La perinola: Campo minado
Por Álex Ramírez-Arballo
Todo lo que hago es reaccionar, suponer, interpretar. Mi vida solo adquiere sentido cuando la analizo desde lejos, cuando la pienso, no cuando la vivo. El mundo de lo cotidiano está lleno de pifias imperceptibles que en ocasiones se vuelven monstruos con el paso del tiempo; es probable que ahora mismo estemos sembrando, naturalmente sin quererlo, las semillas de nuestra propia destrucción. Recuerdo a un futbolista muy famoso, un defensa central con el cuatro en la espalda, para ser más preciso, que un día después de un partido dijo algo que me pareció maravilloso: “Siempre estamos cometiendo errores, pero no todos los errores que cometemos terminan en un gol del contrario”. El hombre decía una verdad que se extiende más allá de la alfombra verde de los campos de fútbol: el control de la vida, de nuestra vida, es una pura ilusión. Analizar la vida que vivimos es una tarea imposible e infame, un peso demasiado grande para nuestras fuerzas y que, por tanto, terminará siempre por aplastarnos. Lo único que podemos hacer es establecer unas cuantas ideas generales, vagas y necesarias.
Sin embargo, no se requiere ser un sabio para darse cuenta de que todo esto no ocasiona ningún caos social, ningún derrumbe. El mundo gira y nosotros en él como si nada. Estamos atravesando una pandemia que ha colocado todo de cabeza y la gente sigue a lo suyo, yendo y viniendo, olvidado o queriendo olvidar la punta de la espada de fuego que tenemos casi tocando nuestra garganta. Somos incapaces de imaginar todo el horror que nos espera; es como si el presente, esta absoluta actualización que habitaremos hasta el día de nuestra muerte, produjera en nosotros la ilusión de seguridad que necesitamos para seguir adelante. Sin este engaño la vida humana sería imposible. ¿Quién estaría dispuesto a dejar la cama por la mañana si de verdad se pusiera a pensar en todos los riesgos que lo aguardan en ese territorio ignoto y comprometido que denominamos burocráticamente “la jornada”?
La fe, pues, la vieja fe del carbonero, la fe de la vieja beata, la fe de los sabios y los iluminados es la única verdad común que nos une a todos los seres humanos de este planeta. Sin esa confianza ciega, sin esa creencia incuestionable en la vida nuestra como un continuo indisoluble, la existencia no sería plenamente humana y todos nos volveríamos un túmulo de piedras o un recuerdo desdibujado en el país de los fantasmas.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com

