Un mundo entero se quema a sí mismo

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Por Mario Aníbal Bravo Peregrina
Hace unos días comentaba con los tovariches (Ricardo Félix y Mario Velázquez) el texto “El mundo está ardiendo; tú que haces para evitarlo”, a propósito del Informe del Grupo de Trabajo 1 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) del mes de agosto de este año. Estamos de acuerdo en que es un código rojo para la humanidad. La evidencia es incuestionable, las emisiones de gases de efecto invernadero por la quema de combustibles fósiles y la deforestación están “estrangulando” al planeta. El calentamiento global está afectando a todas las regiones de la Tierra y muchos de los cambios se vuelven irreversibles.

El calentamiento se ha acelerado en las últimas décadas, estamos en riesgo de tocar el umbral de 1.5 grados acordado internacionalmente para 2030, pues ya nos encontramos en los 1.2 y subiendo. Los desastres climáticos y meteorológicos extremos están aumentando en frecuencia e intensidad. Por eso, es tan importante la conferencia climática de las Naciones Unidas que se lleva a cabo en Glasgow, Escocia.

Según los expertos, el aumento de las temperaturas se debe, principalmente, a que estamos bombardeando 51 mil millones de toneladas de gases de efecto invernadero al año, causadas, primordialmente, por dióxido de carbono, metano y óxido de carbono provocado por las actividades humanas, como la generación eléctrica, el transporte, la agricultura, la ganadería y la obtención de materiales de construcción. Los seres humanos nos hemos vuelto dependientes de estas actividades, las cuales conllevan a la quema de combustibles fósiles para su realización. Por ejemplo, dos terceras partes de la producción de electricidad se hace mediante energías fósiles; la energía solar y eólica representan apenas el 7% de la energía global. Llevarla a cero emisiones será un gran reto.

Las fuentes renovables como la energía eólica y la solar, pueden ayudarnos a descarbonizar la electricidad, pero la generación eléctrica es menos del 30% de las emisiones totales. También vamos a tener que descarbonizar el otro 70% de la economía mundial: el acero, el cemento, los sistemas de transporte, la producción de fertilizantes y mucho, mucho más.

La producción de acero, concreto y plástico generan el 31% de las emisiones de efecto invernadero. La producción de una tonelada de cemento equivale a la emisión de una tonelada de emisiones de gases de efecto invernadero. Por otra parte, la deforestación -con el objeto de hacer carbón o aceite de palma- causa el 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel global.

Mucho se ha dicho sobre el consumo de carne y sus consecuencias adversas para el medio ambiente, pero en realidad nuestras prácticas alimentarias en general representan más emisiones que las que genera el transporte global. Según el (IPCC), la ganadería representa cerca del 40 % de las emisiones generadas por la agricultura, pero la agricultura representa el 19% de las emisiones a nivel global. La descomposición de los alimentos desechados, por su parte, produce una cantidad de metano equivalente a 3 mil 300 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, la agricultura industrial produce -vía fertilizantes- mil 300 millones de toneladas de nitrógeno al año a nivel global, un gas de efecto invernadero incluso más nocivo que el carbono.

Pero ¿por qué se sigue produciendo energía con base en la quema de combustibles fósiles? La realidad es que el petróleo crudo es tres veces más barato que la Coca Cola; un galón de petróleo cuesta apenas un dólar estadounidense. La mayoría de los usuarios no pagamos nada por el daño al medio ambiente causado por la contaminación de la gasolina en su automóvil o el carbón o el gas que genera la electricidad en su hogar; es decir, no incorporamos las externalidades ambientales a los impactos ocasionados al medio ambiente y que no son reconocidos en el mercado, por lo tanto, no generan ningún costo.

Pero si no estamos dispuestos a pagar ningún sobrecoste por el carbono emitido durante la fabricación de los productos que consumimos, a pesar de que la sociedad paga un alto costo ambiental, será muy difícil hablar de prevención. Por lo tanto, necesitamos invertir mucho más en las acciones de mitigación pues la viabilidad de nuestras sociedades depende de que los líderes del gobierno, las empresas y la sociedad civil nos unamos en torno a las políticas, acciones y sobre todo inversiones que limiten el aumento de la temperatura a 1.5 centígrados.

Los objetivos son claros, pero las soluciones no lo son tanto. Tenemos que llegar a cero emisiones para 2050, para lo cual será necesario algunos cambios que pueden resultar difíciles. Debemos transitar a economías inclusivas y ecológicas, prosperidad, aire más limpio y mejor salud para todos. Pero hasta el momento transitamos en esta esquizofrenia capitalista que representa el círculo vicioso de ignorar el costo ambiental en nuestro estilo de vida para no invertir tiempo, dinero y esfuerzo en mitigar los efectos adversos de dicho daño. Como diría un clásico de La Polla Records: “Un mundo entero se quema a sí mismo, al hacer pomadas pa’ sus quemaduras”.

Pero, como dije anteriormente, si no estamos dispuestos a pagar por dicho costo, nuestros líderes se tienen que poner de acuerdo para invertir en la mitigación del daño ambiental, por eso estan importante lo que se resuelva en la COP26 de Glasgow, Escocia. Aunque a nivel local también debemos responder a esta crisis con innovación y cooperación y, sobre todo, con inversión.

En Sonora, no se invierte en la protección del medio ambiente. En 2020, apenas se destinó el 0.18 % del presupuesto de egresos del Estado de Sonora a temas ambientales, recursos que se comparten entre cuatro dependencias; la Comisión de Ecología y Desarrollo Sustentable del Estado de Sonora (CEDES), la Dirección General Forestal, la Dirección de Fauna de Interés Cinegético y la Procuraduría Ambiental. Seguimos siendo la deshonrosa excepción de tres estados (Colima, Tlaxcala y Sonora) que no cuentan con Secretaría de Ecología y del Medio Ambiente a nivel nacional, en el resto de las 29 entidades de la república se cuenta con dicha secretaría.

En nuestro estado, el grueso de la política ambiental está a cargo de la CEDES, un organismo público descentralizado. Esta comisión cuenta con un pequeño patrimonio compuesto básicamente de las aportaciones que para su operación le designen los gobiernos Federal, Estatal o Municipal y de los derechos que puedan recaudar a su favor, los cuales no son muchos dada la escasa capacidad institucional de la misma. No cuenta con presupuesto, por lo tanto, tampoco con equipo especializado y personal suficiente para hacerse de recursos propios.

Esperemos que, con la alternancia, la entrada de un nuevo gobierno y una nueva integración del Congreso del Estado, se genere una visión más ambientalista en la administración pública, se vea beneficiada la inversión pública en materia ambiental con un aumento en el porcentaje del presupuesto, para poder hacer frente a los retos mundiales en esta materia. Si bien es cierto, Sonora requiere un modelo de desarrollo que garantice el aprovechamiento de los recursos naturales que actualmente se extraen para el desarrollo económico y social de la región, también es cierto que se requiere garantizar la persistencia a corto y largo plazo de los componentes bióticos y servicios ambientales asociados a estos recursos.

Fuentes:
Informe del Grupo de Trabajo 1 del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) 2021.
“Cómo evitar un desastre climático: Las soluciones que ya tenemos y los avances que aún necesitamos”; Bill Gates.
Presupuesto de egresos del Estado de Sonora 2020.

Separador - La Chicharra

Mario Aníbal Bravo es licenciado en Derecho por la Universidad de Sonora, con especialidad en Historia y Derecho por el Consejo de la Judicatura Federal; es maestro en Ciencias Sociales por El Colegio de Sonora en la línea de investigación de Ciencia Política y Políticas Públicas. Ha colaborado en medios como Radio Bemba, Proyecto Puente y Zoom 95; ha sido asesor parlamentario y docente universitario.

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