miércoles, abril 24, 2024
ColaboraciónLa perinola

La perinola: Los hijos de la furia

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He aceptado que la naturaleza humana es esta. Sé que no somos máquinas y que dentro de nosotros (eso de dentro es un decir) existen fuerzas desconocidas y poderosas que se excitan a la menor provocación y nos hacen confrontarnos unos a otros, ansiar el dominio, fantasear delirios egomaniacos y, en pocas palabras, renunciar a lo más preciado que tenemos los hombres y que es, según me lo ha enseñado Aristóteles, la prudencia.

Me detengo, pienso en todo esto y me doy cuenta de que no soy el único que enfrenta este problema, hay millones de personas en todo el mundo que se han entregado a los caprichos del sobresalto; se metemos un poco las narices en las redes sociales nos daremos cuenta de ello. Somos una era de exaltados siempre dispuestos a saltar sobre el cuello del contrario. El autocontrol parece ser cosa del pasado y ahora solo nos queda esperar a ver quién grita más fuerte. Esta era nuestra es un puro delirio que no puede sostenerse en el tiempo; es imposible que una sociedad perdure cuando en su seno se ha instalado esta loca idea de que es posible eliminar -tal como sucede en el mundo online- a quienes no piensan como uno. Eso es una tontería salvaje de la que debemos ser plenamente conscientes; estamos fatalmente condenados a compartir el mundo con personas que piensan muy diferente y que, en ocasiones, sostienen posturas radicalmente contrarias a las nuestras. Es así.

Por todo esto más valdría que nos concentráramos en la cordura, en la contención y la virtud máxima, que es la de abrirnos al otro, pero no desde la condescendencia sino desde el reconocimiento pleno de nuestras propias limitaciones. La radicalización es hija de nuestro cerebro reptil y es consecuencia de fuerzas concretas que invierten millones para secuestras nuestro sistema nervioso con base en estímulos masivos suministrados a través de dispositivos electrónicos, esencialmente nuestro teléfono. La radicalización es semilla de destrucción y fracaso civilizatorio. Seamos críticos, sí, pero siempre desde la argumentación, el conocimiento sistemático de la realidad y el respeto mínimo a las formas. Sin todo esto, amigos míos, estaremos perdidos para siempre. Separador - La Chicharra

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com

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