Celuloide: Bardo

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Por Jesús Ricardo Félix
Jesús Ricardo FélixAlejandro González Iñarritu es sin duda uno de los directores mexicanos más sobresalientes en la actualidad, Alfonso Cuarón y Guillermo del Toro completan el trío. A fines de los ochentas este grupo de amigos debutarían en el programa de canal 5: La hora marcada. Los realizadores han confesado que ahí aprendieron a utilizar muchas de las técnicas a utilizar en su futura carrera. Además la experiencia de Iñarritu en radio y la música lo terminarían de preparar para adentrarse en el mundo del séptimo arte.

 No es mi intención hacer un análisis exhaustivo de su trabajo como director pero en busca de simplificar su trayectoria nombraremos a algunos de sus principales colaboradores. En la primera etapa hizo mancuerna con el escritor Guillermo Arriaga, con quien abordaría su galardonada trilogía: Amores perros,  con la que se abrió paso en el mundo del cine, 21 Gramos donde comenzaría su peregrinar en Hollywood y Babel donde el director sería nominado al Óscar a la mejor dirección. La fórmula narrativa utilizada en esta primera etapa es de historias contadas de manera no lineal para después conectar todo y permitir a la audiencia armar el rompecabezas. Hay que recordar que Arriaga acostumbra usar el número tres para estructurar la mayoría de sus historias.

En una segunda etapa colabora con el escritor Argentino Nicolás Giacobone y juntos escriben el guion de su próxima película: Biutiful. No es que la película fuera mala pero el público estaba acostumbrado a la mancuerna Iññaritu/Arriaga por lo que se esperaba otra cosa siendo el máximo logro del filme la actuación de Javier Bardem.

Después aparecerían nombres como el director de fotografía Emmanuel Lubezki, junto al cual Iñarritu filmaría una de sus mejores películas: Birdman.  Con El renacido el dueto conseguiría su segundo Óscar en fila, llevando a la pantalla una adaptación de la novela de Michael Punke.

En el presente mes se estrenó en la plataforma Netflix: Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades. Es por eso que en esta fría semana de diciembre hablaremos de Bardo de Alejandro Iñarritu. Para ello el realizador vuelve hacer mancuerna con el escritor Nicolás Giacobone y en la dirección de fotografía elige a Darius Khondji. Este fotógrafo es reconocido por su trabajo al lado de figuras como Roman Polanski, Dany Boyle y Woody Allen.

La película Bardo se centra en la figura de Silverio Gama, un documentalista interpretado por Daniel Giménez Cacho. El personaje se ha visto obligado por cuestiones de trabajo a vivir en Norteamérica, por lo que vive con la añoranza de regresar a su país. Silverio está casado y tiene dos hijos, va recibir un premio y así como cuando Guido Anselmi busca dentro de sí mismo para superar su crisis creativa, Silverio busca reencontrarse con su identidad. Bardo parece más que una película un experimento visual del director mexicano. Si antes vimos la Roma de Cuarón, la Belfast de Branagh y La mano de Dios de Sorrentino ¿Por qué rayos no iba buscar Alejandro vendernos su autobiografía?

Alerta de Spoilers, Porque si Bardo: porque Alejandro y Darius Khondji nos presentan lo mejor de la película una increíble fotografía, porque Giménez Cacho y Griselda Siciliani nos regalan buenas actuaciones, porque tiene sus momentos chuscos como el dialogo con Hernán Cortes o cuando un extra dice: aquí filmando la película de un mamón.

Porque no Bardo: es una película pretenciosa, egocéntrica, el director se olvida de contar una historia y se enfoca en el experimento. En lo personal me pareció aburrida, cuando buscaba adentrarme en el conflicto del personaje, Iñarritu salía con otra escena pretenciosa que me sacaba de la ficción. Hasta la escena de la sombra en el desierto recuerda a 8 y medio de Fellini. Las personas con la oreja pegada al asfalto recuerdan al video Just de Radiohead. Quiero pensar que a la plataforma Netflix le funciona la fórmula autobiográfica, pero ojo que en la actualidad no existe algún Fellini que este más allá del bien y el mal.

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