De mente abierta y lengua grande: Vale más ser cochina

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Chef Juan Angel | @chefjuanangel

– ¡Ayyyy Nachitoo, me zurré! – exclamó Monchito con lágrimas en los ojos. En ese momento, la caca ya estaba por todas sus piernas y salía entre los pantalones hasta los zapatos -¡Salí corriendo del salón y no alcancé llegar al baño! – gritaba entre sollozos y harta vergüenza! Monchito estaba parado justamente a la entrada del baño de hombres; lejos de los salones de clases. Nachito, el conserje, ya sabía el protocolo: sacar al chamaco por un lado de la escuela para evitar las burlas y limpiar inmediatamente el desastre fecal; a final de cuentas era una historia frecuente durante la época de verano en la Capital del Mundo, donde “las Conasupos” llenaban sus estantes de harina de arroz Tres Estrellas para apoyar en el bloqueo fecal.

-¡Doctora, otra vez trae cursera el chamaco!-
-¡Tanto que los cuido, vale más ser cochina!-

La Prietuzca era una mujer extremadamente pulcra, cuando alguien tocaba a sus hijos, inmediatamente les limpiaba las manitas y cuerpecito con una solución de agua y cloro, para evitar que contrajeran alguna enfermedad, sin embargo, pocas veces tuvieron éxito tantos excesos. Al igual que Monchito, sus hijos se enfermaban del estómago con frecuencia durante la época de calor, para lo cual tenía pañales extra de tela que le permitieran lavarlos y secarlos antes de que se presentara el siguiente torzón. Antes de darles sus cucharadas de kaopetate, acudía al libro mágico de los remedios que tenía a la vista en el tercer estante del librero de madera en la sala de su casa; en la pasta decía “Donde no hay doctor”, de ahí tomaba toda la expertis necesaria para transformar la cocina en un laboratorio médico, echando mano de los ingredientes que tenía al alcance para curar a los dos escuincles.

Los remedios estrella en el tratamiento de la diarrea eran:

Galletas saladas.
Tortillas de harina tostadas a punto de quemarse.
Manzana licuada y colada para obtener un jugo casero sin azúcar ni conservadores.
Atole de maíz: preparado con masa o harina disuelta en agua y después hervida hasta cocinarse.

Pero el brebaje principal era el suero casero, si, los sobrecitos de Vida Suero Oral volaban del centro de salud y no existían los famosos sueros que saben a gloria comparados con los anteriores. El libro “Donde no hay doctor” cuya portada era triste pero alentadora, explicaba la receta así:

“En 1 litro de agua pura ponga media cucharadita rasa de SAL y 8 cucharaditas rasas de azúcar.”
Y al final acotaba: “Antes de agregar el azúcar, pruebe el líquido y asegúrese de que esté menos salado que una lágrima”.

En el pasado, la deshidratación grave y la pérdida de líquidos eran las principales causas de muerte por diarrea. Al igual que La Prietuzca, muchas mamás transformaban sus cocinas en laboratorios para mantenernos sanos y a salvos.

Ya curada la diarrea, era momento de aliviar las grandes rosaduras, y en ese tema había dos estratos sociales:

1. Quienes untaban manteca Inca.
2. Quienes usaban vaselina.

A final de cuentas, las dos eran buenas “medicinas”.

Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.

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