miércoles, abril 24, 2024
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Die Woestyn: México, lindo y no mames

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Por Alí Zamora
Hay cosas que son serias y necesarias en la vida y hay cosas que son adquiridas, no necesarias, por lo que las respuestas elicitadas por diferentes individuos ante un mismo estímulo siempre van a cambiar de un sujeto a otro.

Por lo que esas personas que sienten vergüenza ante la más reciente derrota del tricolor, tienen razón de sentirlo. La multitud de personas que van y les dicen que chinguen a su madre y que no son fanáticos de verdad, deberían utilizar ese ímpetu defensivo y pasárselo a Memo Ochoa o a Paul Aguilar, que al parecer no comprenden ni la “D” de defender.

Damas y caballeros, lo que le sucedió a México en el juego de la Copa América Centenario contra Chile no fue ni una derrota más ni una broma ni un “accidente” del deporte ni una meme: fue una vergüenza pública de unos dizque profesionales que “quieren” sudar y sangrar la camiseta de la selección nacional.

Lo que se vio fue una burla al deporte. Dejen ustedes El Tricolor, el deporte sufrió.

¿No?

¿O sea que Memo Ochoa no se dio por vencido? Nomás le dio por no ponerse de pie a tiempo y quedarse viendo como Miguel Layún se hacía bolas tratando de no despejar un balón pegado a la línea de fondo, mismo que lentamente, botando y flotando como capullo de nieve, terminó encontrando a un jugador chileno (entre dos o tres mexicanos “guardando” su área chica) para que le ayudara a cruzar la línea de gol y detenerse contra las redes para el quinto (¿o sexto?) gol de la selección andina.

Se dio por vencido. No hay de otra.

Y nada de que “sigues siendo el mejor, Memo, que no te aplaquen los fanáticos falsos”. ¡A chingar a su madre con esos comentarios!

¿Cómo va a ser el mejor del mundo si cometió, en pleno juego frente a más de 50 mil almas y regalando más de un gol, el pecado capital de todos los defensas/porteros: despejar al centro del campo?

Vamos a ver las cosas como si se las estuvieran enseñando a un niño chiquito:
Pepito, cuando te viene el balón y te presionan, no lo tires al centro, despeja a los lados, así, si no la agarran los de tu equipo, por lo menos sale el balón del campo de juego…

A poco ya no nos acordamos de lo básico del futbol nomás porque traen una aguilita y una serpientita en la camiseta. Camiseta que, por cierto, es de una marca extranjera y no hecha en México, así que todo ese apoyo y fervor nacionalista se va (parcialmente) directo a los bolsillos de Adidas, en Portland, Oregon; y Herzogenarauch, Alemania.

¡Ah! Pero cómo se indignan las personas y cómo los defienden a los pobres hombres, que luego luego van a Twitter, Periscope, Facebook, MySpace y Snapchat a pedir perdón, por que no supieron como representarlos.

Y pensemos en esto objetivamente: estos cabrones se acaban de comer 7 goles; ni siquiera metieron las manos, como dicen en los tiros (pleitos o peleas, pues) de barrio; pero eso si, en cuanto da el pitazo final el árbitro sacan su iPhone 6plus CSTUV con retina display o su Samsung Galaxy S7000 con el triple de batería y pantalla, para abrir sus aplicaciones de redes sociales y poner pinche-mil hashtags 

(#PerdónanosMéxico
#AhíPaLaVuelta
#AyComoMeDuele
#PorLoMenosNoFueEnCopaDeMundoComoBrasil
),

matándose por ser el primero en subir su video o tuit o foto, tratando de ganarse la simpatía de la gente.

Porque a huevo que van a decirle todos a Chichadiós, quien es mi pastor y con él nunca nada me faltará, que lo perdonan y que está bien guapo y que ni pedo hasta los grandes caen.

Pero, eso sí, cero responsabilidad. Porque todo es culpa del técnico, de seguro, por ser colombiano y no ser mexicano… ah, sí, y por ser extranjero también (ah, pero no, no son racistas los mexicanos).

¿A poco no estaría mejor que ya no convocaran a toda esa bola de vividores disfrazados de futbolistas profesionales que buscan verle la cara a los fanáticos de un deporte hermoso que ha existido por generaciones, y que quieren vivir de la lana y del amor de un pueblo que los ve (para bien o para mal) como embajadores de la dureza y la chinga diaria que se meten ellos mismos? Esos futbolistas son quienes no deberían ser convocados ¡jamás! a otra selección mexicana. Ninguno de ellos, a la fecha, ha salido a dar la cara y decir: “Retiro mi nombre de cualquier consideración a futura selección nacional debido a la falta de dignidad demostrada de mi parte en el campo de juego vistiendo los colores de mi país en representación del mismo en un campo internacional. Es cuanto”.

¡Pura madre!

Pero luego se agüitan pues, porque nomás fallan un penal y ya, ¡el acabóse! Y se quieren lavar las manos y decir “ya mejor me retiro porque no gané”. Y nos quedamos viendo cómo unos no quieren ser responsables por no saber perder y otros están que no aguantan dejar atrás cualquier responsabilidad por no saber ganar (léase: Messi coma Lionel).

Y está bien, a lo mejor lo que le pasó a México no pasó en una copa mundial, pero pasó. Lo que sí van a decir es que como a Felipao le dieron gas después de ser humillado a domicilio por los futuros campeones del mundo, Alemania. Está bien, sí lo echaron pa’ juera y si van a echar a Osorio, que lo echen pues.

Pero hay que recordar que desde aquel entonces, épocas del Mineirazo, no se ha visto ni a Fred, Hulk, Oscar o Maicón vistiendo la verdeamarela; o en Brasil, en general. Y desde ese entonces, 8 de julio del 2014, anual o perpetuamente se le recuerda al pueblo brasileño su caída (el atacante Thomas Müller sube fotografías de refrescos 7up y si uno escribe “7-1” en Google, el primer resultado es el juego semifinal de la copa mundial 2014).

Las acciones de todos, como individuos o en lo colectivo, deben acarrear sus debidas consecuencias. Estas cosas quedan para los anales de la historia, y entre más se busca maquillarlas, más vergüenza colectiva debería dar, nada de eso de “fanáticos falsos”.

Pero a final de cuentas, en México no se hacen así las cosas.

Las personas prefieren seguir teniendo en su pedestal a Chichadiós (a quien yo mismo, debo confesar, he defendido en el pasado), al zonzo de Memo (casi) Ochoa (cero), a Oribe Peralta, a Paul Aguilar, a Jesús Dueñas e Hirving Lozano, y a todos los demás que claramente (no nos hagamos pendejos) se dieron por vencidos por ahí del minuto 32 de tiempo corrido.

Así son las cosas.

Porque es más fácil destrozar, tanto verbalmente como físicamente, a maestros de Oaxaca que a los futbolistas de la selección.

Porque es más fácil no tomar acción y quejarse de que el mundo no está prestando la misma atención a lo que sucede en Oaxaca, a tratar de uno mismo darle un similar nivel de publicidad, en vez de esperar que otros lo hagan y luego quejarse cuando no pasa nada.

Porque es más fácil decir que qué huevos de los maestros quejarse y querer tomar acción política, porque a final de cuentas ni están capacitados ni valen la pena.

Porque es más fácil decirles a todos aquellos que se quejan y abogan por “más” que si qué chingados han hecho ellos por México.

Porque es más fácil decirle a todos los “falsos fanáticos”, quienes cargan una vergüenza interna al ver a un equipo de papel enfrentar a uno que de verdad quería jugar, que ellos no saben nada de futbol.

Porque es más fácil decir que todo está bien, a aceptar el hecho de que hace falta agarrarse los dos huevitos (o dos ovarios) y fajarse los pantalones para buscar un mejor futuro que abarque desde lo social hasta lo educativo, y que englobe, ¿por qué no?, hasta el deporte recreativo, que eso también es parte de la sociedad humana.

Porque es más fácil apuntar dedos a proponer soluciones.

No es algo que todos hacen, debo recalcar esto último. Pero lamentablemente es un mal común de la comodidad el hacer esto.

Es algo que va para ti: Paco Gabriel de Anda, quien escupe xenofobia disfrazada de honor deportivo, diciendo que personas que vienen a México, como el forjador Caixinha, son mal(os) técnico(s) por ser portugués, que Gustavo Matosas es un vividor al igual que Juan Antonio Pizzi (quien ahora dirige al Chile que destrozó el aguilita y el nopal del querido Paco Gabriel), ya que ambos “recibieron” equipos “ya hechos”.

Es algo que va para ti: Carlos Hermosillo, quien dice que técnicos como Ricardo Lavolpe vienen a lavarle el coco a las personas y que debemos despertar porque “sigue con el mismo pinche cuento”. A ver, Carlos, si no te gusta la escuela de Lavolpe porque “no es ganador”, ¿dónde esta la escuela de Luis Fernando Tena? Digo, él es ganador y te la llevas recordándonos como le dio un título al Cruz Azul (¿y desde entonces qué pasó?). ¿Qué no? O ¿a poco mucho bien le hizo “El Piojo” Herrera al futbol mexicano con sus barbaridades contra los medios?

No, Carlos, eso que tú dices sí es un pinche cuento.

Y, finalmente, es algo también para ti: esa persona, ya sabes quién eres (quiénes son), que se pone en el feisbuk “a todo lo que da” diciendo que tú no abogas por la violencia, pero que entiendes que muchos maestros no valen ni la quincena que cobran y por eso no puedes ponerte del lado de los maestros de Oaxaca (o de los que quieren tomar el CNTE, o de los que buscaban movilizar estudiantes en el sur de México) y que a final de cuentas si no tienen apoyo, tienen que atenerse a sus acciones.

Está bien, México, si eso se lo dicen a sus maestros, que están siendo asesinados, desaparecidos, golpeados, violados, traumatizados por la Policía Federal y miembros de las fuerzas militares mexicanas, por alzar la voz, ya sea con o sin razón, entonces díganselo también a esos 11 o 23 (como la quieran ver) que fueron a burlarse de su fanatismo y verles la cara a las personas que semanas antes, afuera del Rose Bowl, en Pasadena, decían: “Ahí nos vamos a Santa Clara, lo que cueste el boleto lo pagamos, no hay precio que no valga El Tri”.

Ta weño.

Bien dijo Mauro Camoranesi: “…el carácter no se compra ni se entrena, está bien, querén culpar al técnico, pero ¿y los jugadores? ¿Dónde estaba el temple y donde estaba ese carácter? Eso no se compra en el supermercado.”

Ah, perdón.

Es que él es extranjero, pues, no ha de saber de futbol…

(Bueno: Camoranesi, nacido argentino y nacionalizado italiano, ganó la copa del mundo en Alemania 2006 como integrante de la squadra azzurra… o sea, Italia. Nomás).

 

 

El Alí. No soy de donde vivo, ni vivo de donde soy; pero si pienso lo que digo, puedo decir lo que pienso.


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