosotros desfilaron las imágenes del ahorcamiento de Sadam Hussein en Irak, el asesinato de Osama bin Laden en Pakistán, la sodomización y muerte de Muamar Gadafi en Libia, el tsunami en Japón, los atentados en Francia y demás asuntos que nos estremecen por las imágenes, pero más por los editoriales con cierto aire de imbecilidad que suelen leer los encargados de transmitir esas noticias.

Entonces, ¿por qué no aprovechar la tecnología para que con memes y emojis el Papa evangelice desde su cómoda habitación en El Vaticano a los que desean ser evangelizados cristiana y cibernéticamente? Twitter puede ser otra buena herramienta para difundir la palabra de Dios y los discursos epidérmicos que suele leer el Papa donde quiera que vaya. Con eso, el Vicario de Cristo, como le dicen los científicos de la religión, no se expondría a jaloneos que le hagan subir la bilirrubina y expresar argentinamente: “No seas egoísta, pibe!” Y es que Papa, nos guste o no, es una persona como cualquiera, sujeta a las leyes de nuestro universo, y al final envejece, enferma y muere: ahí están de prueba 263 Papas anteriores más una Papisa (o Mama, supongo: Juan VIII) que ya han dejado de respirar.

Yo no tengo nada en contra de los Papas, pero creo que siempre es sano preguntarse ¿a qué vino el Papa a México? La respuesta simplista, a más no poder, es que vino a refrendar la fe de los católicos de nuestro país.

Pensar en eso, es como creer que con un reloj checador se refrenda el compromiso que tiene un trabajador con su lugar de trabajo. Y no, no es así: a la gente que no le interesa el Papa ni teniéndolo enfrente se sentirá conmovido por su etérea divinidad, así como a los irresponsables no les interesa que les pongan mil relojes para checar tarjeta cada vez que den un paso: no dejarán de ser irresponsables ni sentirán un inusitado cariño por su trabajo con ello. Lo único que pasará es que se burlarán de la medida abiertamente, como también se burlarán quienes son testigos lejanos de los desfiguros que hacen políticos y empresarios para tomarse una foto con el Papa.

Las visitas papales a México han sido siete, y yo me acuerdo de todas: cinco de Juan Pablo II, una de Benedicto XVI en 2012 al estado de Guanajuato, y la más reciente de Francisco, del 12 al 17 de febrero.

  1. El 26 de enero de 1979, tres meses después de ser elegido Papa, Juan Pablo II visitó por primera vez la Ciudad de México. El Pontífice fue recibido por el presidente en turno, José López Portillo.

  2. En su segunda visita, el 6 de mayo de 1990, Juan Pablo II fue recibido por el presidente Carlos Salinas de Gortari. El Pontífice recorrió varios estados como Jalisco, Veracruz, Nuevo León, Tabasco y Chiapas, y prometió que Juan Diego sería beatificado.

  3. En 11 de agosto de 1993, Juan Pablo II visitó por tercera vez México. La visita fue al estado de Yucatán y duró apenas 24 horas. Esta fue la primera visita de Juan Pablo II a México como Jefe de Estado y la tercera como Sumo Pontífice.

  4. Del 22 al 26 de enero de 1999, Juan Pablo realizó su cuarta visita. Lo recibió el presidente Ernesto Zedillo en Los Pinos.

  5. La quinta y última visita de Juan Pablo II a México fue en agosto de 2002. En esta visita el Pontífice ofició la misa de canonización de Juan Diego en la Basílica de Guadalupe. Fue recibido por Vicente Fox.

  6. El 23 de marzo de 2012, Benedicto XVI visitó México con motivo de una gira por el Bajío. En Guanajuato, el Papa ofreció una misa en el Cerro del Cubilete. Fue recibido por Felipe Calderón.

  7. Del 12 al 17 de febrero de 2016, Francisco estuvo en la Ciudad de México, Estado de México, Chiapas, Michoacán y Chihuahua. Fue recibido por La Gaviota vestida de blanco, contra todo protocolo vaticano, y Enrique Peña Nieto.

Básicamente, el ritual es el mismo, y los discursos también. Las visitas del Papa a México no han servido de mucho. Más bien, no han detenido la permanente salida de fieles católicos hacia otras iglesias que han aprovechado que la Católica no ha sabido cuidar a sus fieles como debería: con humildad, cercanía y, si no es mucho pedir, cristianismo.

En una columna, el periodista José Cárdenas dijo que “el Papa vino a hablar con ‘su’ Iglesia, con el clero secuestrado por el conservadurismo y los privilegios, y con los políticos que anhelaban ser bendecidos. La visita despertó múltiples expectativas desbordadas por los medios de comunicación, donde sobraron palabras y faltaron silencios. Nada se criticó al Papa por no haberse compadecido del dolor de las víctimas del demonio Marcial Maciel. “Con o sin la visita de Francisco —añadió—, poco cambiará en nuestro México siempre cruel e indiferente, impune, de contrastes lacerantes, colmado de violencia, homicidios y feminicidios, secuestros, extorsiones, desapariciones forzadas, tráfico de personas y abuso infantil…” 

Hay estudios que mencionan que de 1950 a la fecha, el porcentaje de fieles católicos ha disminuido paulatinamente y ni el Papa ni la Iglesia ni las televisoras (no confundir esta moderna santísima trinidad) ha podido frenar este éxodo, que ya amerita una nueva Biblia. La sociedad ha cambiado, y los valores se han ido adecuando a esos cambios. Pero la Iglesia se ha resistido a cambiar, a modernizarse, y en el pecado ha llevado la penitencia, nunca mejor dicho.

México, el país “siempre fiel”, como lo bautizó el papa Juan Pablo II, reconocido como el segundo más católico del mundo, tiene menos creyentes de esta religión que lo estimado oficialmente, han afirmado expertos en el tema, como el antropólogo Elio Masferrer, presidente de la Asociación Latinoamericana para el Estudio de las Religiones, quien atribuye las abultadas cifras de la Iglesia y el gobierno a “manipulaciones políticas”.

“¿Por qué toda la jugarreta de las cifras?, se preguntó Mansferrer al hablar en un seminario de Actualización Ministerial de Iglesias Evangélicas, y respondió que se trata de “cuotas políticas de decisiones electorales, de reconocimiento de poder y además dinero”. Sólo así se puede explicar la cifra de personas que participaron en las actividades del Papa Francisco ofrecida por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM): 10.5 millones, que difícilmente cuadra con los cálculos de la realidad.

De acuerdo con las estimaciones de Mansferrer, de los 80 millones de católicos que habría en México, apenas un millón serían “militantes” que van a misa y comulgan, en contraste con los 20 millones de evangélicos, de los cuales 8 millones son constantes.

“Si bien es cierto que el catolicismo sigue siendo mayoritario, en términos culturales ya no puede reivindicar la centralidad que tuvo durante siglos”, asegura por su parte Roberto Blancarte, investigador de El Colegio de México.

“Tanto en Brasil como en México el ascenso de los grupos evangélicos tradicionales, como los evangélicos pentecostales, ha sido notable. De igual manera el de los agnósticos, ateos o simplemente sin religión”, expone a su vez el experto en religiones Bernardo Barranco, autor del libro “Modernización de la jerarquía católica en México”.

Lo cierto es que más de mil mexicanos han abandonado diariamente la Iglesia católica en la última década, lo que se refleja en la pérdida de unos cuatro millones de católicos entre 2000 y 2010, dijo el sociólogo e historiador Roberto Blancarte.

Blancarte, uno de los más destacados especialistas en temas religiosos del país, explicó que México ha dejado de ser un país predominantemente católico y se ha convertido en una nación con pluralidad religiosa.

El especialista indicó que es difícil conocer las causas del éxodo masivo del catolicismo, pues no  todos se salen por las mismas causas, y algunas de ellas pudieran ser que ya están hartas de la religión en  general, o debido a los escándalos de los religiosos.

Sin embargo, hizo hincapié en que la misma iglesia ha manifestado su preocupación por esta pérdida: Felipe Arizmendi, obispo de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, recordó un documento de la Iglesia que advertía que entre las  causas de esas pérdidas están un “ecumenismo” llevado a la práctica en forma equivocada, la adopción de posiciones fundamentalistas y las deficiencias de los sacerdotes para trasmitir su mensaje.

En otras palabras, dijo Blancarte, “mientras la Iglesia continúe con sus liturgias aburridas, mientras sus representantes no respondan a las necesidades de la gente, y mantengan sus críticas hacia el uso de anticonceptivos o del condón, o que la educación sexual es mala, la gente se va a alejar más y más”, y añadió que la jerarquía católica se da cuenta de todos los problemas que tienen, pero “no hacen nada para cambiarlo: están anquilosados y burocratizados”.

Señaló que la crisis de la Iglesia es evidente y lo interesante es que ni los viajes papales han podido frenar la tendencia a la baja de creyentes.

Así, desde 1979, siete veces ha recibido México a la figura papal, y la pregunta que persiste es: socialmente, ¿ha cambiado la situación de la ciudadanía común y corriente de México? No es difícil responder que no. O tal vez sí: algo ha sucedido que se ha incrementado la enorme deserción de las filas del catolicismo.

En “El declive del Catolicismo en México”, José Carlos Alcántara López, Jorge Arturo Aranda Toro y José de Jesús Ramírez Ruiz señalan que el catolicismo en México ha sufrido un abandono considerable durante los últimos 30 años. Por su parte, Bernardo Barranco menciona que en Brasil y México, los dos países con mayor número de fieles, se pone en evidencia la crisis actual del catolicismo latinoamericano, que en los últimos 25 años ha sido desbordado por nuevas y emergentes ofertas religiosas.

Al final, el Vaticano, el Gobierno y los grandes empresarios saben que una visita papal no busca cambiar estructuras ni despertar conciencias sociales, sino que les conviene que todo permanezca igual. De ahí que no hubo entrevistas con los más agraviados, y los discursos incendiarios del Papa —por llamarles de alguna manera— tuvieron una vaguedad extrema, al grado de que resultaron desechables, de tal forma que se han ido perdiendo en el mar de malas noticias que volvieron a aparecer en primera plana en cuanto Jorge Bergoglio dijo adiós.

Y no está de más hablar del dinero invertido en la visita papal de cinco días: es increíble —al menos, es contradictorio— que en un país como el nuestro —aquí la palabra “nuestro” es sólo un decir, claro—, en el que acaba de haber un recorte al gasto público por el orden del 0.7% del Producto Interno Bruto, que es algo así como 134,000 millones de pesos, se hayan gastado cerca de 500 millones de pesos (cifra extraoficial, ciertamente, porque en estos terrenos impera la opacidad) en la visita papal.

Por el contrario, la derrama económica calculada de la visita papal fue cercana a los 900 millones de pesos que es fácil adivinar entre quienes se repartirán mayoritariamente: televisoras y grandes empresas, que comercializaron la imagen papal hasta el hartazgo.

Y bueno, ya para que el asunto tome tintes kafkianos, le correspondió al subsecretario de Población, Migración y Asuntos Religiosos de la Segob, el tristemente célebre Humberto Roque Villanueva, ofrecer el dictamen final de la visita de Jorge Bergoglio a México: “Todo un éxito”, subrayó el personaje de marras.

En su opinión, el mayor beneficio de la visita papal es de carácter moral, pues el pontífice es un hombre que ha trascendido la esfera estrictamente religiosa y se ha convertido en un referente de parte de la consciencia mundial.

Señaló que todas las reflexiones de un hombre tan importante tienen que penetrar necesariamente en parte de la consciencia nacional, aunque “no digo que la simple expresión papal vaya a cambiar la realidad del país, lo que no veo viable”, aclaró Roque Villanueva.

Añadió que “lo que sí veo viable es que se vaya sumando esa opinión, que tiene un valor cualitativo, a muchas otras sobre los grandes problemas nacionales y que seguramente con el impulso que da el Papa puede ayudar a mejorar y concretar políticas públicas en los temas que toco”.

Resaltó que en la medida en que la formación moral de los habitantes de un país sea más sólida, las políticas públicas que buscan combatir la pobreza, reducir los índices de criminalidad, tratar bien a los migrantes, tendrán mejor resultado.

¿Qué si quién es Roque Villanueva?, preguntarán las nuevas generaciones. Es aquel individuo que el 17 de marzo de 1995, siendo diputado por su partido de toda la vida, el PRI, celebró en la Cámara de Diputados el aumento del 10 al 15% del Impuesto al Valor Agregado (IVA) con el gesto más obsceno e inmoral que se recuerde en la vida legislativa mexicana: la Roqueseñal, que nada tiene de católica, por cierto.

En fin: así está el mundo…

 

Armando Zamora. Periodista, músico, editor y poeta.
Tiene más de 16 libros publicados, 12 de ellos de poesía. Ha obtenido más de 35 premios literarios a nivel local, estatal y nacional. Ha ganado el Premio Estatal de Periodismo en dos ocasiones.  Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS). Una calle de Hermosillo lleva su nombre.


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