Espejo desenterrado: A propósito de Paz

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Por Karla Valenzuela
Dijo el Nobel Octavio Paz, que por cierto este jueves 31 hubiera cumplido 102 años, que “para el mexicano la vida es una posibilidad de chingar o de ser chingado” y –ni modo– hay que admitir que  en gran parte de los casos esto es cierto.  De manera histórica, estamos acostumbrad@s a que este verbo –chingar– sea aplicado, o se nos aplique, con la mayor naturalidad del mundo, y no pasa nada. Sin reniegos, nos conformamos muchas veces con adquirir uno de los dos roles, aunque –francamente– todo está mejor si uno es el/la que chinga. Y así vamos por nuestro destino hasta la muerte haciendo alarde de lo que creemos que somos: los más chingones.

Así las cosas, tendremos que volver hacia el pasado para comprobar, de veras, que esto de que somos, en otras palabras, “los mejores”  es cierto y no es simplemente producto de una falsa soberbia, carente a veces de fundamento. El asunto es que los mexicanos poca memoria tenemos; no solemos volver a nuestras raíces, ni llorar por muchos años a los caídos.  No sabemos adoptar causas por mucho tiempo, ni siquiera podemos recordar nuestra historia a la hora de voltear a ver nuestros problemas sociales. No me gusta generalizar pero eso pasa en todos los estratos sociales, a cualquier hora y en cualquier lugar.

Por eso, aprovechando el aniversario del natalicio del buen Octavio, creo que sería productivo de verdad mirar hacia atrás, tomar un respiro,  y hacer que las cosas que queremos sucedan. La lectura, el aprendizaje continuo, la reflexión cotidiana son herramientas infalibles para no ser específicamente de los “chingados”.

Hagamos honor al verbo que más nos define y sepamos comernos el mundo con base en nuestro esfuerzo, trabajo diario, pero también en nuestro conocimiento. Que nadie nos tome desprevenidos.

“Despertar a la historia significa adquirir conciencia de nuestra singularidad, momento de reposo reflexivo antes de entregarnos al hacer”, también dijo Paz, así que démosle la cara –con orgullo– a la memoria que construyeron los idos y logremos un México verdaderamente mejor. Esto, es lo que  el mismo escritor antes nombrado llamaría una “revolución del conocimiento”.

 

 

 


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