Basura celeste: Una novela como pocas

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Por Ricardo Solís
Muchos lectores saben –o dan por sabido– que la novela El guardián entre el centeno (The catcher in the rye), del escritor estadunidense J. D. Salinger (1919-2010), es una de las más conocidas e influyentes en la historia de la literatura, y esto no sólo de acuerdo con su calidad narrativa sino con una larga serie de hechos que la han convertido también en un texto que se ha ligado a la controversia y la polémica (algo que parece incrementar su atractivo en lugar de reducirlo).

En este sentido, tras dos semanas de haber sido publicada (en 1951) la novela alcanzó la primera posición en el listado de best sellers del New York Times, donde permaneció por años; al mismo tiempo, de acuerdo con la American Library Association, la historia del atribulado joven de 16 años (Holden Caulfield) a quien expulsan del colegio y pasa tres días en la ciudad para no enfrentar a sus padres, se convirtió casi de inmediato en la “favorita” de la censura a partir de su aparición.




¿Por qué se afirma lo anterior? Pues porque se trata del libro que más solicitudes de prohibición tuvo entre 1957 y 1975 en los Estados Unidos, el que más expulsiones de maestros provocó y mayores debates ha suscitado durante las pasadas seis décadas. ¿Ejemplos? Sobran: en 1960, en Tulsa, Oklahoma, la administración de una escuela preparatoria expulsó a un profesor que asignó la novela de Salinger a estudiantes de segundo grado; a pesar de que el docente ganó su caso en los tribunales, el libro permaneció fuera de la lista de lecturas “permitidas” por la institución.

Una década más tarde, ahora en el estado de Pennsylvania, un grupo de padres de familia protestó porque la novela se incluyó en el programa de una clase de literatura y, tras protestar, la junta escolar se pronunció a favor de “prohibir” el libro. Poco después, padres de familia de Nueva Jersey se quejaron en las escuelas de su zona por el lenguaje “sucio y profano” de la novela y su aparente “promoción” del sexo premarital, la homosexualidad y la perversión, además de denunciar su “explícita pornografía” e “inmoralidad”, lo que condujo a limitar su distribución y lectura sólo para estudiantes “avanzados” (y esto únicamente con aprobación expresa por parte de sus padres).




Durante los setentas y ochentas, El guardián entre el centeno continuó como el objeto central de una intensa censura, incluso hubo grupos de ciudadanos que buscaron ante organismos locales vinculados al Congreso de los Estados Unidos que la venta del libro se “limitara” o de plano se prohibiera. De hecho, un grupo de padres de familia –otra vez– en un pueblito del estado de Washington aseguró que en el libro se podían ubicar con facilidad cerca de “800 evidencias” de lenguaje “profano”, pero de igual modo se acusó a la novela de formar parte de “una conjura comunista que perseguía cooptar a estudiantes de preparatoria” (una preocupación que, a pesar de su ridiculez, se vio validada cuando la escuela prohibió –a fin de cuentas– la obra).

Así, las objeciones al libro persisten hoy día en el vecino país, casos no muy diferentes a los ya referidos han ocurrido lo mismo en Ohio que en Alabama, Florida, Dakota del Norte, California, Mississippi, Illinois o New Hampshire; la constante ha sido quejarse ante los organismos y comisiones educativas locales para evitar la lectura del libro por múltiples razones; entre las más socorridas, sus “directas” alusiones a la sexualidad, a la “ausencia de Dios” y su “retrato misantrópico de la sociedad estadunidense” de la segunda posguerra.




Por otra parte, abundan quienes atribuyen a esta novela la posibilidad de “obsesionar” a sus lectores e “incitarlos” a cometer alguna clase de delito o crimen, una fama que se debe a las declaraciones de personas como Mark David Chapman, quien asesinó a John Lennon y llevaba el libro consigo cuando lo hizo; casi de idéntica forma, John Hinckley Jr., quien disparó en contra del presidente Ronald Reagan en 1981, incluyó en sus alegatos estar “obsesionado” con la novela; por si fuera poco, Robert John Bardo, el hombre que mató a la actriz Rebecca Schaeffer, fue capturado y se descubrió que llevaba una copia de la novela entre sus pertenencias cuando visitó el departamento donde vivía Schaeffer. Seguro que estos tipos son parte de los motivos que tienen muchas asociaciones de padres de familia en los Estados Unidos para calificar al libro de Salinger como una “biblia antisocial” y buscar su prohibición.

Ahora bien, es cierto que Holden Caulfield se la pasa diciendo “malas palabras” a lo largo de El guardián entre el centeno; se trata de un lenguaje que se suele calificar como “vulgar” porque consiste en el empleo de términos como “damn”, “hell”, “crap” y “ass”, y son proferidas por un joven de 16 años que maldice con enorme autoconciencia, hace uso de estas “groserías” con gran soltura, frecuencia y eficacia.




No hace falta aclarar que, en la actualidad, muchas de estas “malas palabras” que aparecen en el libro ni siquiera se considerarían un peligro para estudiantes de secundaria; de hecho, la palabra “fuck” se utiliza apenas tres o cuatro veces y, además, Holden Caulfield parece siempre contrariado por tener que usar un lenguaje que no parece agradarle del todo. Por supuesto, la novela introduce también expresiones del slang de la época, como el término “screw up” (que puede ampliar sus alusiones significativas desde “coger” o “joder” hasta algo que simplemente se “echa a perder”).

De acuerdo con algunos críticos, esta novela es importante para la tradición literaria norteamericana porque rompe con un “molde” convencional, se aleja de la trama y se centra preferentemente en el desarrollo de su personaje principal; así, Holden Caulfield, el protagonista, se ha convertido con el paso del tiempo en un símbolo de la “angustia adolescente”.




Finalmente, parte de la enorme influencia que la historia y el personaje han despertado en la cultura estadunidense se puede rastrear en libros, películas o canciones. Por ejemplo, en una cinta como Field of dreams (1989), de Phil Alden Robinson y con Kevin Costner en el rol estelar (como Ray Kinsella, otro personaje de Salinger, por cierto), hay una escena en la que algunos padres de familia tratan de prohibir el libro The boat rocker –escrito por alguien llamado Terrence Mann (James Earl Jones), un visible alter ego de Salinger– por razones similares a las que aluden quienes desean impedir la lectura de El guardián entre el centeno.

¿Otro botón de muestra? La reconocida banda de (dizque) punk Green Day no ha negado nunca que su célebre canción “Basket case” (incluida en el disco Dookie, de 1994) se inspira en el antihéroe creado por Salinger (eso por citar la más famosa, porque otro de sus temas se llama “Who Wrote Holden Caulfield?”, aunque es anterior y no tuvo un éxito similar).

Y la lista podría seguir de forma indefinida. Lo que no puede negarse es que El guardián entre el centeno es una historia cuya fuerza continúa ganando lectores, una obra que costó a su atribulado autor no pocos sinsabores. Cualquier biblioteca personal que guarde un lugar de privilegio para esta novela se halla muy lejos del error. ¿Por qué? Se trata del libro “más robado” (de librerías o bibliotecas públicas) en la historia de los Estados Unidos. No encuentro mejor prueba.




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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