La Perinola: Los días que vienen

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Por Álex Ramírez-Arballo
Termina este año 2017. El tiempo sigue su marcha y los que vamos cumpliendo años nos vamos dando cuenta de que el mundo parece acelerarse: ¿no era que apenas ayer estábamos celebrando la llegada de este año que ahora muere?

La vida se va tan de prisa que cuando nos damos cuenta de ello ya tenemos detrás de nosotros muchos calendarios recorridos. Cuando somos niños somos inmortales, pero cuando nos percatamos de nuestra mortalidad, el niño o el joven que fuimos alguna vez ya ha muerto para siempre. Nuestro viaje no tiene retorno. Esta historia se repite generación tras generación.




Pero no he venido aquí a lamentarme. Creo en el poder de la persona cualquiera que sea su estado o condición; he sido testigo de la capacidad humana bajo las más terribles condiciones de vida. Todos estamos llamados a aportar desde nuestra realidad y según nuestras circunstancias muy particulares. Para mí ha sido una suerte de despertar el darme cuenta de que también yo puedo contribuir y dejar una huella en la historia cotidiana de mis días.

No sé cuál sea tu condición actual, dónde vivas, si eres hombre o mujer, si alguna vez has pensado como yo en estas cosas. Todo eso es poco relevante. Lo que verdaderamente importa es que estés vivo y tengas en tu espíritu el fuego inagotable de la voluntad. Nunca es tarde para dejar la cáscara inútil del pasado y abordar con curiosidad y alegría los días que vienen; no existe acto humano, por pequeño que sea, que no aporte su luz cuando ha sido hecho desde el corazón.




Vivimos en un mundo cínico que considera la distorsión y la corrupción como el destino natural de nuestra especie. No son pocos los que creen que no hay postura más inteligente que despreciar la vida porque todos somos, así lo cree este tipo de personas, una banda de salvajes sin más futuro que la destrucción. No están vivos sino esperando la muerte; les parece incluso divertido contemplar un mundo que arde.

Contra el abandono de toda esperanza propongo y ejerzo sin culpa el viejo arte de construir sueños. Contra la indiferencia de los cobardes apelo al valor más luminoso de todos, que es el de buscar levantar utopías ahí donde más se necesitan, es decir, sobre las ruinas.

Un año que comienza, como el día que amanece, es siempre una buena noticia. No importa lo que hayamos sufrido, el futuro que llega necesitará necesariamente de nuestras fuerzas: la vida no se hace sola, hay que hacerla.

Feliz año nuevo 2018. Los abrazo desde lejos y espero que si Dios así lo dispone, me acompañen a conversar aquí mismo durante las próximas semanas.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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