viernes, abril 19, 2024
ColaboraciónDe mente abierta y lengua grandeGastronomía

De mente abierta y lengua grande: La boda del siglo

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Chef Juan Angel | @chefjuanangel

-Ave María, gratia plena, María, gratia plenaaaaa-
-Ay Trinita, qué bonita canción escogieron para que ponga el ramo la Josefina, los mismísimos Niños Cantores de Morelia- dijo la Chana con lágrimas en los ojos, mientras trataba de enfocar su vista en el altar de la virgen donde la susodicha estaba depositando un grueso ramo de flores surtidas…

1 mes antes…
-Mecheeee, te trajo un sobre la Josefina, ábrelo, debe ser la invitaciooooón, córrele muchacha lenta- El pueblo completo estaba a la expectativa del desenlace amoroso entre la popular y espigada Josefina con el médico recién llegado, el doctor Sigifredo…

– Nos complace invitarlos al enlace matrimonial de la señorita Josefina Ballesteros Ochoa y el joven Sigifredo Montoya López, el día…- Leyó tartamudeándo la Meche mientras lanzaba pequeños gritos agudos provocados por la emoción de ver llegar al altar a su mejor amiga.

Como olla repleta de palomitas de maíz, empezaron a reventar los comentarios a lo largo y ancho de Huépac:
¿Chelita, te llegó la invitación?-
-Dicen que va ser una fiesta por todo lo alto-
-Noo, la Josefina no se ibaaa a quedar atrás, siempre tan exquisita-

2 días antes…
-Mira Chana, hasta trajeron una “trocada” de muchachas de Baviácora para que ayuden a hacer el pastel, que dicen apenas se va a poder mantener de pie de tan gigante que va a estar-
-Deja tú el pastel Panchita, el doctor le compró su vestido a la Josefina en el otro lado, en la tienda esa “Brackers”, quesque muy cara-
-Ojalá que no vaya a ser un vestido muy “disoluto” porque no la va a dejar entrar el padre Rogelio-

Mientras tanto, en la cocina de la familia Ballesteros atizaban, batían y corrían de un lado a otro preparando el postre que servirían al final de tan esperado acontecimiento -Josefina, alcánzame otra “asafata” de Carta Blanca, aún queda masa para otro pan- le dijo Anita, su mamá, quien era la encargada de cocinar la masa en una hornilla de leña, dentro de charolas cerveceras que habían conseguido de una cantina. Josefina no se despegaba de la palangana verde donde vaciaba ingredientes y batía con fuerza usando una cuchara grande para unir la masa y deshacer los grumos…

-Amaaá, ya llegaron las bases del pastel- gritó emocionada Josefina mientras le entregaban un envoltorio con circunferencias y postes de madera traídos de Aconchi, el pueblo vecino.

En el primer día se hornearon todos los panes, comenzaron desde muy temprano para aprovechar la luz de día, era 28 de febrero de 1957. La mañana siguiente, las ayudantes traídas del pueblo vecino corrieron por todo Huépac comprando y pidiendo huevos de los gallineros disponibles para empezar a preparar el turrón -No dejen de batir, fuerte y rapidito para que se levante la clara- gritaba estresada la novia encaramada en una silla tratando de alcanzar las figuras de azúcar que guardaba en lo alto del trastero. La gente del pueblo no dejaba de caminar por los alrededores de la casa husmeando por la ventana de la cocina para ver lo que estaba sucediendo en su interior -¡Listo, por fin!, ya quedó- exclamó Josefina después de un largo suspiro; las ayudantes veían anonadadas y orgullosas aquella obra de arte. Después de dos días intensos trabajando, Josefina y su mamá durmieron sentadas en un rincón del cuarto de los tiliches porque los invitados foráneos habían arrasado con catres, cobijas, incluso con todos los espacios disponibles en el piso de la casa, la boda era al día siguiente.

-Chanaaaaaa, verás veeen, vino un fotógrafo de la capital a retratar la boda y está fotografiando el pastel en el patio de que la Anita- A un costado del lavadero, encima de una mesa con mantel blanco estaba el esplendoroso pastel iluminado por los rayos del sol a falta flashes y luz eléctrica. En el cuarto y último piso se erguía un cupido de azúcar parado sobre una media luna, en sus manitas sostenía unos listones con azahares. En el siguiente piso estaba un par de caballos unidos con un listón a otro par que galopaba en el piso de abajo, mientras que al primer pastel llegaban los listones jalando una carreta de diseño antiguo donde se encontraban sentados los novios esculpidos en azúcar, tanto el pastel como los pilares y bases de mandera estaban cubiertos con picos de turrón que engalanaban el gran postre…

Cuando los Niños Cantores de Morelia terminaron de sonar en la vitrola dispuesta dentro de la iglesia de San Lorenzo, salieron los recién casados rumbo a la fiesta, donde el protagonista fue el pastel; que es de lo único que se tiene memoria, ya que el fotógrafo desparpajado no tomó jamás fotos de los novios, solo entregó una foto: la del pastel.

Los romanos fueron los primeros en introducir el pastel a las bodas: colocaban un pan sobre la cabeza de la novia y se partía sobre ella como símbolo de fertilidad; los invitados se apresuraban a recoger los trozos porque acarreaban buena suerte. Sin embargo, el pastel de la actualidad procede de una costumbre inglesa de finales del siglo XIX, los invitados llevaban a la boda un pequeño pastel y se amontonaban todos en una gran mesa, creando lo que hoy conocemos como el pastel de pisos.

Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

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