martes, mayo 14, 2024
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Imágenes urbanas: La cruda

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Temblaba, el frío lo había despertado, miró a su alrededor, esporádicamente las luces de los carros pasaban a su izquierda y a su derecha, luego la oscuridad. Sintió algo duro y helado bajo el cuello y bajo las piernas, palpó: ¡Eran vías de ferrocarril! Rápido se puso de pie brincando una y otra vez para asegurarse que todavía tenía la cabeza y las piernas, todo le empezó a dar vueltas pero se alcanzó a agarrar de un árbol.

Trató de tranquilizarse: “Calma, calma, primero hay que ubicarse ¿Dónde estoy? ¿Ese edificio, qué es? ¡Ah, el molino harinero! ¡Sí! ¡Estoy en el bulevard Transversal! ¿Qué horas son? ¡Mi reloj! ¡El celular! ¡Mi cinto! ¡Mis zapatos! ¡La chamarra! ¡El carro! ¡La quincena! ¡Dónde están!”.




Se acercó lentamente preguntándole la hora al velador del molino harinero: “Son las tres de la mañana”.

Regresó al camellón, se hizo bolita cerca de un árbol cuidándose de que no lo fuera a ver una patrulla, maldijo una y otra vez el momento en que aceptó asistir a la carnita asada que habían organizado los compañeros del trabajo: “Es que ya no quiero tomar, me va muy mal cuando tomo”, “¡no seas mandilón, dos o tres cheves nada más, es quincena, la vida hay que disfrutarla, a poco puro trabajo!”. No se resistió y volvió a caer, ahora estaba solo, abandonado como un trapo viejo, temblando de frío, ni cuenta se dio cuando lo asaltaron si es que lo habían asaltado ya que ni de eso estaba seguro. ¿Y el carro? ¿Dónde estaba? ¿También se lo habían robado? Qué terrible tener la mente en blanco.




La noche transcurría y él con sus remordimientos, tenía miedo, terror por enfrentar el amanecer, la boca amarga.

De pronto empezó a sonreír, sí, allí cerca vivía su padrino de bodas Nelson (a) “El Borrachales” que en otras ocasiones lo había sacado de problemas, irían a la juguería por la calle Serdán y se tomaría un “Vampiro” que lo dejaría como quinceañero, en el carro de su nino buscarían el suyo, chance y lo había dejado estacionado por alguna avenida. ¿Y si había atropellado a alguien? No, no, fuera malos pensamientos, encontrarían su carro, su padrino le prestaría dinero para amortiguar lo de la quincena y por qué no, hasta se tomaría unas cervezas en el Gandarita para amortiguar la cruda.    




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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