Espejo desenterrado: ¡A danzar felices por la vida!
Por Karla Valenzuela
Desde hace 24 años, se realiza en Sonora Un Desierto para la Danza. Personalidades como Martha Bracho, Matty Suárez, Beatriz Juvera, Miguel Mancillas, Adriana Castaños, Evoé Sotelo, Benito González y muchas otras, han puesto en alto aquí y en el mundo a Sonora a través de esta disciplina. Lamentablemente, como bien dice el mismo Mancillas, la danza se sigue percibiendo como algo raro y, por supuesto, como algo inentendible por la sociedad.
Lo extraño es que todos utilizamos el baile y –todos– tan siquiera una vez en la vida tenemos que hacer uso de esta manera de expresión para manifestarnos en cierto universo; es decir, el baile –de por sí– es habitual en la vida del ser humano, y entre los sonorense no es la excepción.
Una vez dicho esto, debemos entender que la también llamada “poesía en movimiento” está más cerca de nuestra idiosincrasia de lo que nosotros creemos y ésta no es sólo para eruditos ni puristas del arte; es indiscutiblemente para todos. Uno de los ejemplos más evidentes es, sin duda, Manuel Ballesteros, quien a través del baile, ha sabido reestructurar la música regional y llevarla a la danza contemporánea.
El baile, como la música, está en nuestra vida diaria y en cualquier parte. No hay pretexto que valga para no asistir a alguna función y no se vale tampoco decir que es algo elevado, algo que no podemos comprender.
La danza se trata del cuerpo, de las emociones, de los sentimientos, de las diversas manera que tenemos para manifestarnos vivos. La danza se trata de historias, de cuentos de una vida real reinterpretada a través de formas corporales; se trata de construir y reconstruir nuestra manera de ser y de pensar, tal y como lo hacemos diariamente.
Así que esta vez démosle una oportunidad y asistamos al festín de Un Desierto para la Danza en este abril, que –como bien dice Angnes de Mille– “las expresiones más auténticas de la gente están en su baile y en su música. El cuerpo nunca miente”.