Espejo desenterrado: Adiós a todo, querido José Agustín
Por Karla Valenzuela
Con un adiós, adiós a todo, como quien presagia su huida desde la tumba y sin embargo le faltaban muchos años para llegar a ella, este martes, 16 de enero, el entrañable escritor mexicano José Agustín, dejó su cuerpo para instaurarse en la eternidad.
Atrás deja generaciones enteras que aprendimos a ver la vida de una manera distinta a través de sus letras; los niños que fuimos, los jóvenes que estaba antes de que nosotros llegáramos y hasta los viejos que cambiaron su perspectiva del mundo justo después de leerlo, nunca más volvimos a ser los mismos; de hecho, jamás nada tornará a ser igual.
Fue su novela De perfil, que en aquel momento le pedí a mi madre que me comprara, mi primer encuentro cercano con su literatura; después, busqué con avidez toda su obra y, durante años, seguí leyendo y releyendo sus pasos. Fabulosamente, sus libros pueden narrar casi cualquier época de México, siempre, pues, están en “onda”, aunque aquella a la que él pertenecía no fuera igual.
A él, antes que a mi maestro Antonio Villa, le debo incluso mi gusto y admiración por Juan José Arreola, quien fuera su mentor y guía desde su primer taller literario. Me atrevo a pensar que ambos se hallaron bien en el humor, en la satírica forma de ver la realidad y reírse de ella.
Y tal es el caso que hoy, luego de vaticinar su despedida, el guerrerense – y a la vez tapatío- se ha ido, ungido por el zapatismo, con la remembranza de un ya 1968 lejano, con el rock, con la época de pura inercia – como la de hoy-, con los desvelos, las noches de fiesta, los cigarros, el alcohol y todo lo demás.
“Ya estabas hasta la madre de todo, y por eso te fuiste”, José Agustín; tu obra permanece.
*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.