viernes, diciembre 6, 2024
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Tuercas y tornillos: La Diferencia entre Derechos y Privilegios

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Dr. Mario Alberto Velázquez García | Academia Mexicana de Ciencias

En una democracia como la mexicana la distinción entre derechos y privilegios es fundamental para entender cómo se estructuran la sociedad y cómo se garantiza la justicia y la equidad. En los últimos años los políticos mexicanos tienden a utilizar los términos “derecho” y “privilegio” para designar el mimos conjunto de cosas, es decir como si fueran sinónimos, pero en realidad, representan conceptos muy diferentes que tienen implicaciones profundas en la vida de los ciudadanos.

Los derechos son facultades o potestades inherentes a la condición humana, reconocidos y protegidos por las leyes y normas sociales. En una democracia, los derechos se basan en la idea de que todos los individuos son iguales ante la ley y tienen ciertas libertades fundamentales que deben ser respetadas y garantizadas por el Estado. Estos derechos incluyen, pero no se limitan a, la libertad de expresión, el derecho al voto, el derecho a un juicio justo, y la igualdad ante la ley.

El origen de los derechos, tal como los entendemos hoy, se remonta a la Ilustración, un período en el cual filósofos como John Locke y Jean-Jacques Rousseau desarrollaron la idea de los derechos naturales. Según Locke, todos los seres humanos nacen con derechos inalienables, como el derecho a la vida, la libertad y la propiedad, y el propósito principal de cualquier gobierno es proteger estos derechos. En una democracia, el poder reside en el pueblo, y los derechos sirven como un límite a ese poder, garantizando que ninguna autoridad pueda infringir las libertades fundamentales de los individuos.

Por otro lado, los privilegios son beneficios o ventajas otorgados a un grupo particular de personas, no porque sean inherentes a su condición humana, sino porque les han sido concedidos por una autoridad o debido a circunstancias específicas. A diferencia de los derechos, los privilegios no son universales ni inalienables; pueden ser retirados o modificados según la voluntad de quien los concede.

Históricamente, los privilegios han estado asociados con las estructuras de poder y clase. En sistemas feudales, por ejemplo, la nobleza disfrutaba de privilegios exclusivos que les otorgaban ventajas sobre los plebeyos. En la actualidad, aunque las democracias buscan minimizar las desigualdades, persisten ciertos privilegios, como el acceso a la educación de élite o a conexiones políticas, que no están al alcance de todos y que pueden perpetuar las desigualdades sociales.

En las democracias modernas, uno de los grandes desafíos es asegurar que los derechos se mantengan accesibles para todos los ciudadanos y que los privilegios no socaven la igualdad de oportunidades. La igualdad ante la ley es un principio fundamental, pero en la práctica, la existencia de privilegios puede crear disparidades que afectan la cohesión social y la percepción de justicia.

Un ejemplo es el acceso a la justicia. En teoría, todos tienen el derecho a un juicio justo, pero en la práctica, aquellos con mayores recursos pueden contratar mejores abogados y, por ende, aumentar sus posibilidades de éxito en un litigio. Aquí, el derecho a un juicio justo se ve opacado por el privilegio del acceso a mejores recursos legales. Otro ejemplo son los derechos de los trabajadores. Aunque todas las personas tienen derecho a un trabajo, la calidad (salario, condiciones, estatus, etcétera) de los trabajos puede variar enormemente dependiendo de factores como el nivel de educación, las redes sociales e incluso el color de la piel. Así, mientras que el derecho al trabajo (digno) es universal, la oportunidad de contar con trabajo de calidad no lo es.

Es crucial entender que los privilegios no deben confundirse con derechos, ni deben ser vistos como un sustituto de estos. En una democracia saludable, los derechos son fundamentales y universales, mientras que los privilegios son adicionales y contextuales. Un peligro radica en considerar que ciertos derechos, como contar con una plaza, vacaciones o cierto nivel salarial son “privilegios” esto puede erosionar los principios democráticos de igualdad y justicia. Buscar la igualdad quitando derechos a trabajadores sindicalizados gubernamentales dado que otros sectores no lo tienen, es una forma falsa de generar equidad.

La diferencia entre derechos y privilegios en las democracias es esencial para el funcionamiento de una sociedad justa y equitativa. Mientras que los derechos son inherentes y universales, los privilegios son beneficios adicionales que no son accesibles para todos. Las democracias deben esforzarse por garantizar que los derechos de todos los ciudadanos sean respetados y que los privilegios no se conviertan en mecanismos de exclusión o desigualdad. Solo así se podrá avanzar hacia una sociedad donde la justicia y la igualdad sean verdaderamente accesibles para todos.

Separador - La Chicharra

MARIO ALBERTO VELÁZQUEZ GARCÍA
Profesor- Investigador de El Colegio de Sonora
Miembro del Sistema Nacional de Investigadores (SNI) nivel 1. Miembro de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC). Doctorado en Ciencias Sociales con Especialidad en Sociología, El Colegio de México. Maestría en Ciencias Sociales con Especialidad en Desarrollo Municipal en El Colegio Mexiquense. Licenciatura en Sociología, Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Director de la Revista: “Revista Científica de Estudios Urbano Regionales Hatsö-Hnini”, www.revistahatsohnini.com.mx.

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