domingo, mayo 12, 2024
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Tiempo de recordar a Sergio Valenzuela

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Por Karla Valenzuela
En medio de letras, de frases, de sentimientos, de emociones, de libros repletos de verdades que tal vez pocos se atreven a decir, Sergio Valenzuela, mi “padre putativo”, como él mismo se hacía llamar, vivió y se manifestó en pro y en contra de lo creía correcto o incorrecto, aunque la mayoría de las veces,  ya optaba por reírse de los sucesos sin sentido y reinterpretar el presente que le tocó a través de su obra.

Siempre con un tono festivo, pero casi con la solemnidad que ameritaba – como en Crónicas de EvaValenzuela Calderón sabía hacer uso de la parodia y procurar –de veras– una complicidad con el lector que siempre lograba saber que sus historias eran elementalmente ficcionalizadas, nunca oficiales.

Pero Sergio Valenzuela era –sobre todo– amoroso; vivía para escribir porque amaba lo que hacía, siempre lo amó hasta con su alma. Carmen deja ver a un escritor precisamente amoroso, dolido, totalmente melancólico, pero por demás ameno.

Y si leerlo es una delicia, platicar con él era un privilegio. La poesía de su obra, de su narrativa, provoca placer, pero sus charlas en vivo eran un verdadero descanso para el alma.

Tiempo de soltar palomas, La Putación, De oráculos dispares  y todos los textos que escribió aquí y allá sin parar un solo instante, lo marcaron para siempre como uno de los escritores sonorenses más influyentes no sólo en el estado, sino también en el extranjero. Él, con textos publicados en Barcelona y en la Ciudad de México, es uno de los primeros que logró sacar sus letras de estos lares para llevar a Sonora a otras partes del mundo. Y es que Sergio, hermosillense, nunca pareció nada más de la Ciudad del Sol, ni él, ni su literatura. Era Sergio Valenzuela y su nombre podía resonar en el mundo entero.

Y no creo exagerar cuando digo que fue uno de los escritores más influyentes, porque conozco y reconozco muchas generaciones que, incluso tras su muerte, hace poco menos de cuatro años,  han leído su obra, que es objeto de análisis­ y admiración absoluta.

Como amiga, debo decir que yo lo empecé a querer por leerlo, lo quise para siempre desde la primera vez que charlamos. Su defensa de la palabra, su decisión para la crítica, su sensibilidad para la vida, solían engatusar a cualquiera que se acercaba a él.

Aún poco antes de su muerte, trabajaba en varias ideas, en algunos textos en medio de libros y manuscritos aparentemente en desorden, pero no, en su mente –créanme– todo estaba categóricamente ordenado.

Y hoy estamos aquí recordándolo en su vida y obra, y yo no creo que se pueda dividir: su vida era su obra, la palabra era su vida, el mejor regalo que pudo heredarnos a todos.

Karla Valenzuela

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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