Celuloide: Napoleón, oiga Ridley ¿Cómo se llama esa morra?
Por Jesús Ricardo Félix
Cuando el director Richard Attenborough nos presentaba a inicios de los noventas la figura carismática de Charles Chaplin, con ayuda de Robert Downey Jr, no solo retrataba al cómico exitoso, sino también al mujeriego, el artista egocéntrico huyendo de la persecución encabezada por el Edgar Hoover. Se dice que el ultraconservador director del FBI había armado un expediente de más de dos mil páginas para lograr procesarlo. El resultado final dio lugar a una gran película, donde la admiración del realizador por el personaje en cuestión no le impidió producir una obra de alta calidad. Cuando Oliver Stone invitó a cenar a Val Kilmer para buscar a su protagonista para el filme The Doors, nunca imagino que este llegaría caracterizado de Jim Morrison. Es verdad que Oliver Stone fue acusado de mitificar al famoso vocalista, sobre todo por los integrantes de The Doors, quienes se quejaron de la forma “negativa” que se retrató al cantante, a pesar de ello la película fue un éxito que revivió la nostalgia sesentera a inicios de los noventas. Y es que cuando un director se dispone a filmar la biografía de un personaje tan célebre, se expone a caer en errores históricos que decepcionen a la audiencia. Aunque también sucede que al mezclar un poco de ficción para sazonar la historia, se eleven los ingresos en la taquilla. Es por eso que en está ocasión en El Celuloide hablaremos sobre Napoleón.
Napoleón es una película dirigida por el realizador británico Ridley Scott en el 2023. El guion corre a cargo del escritor norteamericano David Scarpa, quien es un colaborador frecuente de Scott. Los personajes principales: Napoleón y Josefina, están interpretados por los actores Joaquin Phoenix y Vanessa Kirby respectivamente. Antes de comenzar la película, sabemos que Scott es garantía de calidad técnica, un director que hace especial énfasis en la banda sonora, que nos recuerda a directores de la talla de Kubrick, incluida cierta dosis de ostentosidad que no puede faltar en sus producciones. En Napoleón somos testigos de una especie de homenaje a Kubrick, con una fotografía meticulosamente diseñada, que evoca la estética simetría de escenas salidas de Barry Lyndon o Full Metal Jacket. También parecen cuadros vivientes de un Jean-Léon Gérôme, que raya en lo sublime.
Gran historia, gran director, grandes actores, fotografía, inspiración, etcétera, uno pensaría que la fórmula es ganadora por donde le busques, pero al transcurrir los minutos, uno no puede evitar decepcionarse. Ya lo sabemos Don Ridley, usted no es historiador, lo que busca es entretener y vender boletos, pero no puedo dejar de pensar que al delinear a Napoleón le aflora su lado “british”. Nunca vemos al gran lector, pero si vemos al mal amante, nunca al intelectual y si al berrinchudo, nunca vemos al brillante estratega y si al egocéntrico psicópata disparando a las pirámides de Egipto (Sacré Bleu!). No lo vemos promover nuevas leyes, un sistema de carreteras, estabilizar los impuestos, mejorar la educación superior o crear un código civil. Ridley parece ignorar todo eso para enfocarse en un neurótico rebasado por sus emociones, su mirada británico-estereotipada parece rebajar al personaje a la categoría de un sentimentaloide, peleando con Josefina mientras juega a ser Alejandro Magno.
La película de Napoleón es definitivamente poco recomendable, los actores tratan de hacer lo que pueden de una escena a otra, tratando de conectar mientras el guion da saltos gigantescos por la historia, llenándonos de imprecisiones. Oiga compa, no me esperaba una clase de historia pero ¿cómo se llama esa morra? ¿Josefina? La que yo recuerdo era influyente, poderosa, inteligente, la de la película es una mujer muy básica que raya en lo bobo. No sé qué sentirán los franceses al ver el pobre retrato de Napoleón que nos ofrece Scott, pero imagino a Steven Spielberg haciendo una película sobre Pancho Villa, donde el personaje hable en inglés y se haga énfasis en su gusto por la malteada de fresa.