jueves, mayo 16, 2024
ColaboraciónLa perinola

La perinola: Logoterapia, el camino hacia la libertad

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Nuestro tiempo se caracteriza sobre todo y ante todo por la pérdida del sentido. Es la nuestra una sociedad de almas confundidas que van dando tumbos, buscando alcanzar siempre la otra orilla, sobrevivir la semana aferrados al clavo ardiendo de las redes sociales, que nos brindan un fugaz y muy superficial sentido de pertenencia. Todo es un fraude y nosotros lo sabemos o por lo menos lo intuimos, pero no hacemos nada más. La vida sigue ahí afuera, esperando ser tomada por cada uno de nosotros y sin embargo no hacemos más, preferimos quedarnos al margen de la fiesta de la existencia. Pero siempre hay una puerta abierta, un camino que nos lleva de regreso a casa. La logoterapia, una psicoterapia ideada, encarnada y difundida amorosamente por el psiquiatra vienés Viktor Frankl, descansa sobre tres pilares fundamentales: la libertad de voluntad, la voluntad de sentido y el sentido de la vida. Se trata de tres corrientes que la nutren: antropología, psicología y filosofía. El nudo de estos tres saberes es lo que llamamos conciencia humana. Todos nosotros tenemos la capacidad de tomar nuestras propias decisiones, conocer nuestra identidad personal y la certeza existencial de que la vida es incomprensible en su totalidad, pero profundamente rica en cuanto a la experiencia concreta de la persona. No necesitamos conocer cuál es la verdad última, esto es imposible; lo que necesitamos es aprehender la vida, con hache, es decir, sujetarla bien, hacerla nuestra cada día, cada momento del día, incluso cuando se nos pone fea y debemos sufrir porque, así es y quien quiera que diga lo contrario miente, vivir es padecer también. La angustia es una de las características esenciales del individuo. El truco está en no hacer de esto el centro de la vida sino solo una parte de ella. Claro está, esto no es posible si somos incapaces de identificar un sentido. ¿Qué es el sentido?, podría preguntar alguien. Esta palabra reconoce tres acepciones: racionalidad, como cuando decimos que algo tiene sentido; experiencia, como cuando nos referimos a los cinco sentidos, y dirección, como cuando decimos que una calle es de un solo sentido, es decir, que solo podemos ir del punto A al punto B y no al revés. Esto es el sentido, una ruta sensata que experimentamos.

El sentido de la vida no es algo que uno descubra dentro de sí, como si se tratara de un tesoro oculto en nuestra psique. El sentido de la vida se encuentra siempre fuera, es una oposición del mundo a nuestra existencia, una invitación a participar. Cuando una persona encuentra el sentido de la vida lo que ha encontrado es el sentido de su vida. Esto se debe a que cada persona es única e irrepetible; no es posible que en la historia del universo entero se repitan exactamente las mismas circunstancias que fueron necesarias para que tú seas el que eres ahora mismo. Frankl insiste en que el sentido de la vida se descubre y no se crea; sin embargo, afirma que existen tres maneras en las que este sentido se nos manifiesta. Primero, a través de los valores de creación. Esto se refiere a lo que los hombres hacemos a través de nuestra capacidad de acción, lo que conocemos comúnmente como creatividad, pero que no se limita a la esfera del arte, como muchos suponen; por ejemplo, un empresario requiere de la creatividad para desempeñar con éxito su trabajo. Todos lo necesitamos. Yo mismo al crear este texto estoy poniendo en práctica mi creatividad. Segundo, a través de los valores de experiencia. Se trata de la experiencia del mundo; esto sucede cuando nos volvemos conscientes de que la vida es ahora y aquí mismo. Cuando tomamos una caminata por un parque o cuando nos sentamos a la mesa a comer con amigos queridos, lo que estamos haciendo es celebrar la existencia creando una experiencia que nos provoca placer y dicha profundos. Finalmente, el sentido puede ser descubierto a través de los valores de actitud o lo que es lo mismo, de nuestra capacidad de resistir sin menoscabo de nuestro mundo interior frente a situaciones trágicas, es decir, que no podemos modificar. La pérdida de un ser querido, por ejemplo, sería un ejemplo de esto que ahora digo.

Cada ser humano que existe y ha existido ha debido enfrentar tres demonios que lo acosan: el sufrimiento, la culpa y la muerte. Frankl le llamó a estas tres condiciones humanas “la triada trágica”, porque son impostergables e ineludibles. Toda persona debe experimentarlas, pero no todas las personas son capaces de trascenderlas. Este es el punto clave del análisis existencial y la terapia logoterapéutica: el sentido de la vida es la trascendencia de nuestra vida, el cumplimiento de nuestros días a través de una conciencia y unos actos concretos.

Quienes no han sido capaces de encontrar ese sentido de la vida experimentan una neurosis noógena, una frustración existencial profunda. Ciertamente el proceso de búsqueda de sentido no es sencillo ni puede reducirse a un procedimiento metodológico; es necesario que la persona experimente cierta tensión dentro de una dinámica espiritual e intelectual. Se trata de un proceso vital profundo que supone para el individuo enfrentarse a sus miedos más arraigados, buscando en todo momento liberarse de la coacción a la que somos sometidos por vivir en sociedad. Un hombre que sufre el vacío existencial ha sido incapaz de resolver este debate interior que lo consume.

El asco del desgano vital es una reacción del ser que no es capaz de cumplirse así mismo. Detrás de la neurosis noógena se encuentra la sensación de impotencia de cara a una realidad que oprime e impide respirar. Frankl afirma que el espíritu humano no conoce la enfermedad, por eso es por lo que desde la noción espiritual es que se ha de buscar la recuperación. La intervención psicoterapéutica supone el desplazamiento de la atención del paciente, el reconocimiento de su libertad y responsabilidad. A diferencia de la clínica sicoanalítica, de fuerte carácter vertical, donde se espera que la interpretación del exterior auxilio al paciente a sanar, la logoterapia descansa en una relación dialógica, es decir, horizontal, que permite al paciente entrar en un proceso paulatino de toma de conciencia de su ser como posibilidad concreta en el mundo. Se trata de una peregrinación, un caminar que descubre sobre la marcha el haz de posibilidades que se encuentran en el interior de cada persona. De nada sirven estas posibilidades si no se ponen en juego en el escenario de la vida, que es el hogar del ser. Esto hace de la Logoterapia una filosofía terapéutica de la acción. Sus objetivos son concretos, específicos. Es una terapia para la vida más que una mera disquisición intelectual. Frankl experimentó en carne propia el dolor desgarrador de la injusticia, el crimen más atroz e inimaginable que supuso la deportación a un campo de concentración donde padeció el horror de aquellos infiernos. Sin embargo, supo, a diferencia de Maslow (que supone una escala ascendente de valores que van desde los meramente fisiológicos, como la comida, hasta la realización personal en su famosa pirámide) que, incluso cuando las necesidades más elementales no son cubiertas, la dimensión espiritual de los hombres permanece intacta. Aquellos miserables que pasaban días y más días bajo condiciones insalubres, con un frío extremo, cavando zanjas y comiendo nada más que una pieza de pan de 150 gramos al día tenían dentro de sí la posibilidad de conocer la trascendencia que solo provee el sentido. Este es el descubrimiento del afamado psiquiatra austriaco, que el alma humana es indoblegable, que nuestra sed de trascendencia está siempre ahí, que no importa cuáles sean las condiciones que debamos de enfrentar, siempre podremos encontrar una puerta de salida que nos lleve a nuevos y más ricos escenarios en esta aventura dolorosa y dulcísima que llamamos vida. Frankl citaba a Nietzsche cuando afirmaba: “La persona que conoce el por qué de su existencia, podrá soportar casi cualquier cómo”. Vivir no es un accidente. Vivir es conocer para que hemos vivido.

Separador - La Chicharra

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com

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