Urantia: Silencio
Me encuentro por sorpresa cuando menos lo espero.
Montaigne
Miguel Manríquez Durán
1: Sea por circunstancia o como respuesta, el silencio es modo fundamental de estar en el mundo. Justo en estos tiempos, cuando se supone que la palabra conquista cualquier espacio por inhóspito que sea. Sea por elección o sabiduría, con el silencio se encuentran territorios no conocidos o, al menos, poco frecuentes. Desde hace tiempo, sostengo que el silencio es la verdadera lengua de la poesía y, con ello, la idea que la palabra perturba y dificulta, paradójicamente, la comunicación. La palabra poética es en realidad silencio y bien dice Maria Zambrano: “Es el silencio diáfano donde se da la pura presencia”.
Una de las tragedias de Sófocles que siempre me han maravillado es Antígona, una heroína del silencio y de la rebelión ante el tirano. Quienes conocen el mito y la obra reconocen en la hija del rey Edipo una de las más claras referencias a la lucha silenciosa entre el deber familiar y religioso frente al civil y la obediencia a las leyes del estado. Ya desde la idea misma de tragedia: “canto del macho cabrío (τραγῳδία, palabra compuesta de τράγος “carnero” y ᾠδή “canción”)” se define el drama a partir de algún personaje protagónico enfrentado a un destino fatal por una falla de carácter o por destino. Es en la extraordinaria sublimación de Antígona donde el silencio es tan estruendoso, abrumador y rebelde que desafía adversidades para no temer pagar las consecuencias. Sin duda alguna , es George Steiner que mejor se ocupa de esta tragedia.
En “De ironías y silencios” (1997), Mónica Virasoro, muestra la poderosa imagen del silencio en Antígona: “La heroína del silencio, muere por callar, por salvar la honra de la casa de los Labdacos”. Porque Antígona, resuelve su conflicto por medio del silencio, sacrifica sus ideas por la honra de los otros. Más allá de otras discusiones sobre Antígona, la idea aquí tiene que ver con el silencio en tanto poderoso recurso. No es nuevo que los pitagóricos ven en el silencio discreción, autodominio y sabiduría: “callar para que el Ser nos hable”
2:
Después de todo, “no hay verdadero silencio si no es compartido “, dice Pavese. Los últimos años he aprendido que la noción y práctica del silencio es más que una circunstancia, una ontología de la que también se ocupa la filosofía de algunos como Hegel y Husserl: “no existe ninguna razón ontológica para considerar el habla superior al silencio: ambos contribuyen recíprocamente al significado del otro”. Hasta el mismo Wigenstein, quien optó por la renuncia a la palabra, pero no porque ya no tuviera nada que decir, sino porque ésta ya no le servía. Bien dice Steiner que Wittgenstein obliga a preguntarse si puede hablarse de la realidad, si el habla no será solo una especie de represión infinita, palabras pronunciadas a propósito de otras palabras.
Por ello, María Zambrano pone en el origen poético al silencio y la quietud como lugar donde se manifiesta el Ser. La palabra siempre es explicativa o interpretativa por lo que el silencio es el espacio natural -abisal, diría yo- de la poesía. En mis años de academia, uno de los autores de referencia era George Steiner y su “Lenguaje y Silencio” donde el tema central es el lenguaje y las complejas energías de las palabras: “una filosofía del lenguaje que considera a la literatura como involucrada en todas las estructuras de la comunicación semántica, formal y simbólica”.
3: En la necesidad de la palabra exacta para capturar lo indecible, recurrimos a otra palabra que viene de otra palabra. Nos vemos condenados a la espiral del lenguaje: una palabra sobrepone a otra en eterno juego de sombras que nos alejan de la realidad: “La palabra entonces no es necesaria, pues que el sujeto se es presente a sí mismo y a quien lo percibe” (María Zambrano, dixit).
En “La filosofía del silencio” (2010), Alejandro Arévalo refiere a que las palabras muestran el mundo interior por lo que no deben ser apresuradas ni mucho menos espontáneas. Cuando se tiene que decir algo importante que decir, es más sensato callar y esperar antes que hablar de lo que no se sabe. Lo repito siempre: no escribir sobre lo que no sé. La soledad y el silencio son el origen tanto de la certeza como del poema.
Si bien el silencio es necesidad poética también es necesidad ética y epistemológica ante las insuficiencias explicativas o interpretativas de la palabra. Ya desde el silencio ascético frente a los peligros de la palabra o el silencio cautelar: “de lo que no se sabe, es mejor ni hablar “. O la idea del silencio como autonomía o deliberado ante el mundo. Ya desde las enseñanzas socráticas y platónicas sobre el silencio el camino es muy claro: la extrañeza.
Por circunstancia personal, hoy aprendo también el lenguaje del silencio. Después de todo, puedo elegir aquel silencio que palabras luminosas siempre me dejan. Borges lo dice mejor: “No digas nada, no preguntes nada./ Cuando quieras hablar quédate mudo/ Que un silencio sin fin sea tu escudo/ Y al mismo tiempo tu perfecta espada.”
Miguel Manríquez Durán. Poeta.
Hago silencio y lo comparto
Y Foucault?
El poder está en los silencios. En lo que se calla; por pudor, por reprensión, engaño o fina discreción. Ahí está, en ese espacio.
“Callar para que el ser nos hable”… muy cierto.