viernes, abril 19, 2024
ColaboraciónColumnaCulturaDescubre SonoraEl color de las amapasHermosillohistoria

El color de las amapas: Felipe Bachomo, El último rebelde mayo

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

La mayoría de los mexicanos saben que en noviembre de 1915, el general Francisco Villa; en su huída hacia Chihuahua, después de ser derrotado en Agua Prieta y Hermosillo, atacó San Pedro de la Cueva y asesinó arteramente a 69 pobladores del lugar, pero muy pocos  saben que fuerzas villistas al mando de los generales  Felipe Bachomo y Juan M. Banderas, en diciembre de ese mismo año, atacaron la población de San Bernardo, en el municipio de Álamos, al sur de Sonora, donde dieron muerte de la misma forma a 23 vecinos.

 

“El indio sabe esperar y aguardará la hora de la justicia todo el tiempo que sea necesario. Confía en lo profundo de su subconsciente colectivo, en que algo ocurrirá algún día; algo así como un milagro, la aparición de un caudillo de su raza que lo restablecerá en sus derechos y en la posesión del patrimonio de sus mayores. La vida de los indios está hecha de paciencia, silencio y eternidad. Su noción del tiempo no es la nuestra: nosotros lo medimos en minutos  y ellos lo computan en siglos”
Mario Gill (1983)

 

Por Ignacio Lagarda Lagarda
Desde la llegada de los españoles en el siglo XVI al norte de Sinaloa, los indios locales fueron objeto de vejaciones y saqueo de sus tierras. La revolución de Independencia de 1810, en nada ayudó a mejorar su situación. Tampoco las leyes de Reforma, irónicamente promulgadas por un indio oaxaqueño, les ayudaron en algo, ya que las leyes de los liberales juaristas, fueron la base jurídica para el despojo de sus tierras.

Felipe Bachomo, hijo de Domingo Aki y de Concepción Bachomo, había nacido en noviembre de 1884 en la ranchería de Buyakusi, en la banda derecha del río Fuerte, frente a la población de Charay, en el municipio de El Fuerte, Sinaloa.

Desde muy chico; sin saber leer ni escribir, se empleo como botero de burro entregando agua en las haciendas, luego como mozo y  oficial de corral en la hacienda del rico hacendado Don José María Cásarez Castro.

En 1899, a los 15 años de edad, Felipe Bachomo era un adolescente delgado, mechudo, lampiño, moreno, muy alto, de manos grandes, fuerte y callado, demasiado serio para su edad. Vestía camisa sin cuello abotonada, pantalón anudado en el tobillo, con la pretina cruzada y amarrado con las tiras fijas en la bragueta que anudaba en torno a la cintura. Todo su ajuar era de manta y calzaba huaraches.

Todo el odio acumulado durante siglos por los indios mayos del norte de Sinaloa, hizo explosión  en 1910,  al dar inicio el movimiento armado convocado por Madero, al traerles nuevas esperanzas de reivindicación.

Como muchos otros, los indios mayos se fueron a la bola, sin entender siquiera cual era su objetivo. La revolución les ofrecía, al menos, la posibilidad de liberarse de la esclavitud de la hacienda y de vengarse de sus verdugos.

El iniciador del movimiento fue José María Robles Luque, un mestizo casado con una india pura comandante del cuartel del cuartel militar indígena de Camayeca, quien el 1 de mayo de 1911 congregó a los indios en su cuartel y les habló de la posibilidad de recuperar las tierras de sus ejidos que les habían sido arrebatadas. En Camayeca se reunieron indios de San Miguel Zapotitlán, Mochicahui, Jawuara, El Guayabo y Nacapules liderados por Felipe Bachomo, Pedro y Manuel Baimori,  Julián y Rosario Bacame.  

Felipe Bachomo,  en compañía de otros indios mayos, armados con arcos y flechas y alguna pistola o carabina vieja, salió de Jawuara para unirse a las fuerzas del coronel Rodolfo Ibarra Vega, surgiendo así la Guerrilla de San Blas, con quien participaron en las acciones militares en Sinaloa tomando la población de El Fuerte hasta el triunfo de la revolución maderista con la toma de Culiacán, dándose así por terminada la campaña militar.

Una vez terminada la campaña militar, los soldados fueron “licenciados” para darles libertad de regresar a sus pueblos trabajar sus tierras. Pero los indios mayos sabían que ellos no tenían tierras que trabajar, por lo que regresaron a Mochicahui, ahora con el propósito de iniciar su propia lucha bajo el liderazgo de Felipe Bachomo, con su propia bandera y objetivos: recuperar las tierras despojadas.

Felipe Bachomo, gracias a su padrino Pedro Baimori fue nombrado el mis´si (el gran gato, es decir jefe) de toda la comunidad indígena mayo convirtiéndose así en una fuerza independiente en la cuenca del río Fuerte, estableciendo su cuartel general en Jawuara al mando de cerca de 6,000 hombres armados con los pertrechos militares que había acumulado durante la campaña maderista, además de arcos y flechas que ellos mismos habían elaborado.




Felipe Bachomo no entendía mucho de política y no apoyaba ni a Venustiano Carranza ni a Victoriano Huerta, el tenía su propia lucha y era la de pelear contra los caciques locales.

Ante la rebelión de los indígenas, los caciques de la región reaccionaron con dureza ante los indios, realizando una masacre en Ahome haciendo prisioneros a los pocos que quedaron vivos. Felipe Bachomo reaccionó con ferocidad y el 18 de abril  de 1914, tomó a sangre y fuego la población liberando a los detenidos y ordenando el saqueo de las tiendas y casas de los yoris. (Yori: en lengua mayo significa “hombre blanco”)

El Gral. Felipe Riveros, jefe de las fuerzas carrancistas en Sinaloa, en reconocimiento a su valor le extendió el nombramiento de General, pero Bachomo mantuvo su independencia, su causa no era la de Carranza y su revolución se limitaba a perseguir y castigar a los caciques verdugos de su raza.

Lo de él no era una guerra de castas, como lo prueba el hecho de que su segundo de a bordo; Jesús Ruiz era un yori (blanco), además de que entre sus fuerzas militaban muchos mestizos como José María Robles Jr. De hecho uno de sus lugartenientes Armando Borboa, era un blanco de instintos criminales y crueles, que fue el verdadero autor de los saqueos, incendios y violaciones, que después se le cargaron a Bachomo en el proceso que se le siguió para fusilarlo.

Por un tiempo, el cuartel general de Jawuara, se convirtió en una especie de Supremo Tribunal de Justicia Indígena, ajeno a los acontecimientos políticos. De hecho a Bachomo le eran indiferentes las pugnas entre Carranza y Villa. Carecía por completo de preparación, era analfabeto y para rubricar sus comunicados inventó una clave que era el dibujo de una cachora (lagartija), que era indispensable como salvoconducto para transitar por sus dominios.




Un aspecto importante en la sublevación de Bachomo es el entendimiento que tuvo con el gran cacique de la región, el norteamericano Benjamín J. Johnston, dueño del gran ingenio azucarero de Los Mochis y una enorme cantidad de tierra. El norteamericano, utilizando como intermediario a su empleado de campo Harold F. Jones, negoció con Bachomo que éste repetiría la vida las tierras y productos agrícolas de los estadounidenses y que se identificaran con una bandera colocada en sus propiedades. A cambio, Johnston le proporcionaría información, dinero, armas, bastimentos y protección al indio. De hecho, las propiedades de Johnston eran intocables para las fuerzas de Bachomo.

Después de la convención de Aguascalientes, donde se produjo el rompimiento revolucionario, el movimiento de Bachomo cobró particular importancia. Los villistas trataron de sumarlo a su causa, pero Bachomo se resistió, hasta que el general villista Orestes Pereira logró convencerlo, lo que reflejó la ignorancia política y de las tácticas y estrategias militares de Bachomo, ya que para entonces él era ya el amo y señor de la cuenca del río Fuerte y no reparó en que era absurdo sumarse a la causa villista, estando rodeado su territorio de fuerzas carrancistas muy superiores a la suyas, con el Capitán. Jesús O. Martínez acantonado al frente del  2º. Batallón de Sinaloa en Topolobampo y el General Mateo Muñoz en San Blas, mientras que él se hallaba muy lejos del cuartel general villista y por lo tanto, de alguna fuerza de apoyo.

Seguramente fueron las ideas agraristas que Villa en cierta medida enarbolaba, las que sedujeron a Bachomo ya que a pesar de que Carranza había expedido la Ley Agraria del 6 de enero de 1915, esta no ofrecía mayores posibilidades de atender las demandas de los campesinos indígenas.

Al unirse al bando villista, Bachomo se vio obligado a unirse al General Juan M. Banderas, un general villista que había sido Gobernador del Estado por un tiempo, nombrado por Madero el 7 de agosto de 1911, y que tenía otro tipo de tácticas militares, basadas principalmente en la provocación.

Juan M. Banderas, apoyado por Bachomo, atacó el ingenio azucarero United Sugar propiedad de Johnston, localizado en Los Mochis, rompiéndose así el tabú que Bachomo tenía sobre las propiedades del norteamericano.




Pancho Villa en Sonora

En octubre de 1915, antes de salir de Chihuahua rumbo a Sonora, Pancho Villa nombró al General Juan M. Banderas, Gobernador y Comandante Militar del Estado de Sinaloa, poniendo a sus órdenes una corta división de 2000 soldados, llevando como segundos a los generales Orestes Pereyra y José María Fernández, pelear contra las fuerzas constitucionalistas, mientras él se dirigía a Sonora.

El general Banderas movilizó sus tropas por ferrocarril de la ciudad de Chihuahua a Estación Creel y de allí siguieron por el camino de herradura rumbo a Cuiteco y Lluvia de Oro en Chihuahua,  hasta bajar a Choix  y El Fuerte en Sinaloa, donde se les unió el general Felipe Bachomo.

Al mismo tiempo, el general Enrique Estrada al mando de la Primera Brigada de Caballería del ejército constitucionalista de occidente, se desplazó desde Guadalajara rumbo al pacífico llegando por tierra a Mazatlán y luego, por ferrocarril a San Blas a donde arribó al mismo tiempo que lo hacían los villistas a Sinaloa.

Reforzado por los generales Mateo Muñoz y Jesús Madrigal, el general Estrada entró en combate contra los villistas el día 1 de noviembre de 1915, siendo apoyado, a partir del día 4, por el General Aurelio Sepúlveda al mando de la Segunda Brigada de la División de Caballería del Noroeste. Las hostilidades se iniciaron en El Fuerte y duraron  hasta las seis de la tarde del día 7,  cuando los villistas huyeron a Jawuara, hasta donde fueron perseguidos y derrotados.

El 15 de noviembre  de ese mismo año, los villistas atacaron de nuevo Los Mochis con más ferocidad. Al grito de ¡¡viva Villa!! ¡¡mueran los gringos!!, los indios villistas entraron a la población de 3,500 habitantes – 250 de ellos norteamericanos- destruyendo y matando a cuanto encontraban a su paso.

El General Mateo Muñoz apoyado por el Teniente Coronel José Gonzalo Escobar, al mando del 5º Regimiento, lanzaron entonces una campaña formal contra los indios villistas, desde su cuartel general de San Blas, entrando en combate con ellos  entre el 23 y el 25 de noviembre derrotándolos en sus propios terrenos y obligándolos a huir en desbandada hacia Sonora.

El lugarteniente de Bachomo, José María Robles Jr. fue derrotado por el general Mateo Muñoz entre el cerro de Camayeca y Choacahui.

Bachomo y Banderas,  al frente de un ejército de más de mil doscientos hombres, entre los que se incluían mujeres,  niños y dos norteamericanas que se les habían unido cuando el ataque a Los Mochis, derrotados,  huyeron rumbo a Álamos, Sonora.

Seguramente su intención era encontrarse con Pancho Villa, que por ésos mismos días, totalmente derrotado y herido en su orgullo, salía de Hermosillo rumbo de Chihuahua, y por el camino llevaría a cabo su famosa matanza de los habitantes de San Pedro de la Cueva en el centro del estado.

El general Enrique Estrada dejó al frente de las operaciones militares en el valle de El Fuerte al general Mateo Muñoz y se dirigió a Navojoa donde le ordenó al general Aurelio Sepúlveda  perseguir a Pereyra, Banderas y Bachomo, que se habían internado en la sierra de Sonora desde el río Fuerte, por el camino de Baboyahui, con la intención de internarse a Chihuahua, subiendo  por la población de Chínipas, Chihuahua.

El mayor Apolonio Lagarda García, comandante militar de Chínipas del ejército constitucionalista, recibió la orden de no dejar pasar a los villistas hacia aquel estado y bajó de la sierra a enfrentarlos, dando con ellos en el rancho San Pedro, en el municipio de Álamos, cuando el teniente Ramón Lagarda Corella, subalterno de Lagarda García, en un rondín de reconocimiento, se encontró por sorpresa con una columna de catorce villistas que hacían un reconocimiento del terreno, para ver por donde subir a la sierra y los apresó. Los prisioneros fueron remitidos a Chínipas, Chihuahua y Lagarda García se enfrentó con Banderas y Bachomo en las estribaciones de la sierra, derrotándolos y haciéndolos bajar rumbo a la población de Cochibampo, en el municipio de Álamos, utilizando una estrategia muy original para amedrentarlos, por la noche, antes de entrar en combate, hizo encender cientos de fogatas en lo alto la sierra para que los villistas creyeran que estaba al frente de cientos de soldados, cuando en realidad solamente eran sesenta.




El ataque a San Bernardo

De Cochibampo, los villistas se dirigieron a la población de San Bernardo, a donde llegaron el día 20 de diciembre de 1915, para de inmediato, proseguir con su viaje rumbo al norte.

Cuando Bachomo y Balderas, al frente del contingente iban llegando al paraje conocido como Los Pilares, tres kilómetros al norte de la población, a orillas del río mayo, su retaguardia fue alcanzada por una avanzada del general Sepúlveda en San Bernardo, se regresaron de inmediato a respaldar a su gente,  enfrentándose a las fuerzas de Sepúlveda, a quienes hicieron recular hacia el sur derrotándolos, aunque ellos también sufrieron algunas bajas.

Después de su triunfo, embriagados por la sed de venganza por su derrotas anteriores y creyendo que los vecinos los habían delatado ante los soldados constitucionalistas, los indígenas villistas arremetieron contra los pacíficos habitantes del pueblo, dando muerte a veintitrés de ellos de forma artera, violando y raptando a algunas mujeres del pueblo.

Los hombres de Bachomo aprehendieron a Doña Carlotita Argüelles con la intención de llevársela, pero algunos vecinos del pueblo lograron rescatarla.

A Doña Guadalupe Huicamea los indios se la llevaron y tiempo después logró escaparse y regresó al pueblo en avanzado estado de embarazo de un indio que la violó.

Don Juan Borbón logró sobrevivir gracias a que se escondió debajo de una artesa (Utensilio de cocina de madera,  de casi un metro de ancho y dos de largo, utilizado en la elaboración de quesos). Rufina Borbón Enríquez, una jovencita  de quince años se salvó de ser raptada o violada, gracias a que su padre, al darse cuenta del inminente ataque, salió huyendo con su familia a refugiarse en una cueva en los cerros cercanos hasta que pasó el ataque.

Antes de salir huyendo, Rufina escondió debajo de un árbol de paloblanco, una olla llena de monedas de plata, que cincuenta años después siendo una anciana ciega, de la mano de su ahijado de seis años Ignacio Lagarda Lagarda, buscó infructuosamente, lo que terminó por convertirse en una más de las leyendas que solía contarles a los niños.

En la actualidad, en el pueblo de San Bernardo aún quedan restos de las tumbas de los indios villistas muertos por los soldados de Sepúlveda, con la característica típica de ellas: un promontorio de piedras sueltas que los indios mayos le van acumulando,  arrojándoles una encima cada vez que pasan enfrente de ellas.

El episodio es recordado por los habitantes de San Bernardo como “El ataque de los Bachomos” y la historia es transmitida de generación en generación.




Derrota, y fusilamiento

Después de la masacre en San Bernardo, Bachomo y Banderas emprendieron de nuevo su huida hacia el norte, con el propósito de tomar el viejo camino de La Trinidad, con la intención de internarse a Chihuahua.

Sepúlveda entro en su persecución  y el  22 de diciembre,  en el paraje conocido como La Ventana, a orillas del río mayo alcanzó a una columna de villistas encabezada por el General Orestes Pereyra a quien hizo prisionero y fusiló.

Por su parte Balderas y Bachomo habían tomado el rumbo hacia el noroeste pasando por El Quiriego para de ahí retomar el camino por el arroyo Cedros hacia el norte hasta llegar a Rosario Tesopaco, donde, el 5 de enero de 1916,  después de una conferencia telefónica entre el General Banderas y el General Jesús Madrigal, que se había movilizado desde Esperanza a Rosario Tesopaco con las órdenes de los generales Enrique Estrada y Álvaro Obregón de lograr su rendición y ofrecerles el indulto, se rindieron ante el coronel Guadalupe Cruz en la población de Movas, al norte de Rosario Tesopaco, entregando las armas y sus tropas fueron licenciadas y ellos recibiron el indulto,  dando por terminada así la invasión villista a Sinaloa y el sur de Sonora.

La Secretaría de Guerra y Marina ordenó que los generales Juan M. Banderas, Felipe Bachomo, Francisco Urbalejo, Jesús Trujillo y Fructuoso Méndez fueran trasladados a estación Esperanza y de ahí enviados a Guadalajara en tren, donde fueron internados en la cárcel de Escobedo, para luego ser enviados a la ciudad de México a la cárcel de Santiago Tlatelolco, a excepción de Bachomo que fue trasladado a Mazatlán y de ahí a Culiacán, para ser procesado por un tribunal militar.

En  Culiacán, Felipe Bachomo fue sometido a consejo de guerra y luego de diez meses de deliberaciones, bajo las acusaciones de asaltante, homicida, abigeo y ladrón, el 7 de octubre de 1916 fue sentenciado a muerte por fusilamiento en la ciudad de Los Mochis, Sinaloa, como una muestra de escarnio y ejemplo para quienes intentaran levantarse  de nuevo contra los poderosos de la región.  

La mañana del 24 de octubre de 1916, Felipe Bachomo descendió del vagón de segunda clase del ferrocarril Kansas City México y Oriente, que lo condujo de Culiacán, vía San Blas. Iba asegurado con una cuerda que un militar de la escolta sostenía en el otro extremo, portaba un viejo sombrero de ala y copa regional, vestía la ropa de manta de siempre que de tan sucia no se le notaba el color original, calzaba unos viejos zapatos mineros sin calcetines y como equipaje llevaba una cobija enrollada con un mecate, que al llegar al lugar de fusilamiento tiró a la fosa donde sería sepultado, y su rostro reflejaba los meses de encierro.

El capitán Santiago Fierro, comisionado para el fusilamiento, con ayuda de los vecinos, improvisó un paredón con costales de arena, adobes, ladrillos  y pacas de paja.

La venda, que el capitán Fierro intentó colocarle la rechazó, pero cuando el oficial dio la orden de fuego, bajó el ala del sombrero para no ver la boca de los fusiles. Solo bastó una señal para que las armas fueran disparadas, y el general cayera hacia adelante herido de las piernas. Fierro le colocó su bota en el pecho y le disparó dos veces a la cabeza, a manera de tiros de gracia.

Dos soldados de acompañamiento levantaron el cuerpo y lo tiraron a la fosa cavada previamente  junto al lugar de fusilamiento. Su cuerpo quedó en el fondo en posición fetal.

Los indios nunca reclamaron el cuerpo de su líder, pero con el paso del tiempo, la tumba fue acumulando un promontorio de piedras, que cada indio, al pasar por allí le arrojaba, como las de sus hombres muertos en San Bernardo, el lugar de la masacre de 1915.

El General Juan M. Banderas Banderas, permaneció un tiempo en la cárcel,  fue liberado el 1 de mayo de 1917 y reincorporado al ejército nacional respetándole su grado. Fue muerto el 10 de febrero de 1919, en el interior de la dulcería El Globo en la ciudad de México, por el diputado y coronel Miguel A. Peralta.

El 13 de octubre de 1922, el alcalde de Ahome Ramón López Castro autorizó a Ramón Aureliano Rivera Rojo, amigo de la infancia de Bachomo, a exhumar los restos del líder, para ser trasladados a la comunidad de Tesila, cerca del pueblo de Tehueco en el municipio de El Fuerte.

Con el tiempo,  Felipe Bachomo se convirtió en una leyenda para los indios mayos del norte de Sinaloa y también para los habitantes de San Bernardo, una pequeña e indefensa comunidad de la sierra del sur de Sonora.




 

*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.


– PUBLICIDAD –


 

Facebooktwitterredditpinterestlinkedinmail

Un comentario en "El color de las amapas: Felipe Bachomo, El último rebelde mayo"

  • Lo correcto es AQUI y no AKI el apellido paterno de Felipe e igualmente el nombre del pueblo es Jahuara y no jawara. Muy interesante historia del indio Bachomo aodado ” EL MISSI”

    Respuesta

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *