De mente abierta y lengua grande: Come chúcata






Chef Juan Angel | @chefjuanangel
-¡Maríaaaa! ¡Ya llegó don Pablitooo!-
A lo lejos se divisaba una polvareda, misma que siempre traía buenas o malas noticias. Entre los montones de polvo apareció, triunfante, el camioncito amarillo, cargado de pasajeros, maletas y el tan esperado costal de color blanco, que en esta ocasión se miraba flaco, sin mucho contenido.
Una vez que los pasajeros descendían por completo y recogían sus cajas o petaquillas descalabradas, don Pablito, el chofer, se iba de largo cuesta abajo y se metía a la colonia Sinaloa, y en la calle donde iniciaba tan popular asentamiento, estaba “la redonda”, una casa ubicada exactamente en la esquina, construida caprichosamente de forma curva, de tal manera que en dicho lado, la esquina literalmente no existía. Ahí vivía Chico Figueroa, el cartero del pueblo, quien se encontraba pegando los sobres mal cerrados por los remitentes, para posteriormente meterlos al costal y hacer el intercambio de correspondencia con don Pablito.
-¡Espéreme Chicoooo!- Nachito entró acorriendo, asoleado y sudoroso, con los pies descalzos y llenos de lodo, puso 40 centavos en el mostrador y le entregó un sobre a Chico -Ya casi no alcanzabas muchacho, dile a la Teresa que mande las cartas con tiempo- replicó el cartero; tomó el sobre y eligió la estampilla de 40 centavos, la pasó por una esponja colocada dentro de un recipiente con líquido pegajoso y la pegó en la esquina superior izquierda del sobre.
Y mientras Chico remojaba las chúcatas en agua para convertirlas en pegamento postal, “la Prietusca” escalaba uno de los mezquites más grandes del corral, a sus 9 años tenía una agilidad tremenda para brincar de un brazo a otro hasta encontrar la más grande, la más fresca y pegajosa, aquella que se reventaba en la boca en forma de caramelo y la llenaba de sabor ligeramente dulce con notas de flores y madera.
Una vez que el sol caía y las chúcatas reposaban en el estómago de “la Prietusca”, esta bajaba del mezquite, feliz y satisfecha de haber disfrutado el mejor de los postres.
Pasaron los años, casi 50, y los mezquites de las casas se acabaron, o acabaron con ellos… Ahora, la cosecha de chúcatas está un poco más lejos, cruzando el cerco que delimita la pista de aterrizaje, a poco más de 4 kilómetros del pueblo, pero la caminata vale la pena, Nacho y “la Prietusca” salen hacía allá, puntualmente, todos los días de mayo a las 4 de la tarde, recorren y revisan uno a uno los mezquites, exploran las chúcatas y toman la decisión de arrancarlas o esperar un par de días más, de tal manera que siempre tienen una o más chúcatas por recoger. Águeda,“la Prietusca”, enjuaga las chúcatas y las coloca en un tazón, les echa azúcar y las cubre con agua para remojarlas durante un día en el refrigerador. En la noche siguiente, antes de dormir, se toma el brebaje, resultado de las chúcatas disueltas y en la mañana, se evita la fatiga de hacer esfuerzo a la hora de ir al baño, eso sí, esta goma tan sonorense provoca explosiones tan constantes y ruidosas que impiden socializar las primeras horas del día, pero con un intestino más ligero y limpio.
Así que ya sabes, si quieres ir al baño: ¡come chúcata!
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.





