martes, mayo 14, 2024
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Espejo desenterrado: Época para no olvidar

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Por Karla Valenzuela
Yo siempre he tenido pavor a no olvidar; de hecho, me cuesta mucho trabajo olvidar, por ejemplo, el dolor, el daño; me resulta difícil dejar en el pasado muchas cosas que, de una u otra manera, me afectan.

En los días nublados de un otoño como el de hoy, la melancolía hace presa de mí y, entonces sí, no hay nada que pueda hacerme feliz. Y es que si de por sí el otoño es ya un estigma de nostalgia para mí, las nubes se encargan de hacer mis días más pesados, como si estuvieran ahí para recordarme que a veces el sol no sale para todos.

Fue un día nublado de un otoño ya no me acuerdo de qué año, en que una de mis peores tristezas se acercó a mí y comencé a sufrir las ausencias constantes, aún antes de que me quedara sola. El caer de las hojas, la llegada de un clima menos caliente, cálido al fin pero más augurando el frío me hacen recordar tantos momentos idos, tantos instantes vividos que una no hace más que escribir, a sabiendas que, hagamos lo que hagamos, el otoño siempre recorrerá las islas de nuestro pesar.

Es el caso de que siempre he batallado con el olvido y, sin embargo, hoy – en este instante de mi vida – también le temo a olvidar. Mi abuela paterna y además mi padre engrosan las estadísticas de gente con Alzheimer, una enfermedad que no mata, pero que poco a poco acaba con la memoria de quien la padece y también deteriora la relación con la gente cercana. Y sí, todos podemos padecerla, sobre todo si tenemos antecedentes familiares.

¿Qué hago para no olvidar? Procuro tener mi mente activa, leer, estudiar, pensar en cosas creativas y, aunque me pese, tratar de no olvidar aunque sea contrario a lo que añoré toda mi vida.

Esta semana incluyó el Día Mundial del Alzheimer y muchas historias a propósito de esto salieron a la luz, pero en lo que debemos hacer énfasis en precisamente en aprender a no olvidar. Vivimos tiempos acelerados en los que en un momento pensamos algo y al otro instante ya estamos en otra cosa. Somos prácticos, y en la práctica, dejamos pasar que tenemos – debemos – procesar la información, digerirla y mantenerla ahí para cuando nos sirva.

Un amigo solía decir :“Yo sé muchas cosas que no sirven para nada, pero que algún día van a servir”, y es cierto, todo sirve, sólo hay que encontrar el momento.

Y hoy es uno de esos instantes perfectos para no olvidar, para permanecer en los recuerdos, para regodearse en la melancolía inaudita y a veces absurda. Duele, pero duele más haber olvidado todo de la noche a la mañana y no recordar por más que se intente. ¡Feliz otoño, feliz melancolía! ¿Qué me traes hoy además de recuerdos?

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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