La Perinola: La olvidada calma

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Por Álex Ramírez-Arballo
Es un hecho, vivimos en una sociedad ansiosa y esto ocasiona muchas de las dolencias psíquicas y físicas que padecemos. Si el éxito de una sociedad se mide por el bienestar de las personas que la conforman, la nuestra es una sociedad fracasada. Ciertamente se han conseguido logros materiales que están fuera de toda discusión: vivimos, lo aceptemos o no, mucho mejor que nuestros padres (de nuestros abuelos mejor ni hablar); sin embargo, en algo no hemos podido superarlos, en la sabiduría de la vida simple, esa que garantiza un paso suave por el mundo. Podemos comprar muchas más cosas que ellos, sin duda, pero no podemos sentarnos debajo de un árbol sin otra obligación que la de mirar y mirar. Ya ni nos acordamos lo que es vivir sin sentir el inmenso peso de la prisa sobre nuestras espaldas.

La causa de nuestros males radica en un modelo social que tiene razón de ser una competencia infinita. Se supone que debemos vincularnos los unos con los otros exclusivamente alrededor de un juego que no acaba nunca: ¿quién es más fuerte, quién es más inteligente, quién es más astuto, quién es capaz de acumular más y más rápidamente, quién tiene más? Gracias a este artificio hemos podido construir edificios portentosos y hemos realizado como especie proezas inimaginables, pero el precio que hemos pagado ha sido muy alto. Hemos entregado la salud del cuerpo y el alma a cambio de migajas.




No sé si lo que voy a decir ahora les vaya a caer mal a algunos, no me extrañaría que así fuera: fuimos engañados y nosotros seguimos siendo cómplices de nuestros embaucadores; la vida no es una competencia extrema, salvo que se quiera ignorar que la vida está hecha de tiempo, un “activo” que no se renueva, que se va y no regresa nunca. Comprender nuestra existencia es liberador y nos sana siempre. Quien no compita acepta y quien acepta es invencible. Comprender la vida que tenemos es renunciar a los delirios que nos han sido inoculados por los mercaderes, recuperar el carácter de los viejos sabios que consiste en encontrar un sentido trascendente en la simplicidad de los hechos cotidianos. Dichosos los labios que saben decir “esto me basta”. Aceptar nuestra humanidad no significa tener que renunciar a nuestra capacidad inventiva, a nuestra voluntad y nuestro legítimo deseo de evolucionar y perfeccionar nuestras múltiples capacidades, que quede claro, pero no podemos vernos en el espejo realmente como somos si no asumimos también nuestras profundas e incurables limitaciones, nuestra debilidades y torpezas, nuestra condición de simples mortales.

A vivir se aprende viviendo, y no vive de veras quien no tiene los pies bien puestos sobre la tierra. Estamos aquí, por ahora, pero un día no estaremos: esa es nuestra fragilidad y también nuestra luminosa grandeza.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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