Die Woestyn: La klasika

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Por Alí Zamora
Ocurre en todos los países de este ovoide mundo que habitamos… curiosamente sólo en las ligas de futbol asociación, pero ocurre.

En Alemania se le conoce como Der Klassiker (FC Bayern München contra BVB 09 Borussia Dortmund); en Italia se le conoce como derby d’Italia (juegos entre Internazionale de Milan y Juventus F.C.); en Francia elegantemente como Le Classique (encuentros entre Paris Saint-Germain y Olympique de Marseille); en Turqía los juegos entre Galatasaray S.K. y Fenerbahçe Spor Kulübü son conocidos como Kıtalar Arası Derbi (o Derby Intercontinental, debido a las locaciones de los clubes a ambos lados del Bósforo); en Portugal es llamado O Clássico (juegos entre S.L. Benfica y F.C. Porto); curiosamente en Escocia y Dinamarca estos acontecimientos son conocidos como Old Firm y New Firm respectivamente (entre Rangers y Celtic de Escocia, y entre F.C. Copenhagen y Brøndby IF, en Dinamarca); en Sudamérica el “Superclásico” es entre River Plate y Boca Juniors, y, finalmente, mundialmente conocido: El Clásico (Real Madrid versus Barcelona).

Hablo de esto ya que no hace mucho ocurrió en México El Clásico de Clásicos: el Club América contra Las Chivas rayadas de Guadalajara (mención aparte de que ganaron las chivas, perjudicó a su progenitora el América #ForeverYes, y se lució el Conejo, otrora Conejito, Issac Brizuela).

Curiosamente, entre todos los deportes que me ha tocado experimentar, ya sea en persona o de manera televisiva, la única paralela que puedo encontrarle a esos “clásicos” es a los juegos entre los Yankees de Nueva York y los Medias Rojas de Boston en las grandes ligas de los Estados Unidos (Major League Baseball). Y sé que mis padres antiyankees de patas coloradas, para decirlo muy a propósito.

Pero fuera de esas dos instituciones, ambas siendo en sus tiempos recintos del “Gran Bambino” Babe Ruth, no he podido encontrar eventos dentro de sus respectivas doctrinas deportivas que puedan tener el mismo peso que tantas personas le dan a tan variados juegos de futbol asociación.

En el baloncesto de la NBA hubo casi una década que los juegos entre el Jazz de Utah y los Toros de Chicago podrían haber sido llamados “clásicos”. El este contra el oeste, el bien contra el mal, Jordan contra Malone, su Majestad contra el Cartero.

Pero hay que recalcar que estos duelos se daban en las finales de la NBA, mientras que durante el calendario de temporada regular estos equipos se encuentran solamente en dos ocasiones (una en Utah, otra en Chicago).

Hay equipos que no se quieren dentro de la misma liga de baloncesto (véase New York Knicks y Miami Heat), pero no ha dado con una confrontación que pueda llamársele “clásico”.

Afecta también la volatilidad de la misma liga, la cual permite en la compra-venta y traspaso de jugadores que un equipo dado pueda tener personal completamente distinto la temporada siguiente.

Dentro del futbol conocido como “americano”, el de la NFL, algunos comentaristas dicen que los partidos entre los Acereros de Pittsburgh contra los Bengalíes de Cincinnati son juegos de “rivalidad” (“this is a rivalry game Mike!” “it sure is Mike!”).

Mientras que otro juego de “rivalidad” podría denominarse a los partidos que toman lugar entre los Empacadores de Green Bay y los Vikingos de Minnesota. Aunque aquí la “rivalidad” es invocada en gran parte debido a que los estados americanos de Wisconsin (dentro del cual se localiza Green Bay) y Minnesota son vecinos incómodos –pero eso sí: muy amables.

Fuera de ahí, hay personas que dicen que les vaqueurs de Dallas y los 49’s de San Francisco tenían despliegues de competencia enardecida en los 80’s y 90’s; pero hoy en día, Tony Romo, mariscal de campo de Dallas, no completa ni quince minutos de partido porque se le sube la bilirrubina.

Aquí cabe hacer un breve aparte porque escucho el murmullo de hooligans que se acercan a mí al no haber nombrado a ningún equipo de la Barclay’s Premier League dentro de las comparativas de “clásicos”.

Sí, hay grandes equipos dentro de la liga inglesa.

Sí, hay varios “derbis” que enardecen las pasiones de los fanáticos.

Pero… un clásico clásico ¿Hay? Digo, hoy en día se habla del “derby de Manchester” como el juego más interesante de la liga inglesa, disputado entre Manchester United y Manchester City (así como los duelos de los Xolos contra los Tigres son vistosos; sin embargo, no clásicos, en la Liga Bien-X); no obstante su actual estrato, no cuentan los citizens con la historia como para poder decir nosotros somos “el otro” equipo inglés.

Manchester Utd contra Liverpool, dicen otros. Pues sí. La historia está ahí, los dos clubes con la mayor cantidad de trofeos en dicha liga… pero pobrecito el Liverpool, ya déjenlo, al cabo que no van a ser campeones esta temporada (o la que sigue… o la siguiente… como no fueron en la pasada)

Y digamos… La Capital contra La Provincia, sentimiento que existe en AmeChivas, PSGOlympique, RealBarca, et al; lo podría tener un… ¿Arsenal contra Manchester United? Pero lamentablemente Arsenal no tiene el peso histórico para respaldarse, y, peor aún, sigue teniendo a Arsene Wegner al timón.

De igual manera, las peripecias monetarias que son únicas a la liga inglesa le permiten a dado club cambiar de entrenador, jugadores y filosofía de una temporada a otra –lejos han quedado los días de Sir Alexander Chapman Ferguson, CBE–, por lo cual es difícil sentir esa rivalidad nacional de legados e historia que debería trascender patrocinadores y nombres impresos en camisetas DuoDry o AdiFit.

Regresando al tema, a mí entender todos los deportes anteriormente mencionados –previo a mi aparte– hasta incluyendo el hockey sobre hielo, lacrosse y rugby, comparten varios de los instintos básicos requeridos en competencia. Por ende, deberían de ocasionar las mismas reacciones/respuestas en participantes y observantes.

Curiosamente no sucede así. Hay idiosincrasias endémicas respecto al lugar de origen de dadas personas que dictaminan ciertas “pasiones”: eso hay que admitirlo.
Pero eso no me contesta muchas preguntas que quedan pendientes respecto a estos asuntos geo-político-deportivos.

Yo, como fanático abiertamente del futbol –quien se despierta los fines de semana a eso de las 5 o 6 AM hora del Pacífico para ver la liga alemana en vivo–, pienso que es un testamento más respecto al deporte “rey” (no, no el beis) de este planeta.

Es una celebración de contrincantes, donde no importa si el Dortmund está en posición de descenso y el Bayern ya aseguró su título de liga, se van a agarrar hasta de la greña. Y si está jugando Franck Ribery, pues hasta dos tres cachetadas van a volar.

¿Será entonces el fanático del fucho el culpable de que existan los clásicos de futbol asociación y no en otros deportes? Puede ser.

En todos los deportes profesionales de los Estados Unidos hay maneras en las que se busca celebrar al fanático. Ya sea requerido debido a los subsidios monetarios que pueden recibir por parte del gobierno local o estatal al hacer donaciones a caridades, o simplemente buscando honrar ciertas memorias. Como el caso de los contratos “especiales”: acciones simbólicas donde un niño o niña con alguna enfermedad terminal, casual o desconocida, son contratados por un día por parte de un equipo de beisbol, futbol americano o baloncesto.

Si comparamos eso con, digamos, lo que hizo esta temporada el equipo Darmstadt de la liga alemana, al enterarse que uno de sus más grandes fanáticos, un joven con cáncer terminal, había fallecido: decidieron renombrar su estadio en su honor por una temporada completa. Entonces, por el resto de la actual temporada SV Darmstadt 98 competirá en Jonathan-Heimes-Stadion. Der Mensch liebt nur einmal.

Es un hecho simbólico de igual manera –como contratar al niño con leucemia que apenas y alcanza los 45 kilogramos (estando completamente empapado) en posición de receptor abierto por los Rams de St. Louis hoy Los Angeles–, pero no creo que Jerry Jones, actual dueño de els texans, accediese a cambiar el nombre del estadio donde juega su equipo: AT&T Field.

Y por aquello de los promotores, patrocinadores, S.A. de C.V., mapa genómico, petróleo, visas HB-2, formas 501(c) y oportunidades de franquicia, no sé qué tan plausible sería cambiar el nombre de dicho estadio, aunque fuese solamente por espacio de un partido.

Es esta comunión de alabado y alabante, icono y aficionado, que se multiplica infinidad de veces en un mismo hogar, colonia, ciudad, estado, país, continente o planeta, la cual crea un ambiente de contrastes, colores y emociones. Una pasión que trasciende y envuelve a hombres y mujeres con corazón que laten al unísono mientras rueda el balón.

Recordando, por supuesto, que no por ser pasión, una pasión ya es bien encausada y meritoria de su existencia propia.

Hay que recordar el terror del hooligan inglés y de los ultras húngaros y rusos.

Hay que recordar también el ambiente de terror e inestabilidad que se vivió en América del Sur por años (no enfocándonos en lo netamente social aquí), lo cual dio como consecuencia el hecho de que fuese casi imposible para mujeres y/o niños asistir a los estadios en persona por temor a sufrir en manos de terceros.

¿Será entonces que solamente este deporte puede crear una fiebre global de pasiones, donde hombres que se ven caminando por la calle, vistiendo la remera de su mismo equipo, decidan saludarse sin conocerse?

Son las mismas pasiones que hacen que un joven armenio le diga a otro “ape I can’t go out tomorrow” “why ape?” “What do you mean why? It’s El Clásico ape” “Oh fuck I forgot it was tomorrow. Can you tell your cousin I won’t make it then?” (escuchado en un establecimiento local de Glendale donde trabajaba mi esposa) (Ape es un coloquialismo en lengua Armenia que significa “bro”).

A final de cuentas, simbólico o no, bien encausado o no, la pasión por el futbol asociación y los clásicos existen, y ya sea una o dos veces al año, nunca hay que olvidar lo verdaderamente importante: que chingue a su madre el América…

 

 

El Alí. No soy de donde vivo, ni vivo de donde soy; pero si pienso lo que digo, puedo decir lo que pienso.


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