Urantia: Berenjenas
La poesía es un eco que le pide a una sombra que baile.
Carl Sandburg
Miguel Manríquez Durán
1: Desde niño aprendí que entrar a una librería es ritual y exaltación. La primera que conocí tenía precisión en su nombre: Librolandia. Como todo territorio inexplorado era inmensa, misteriosa y sorprendente. Muy pronto pasé de la revista al libro y, poco después, a las colecciones y enciclopedias. Tampoco faltaron las antologías y los mapas, el arte y el erotismo. Tenía cierta manía por las compilaciones ya que me daban la oportunidad, a bajo precio, de leer textos de diversos autores.
En una antología del Siglo de Oro español apareció el sevillano Baltasar del Alcázar (1530-1606) que era “un hombre alegre y jovial” perteneciente a “una familia distinguida y fue militar y alcalde; pero esto no le impidió ser un gran escritor y cultivar” la poesía como entretenimiento. Me llamó la atención por sus “poesía gastronómica” que, como su nombre lo indica, se ocupaba de la comida. Nunca olvidé una palabra maravillosa: “berenjena”. En treinta y seis versos octosílabos en redondilla sobresale la berenjena: “Tres cosas me tienen preso/ de amores el corazón,/ la bella Inés, el jamón/ y berenjenas con queso./ Esta Inés, amantes, es/ quien tuvo en mí tal poder,/ que me hizo aborrecer/ todo lo que no era Inés./ Trájome un año sin seso,/ hasta que en una ocasión/ me dio a merendar jamón/ y berenjenas con queso.”
2: Ya desde su origen y etimología es palabra seductora: “Solanum” que es un vocablo latino equivalente al “Griego στρνχνος (strychnos) para designar el Solanum nigrum (la “Hierba mora”) —y probablemente otras especies del género, incluida la berenjena—, ya empleado por Plinio el Viejo en su Historia naturalis y, antes, por Aulus Cornelius Celsus en De Re Medica”. Se dice que su cultivo es tan antiguo como su origen: desde antes del 2000 a. C. Y originaria del Sudeste asiático: India, Birmania y China. Los árabes la llevaron al norte de África y de ahí al Mediterráneo. Seguramente pasó a la España musulmana. Este fruto es uno de mis platillos favoritos sea en musaka, curry o mizunoko. También al horno en baguettes, lasaña, parmesana o en albóndigas.
Alguna vez, la romana preparó berenjena empanizada de manera tal que siempre es delicia y evocación: “La berenjena estalla, la tierra duerme/ y de pronto en el paladar/toma su verdadera esencia. La berenjena,/ el calabacín, la calabaza. Los tomates,/ las patatas. No es/ una lección de cocina este poema sino/sólo un canto a la naturaleza, a sus elementos/ y las fuerzas que en ellos se congregan”, dice Santiago Montobbio. Aunque me gusta más la berenjena de Ibn Sara As-Santarini: “la berenjena parece el corazón de una oveja/ en las garras de un águila”.
Sólo el trémulo corazón mediterráneo de la romana le da el poder de transformar una simple berenjena en deseo, evocación y conjuro. Ante esta hortaliza se despierta la memoria lo suficiente como para recordar a Gabo: “Está bien, me caso con usted si me promete que no me hará comer berenjenas”, dice Fermina Daza. La condición impuesta a Ariza era porque, a los cinco años, “su padre la obligó a comerse completa la cazuela prevista para seis personas. Creyó que iba a morir, primero por los vómitos de la berenjena molida, y después por el tazón de aceite de castor que le hicieron tomar a la fuerza para curarla del castigo. Las dos cosas se le quedaron revueltas en la memoria”.
3: Las berenjenas, en el siglo XV, causaban recelo y polémica. Y si se comía era por hambre. El ingeniero agrónomo Gabriel Alonso de Herrera en 1513 aviva la llama contra los musulmanes diciendo “los árabes llevaron la berenjena a Europa para matar a los cristianos”. El caso es que era un ingrediente propio de moriscos y judíos que quedó en la literatura.
La romana prepara delicias con las berenjenas. Pero confieso mi debilidad por una receta maravillosa que conservo guardada en un cuaderno. Estoy cierto que algún día cocinaré esas “berenjenas del amor”. Fermina, ya casada con Urbino, disfruta la hortaliza en un banquete donde, después de varias raciones de puré de berenjenas, termina por amarlas. Pero luego, “cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días” Fermina y Florentino se reencuentran y se alimentan de berenjenas: “Fermina Daza bajó a las cocinas, entre las ovaciones de la tripulación, y preparó para todos un plato inventado que Florentino Ariza bautizó para él: berenjenas al amor”.
Miguel Manríquez Durán. Poeta.
A veces la ficción supera a la realidad. Saludos!
A veces la ficción supera la realidad. Saludos
Ignoro la receta maravillosa de las berenjenas del amor, pero con tanta mención de platillos berenjenezcos, he de probarlas y practicar mi propia receta… espero obtener un buen resultado!