domingo, abril 28, 2024
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Imágenes urbanas: Una boca más

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
La noticia había corrido como reguero de pólvora en aquella calle de la invasión Pío XII, “Luis Miguel Becerra, el chamaco que de pronto se había estirado, hijo de don Pablo y la ‘Peri’, ya tenía mujer”.

Según los díceres, la noche anterior como a media noche, el muchacho de escasos 16 años le llegó a sus padres con la Tatiana López, el amor de su vida, la cual pronto cumpliría catorce y les dijo: “Apá, amá, traje a mi novia a vivir conmigo, en su casa no quieren saber de ella porque está esperando un hijo mío, pronto serán abuelos”.




A duras penas la “Peri” disimuló su coraje, sin embargo don Pablo estaba feliz ya que a él más que la escuela o algún oficio para ganarse la vida, lo que siempre le remarcaba a sus hijos varones era eso, que fueran machos, en su familia no quería “medias tintas”, y el que su hijo mayor hubiera dado ese paso no dejaba lugar a dudas: Era hombrecito como todos los Becerra.

En la mañana del día siguiente el par de tórtolos se fue de luna de miel al Parque Madero, dejando tras de sí la discusión al rojo vivo:

“¡Cómo es posible que hasta le festejes al muchacho lo que hizo, traer una boca más a esta casa, claro, los papás de la mocosa estarán felices, para ellos es una boca menos!”

“Calma mujer, donde comen siete comen ocho”.




“¡Qué ocho ni qué nada, nueve con el que viene, si apenas cabemos en este cuarto, ahora menos para que podamos tener una casa como Dios manda, con sala, cocina y comedor!”.

“Tranquila mujer que nosotros también nos juntamos más o menos de la misma edad que los muchachos”.

“¡Y así nos ha ido, no sé cómo hemos podido sobrevivir en este muladar, el ‘Luismi’ no sabrá ni escribir su nombre, nunca se ha ganado un peso, ah pero nada más le salió bigote y ya tiene mujer!”.

“Es inútil seguir discutiendo contigo mujer, lo hecho hecho está, es la ley de la vida y la sangre es la sangre, no les eches a perder la ilusión a los muchachos, déjalos tranquilos cuando menos estos días, más adelante me llevaré al ‘Luismi’ a lavar carros al estacionamiento del banco, acuérdate que Dios aprieta, pero no ahorca”. 




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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