La Perinola: La vida de un hombre

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Por Álex Ramírez-Arballo
Los medios informan de un hombre que ha muerto en las calles de Hermosillo. El cuerpo no tiene señales de violencia, dice la nota, por lo que se supone la causa del deceso es atribuible a las condiciones de temperatura extrema, es decir, el hombre murió sofocado por el calor.

El caso llama mi atención porque en estos días he visto, siempre a través de las redes sociales, la reacción masiva de sus usuarios ante casos que al parecer provocaron una indignación unánime. Primero, las tortugas que al intentar atravesar la calle al poniente de la ciudad morían aplastadas por los vehículos; esto ocasionó, como digo, una reacción inmediata, lo que llevó a que incluso se tomaran medidas de parte de las autoridades, como señalamientos y exhortos a los conductores.




Luego llegó el asunto de los búhos o tecolotes llaneros. Los naturalistas de la ciudad se organizaron para impedir su depredación e informar a la ciudadanía de la importancia de esta fauna; recuerdo haber leído más de alguna nota en la que gente bien intencionada y mejor informada se encargaban de explicarnos datos muy importantes sobre estas aves. De nuevo una especie de exacerbación virtual, un runrún, una alta marea de voces en Twitter y en Facebook.

Entonces llegaron las garzas sedientas. Algunas de estas aves, al parecer muy jóvenes y torpes, intentaban desplazarse y de nuevo fueron víctimas de los motoristas despistados; las autoridades de inmediato prometieron ponerse en acción, promover la educación e instalar radares medidores de la velocidad. Las asociaciones de amantes de los animales alzaron las manos en señal de algarabía. En el mundo virtual la nota fue compartida multitudinariamente.




Los medios informan de un hombre que ha muerto en las calles de Hermosillo. El cuerpo no tiene señales de violencia, dice la nota, pero se equivoca: el hombre murió víctima de la violencia más atroz de todas, la indiferencia. La vida de un vagabundo no le importa a nadie, y cuando digo a nadie no estoy tratando de exagerar dramáticamente, lo digo porque el silencio mediático que ha rodeado el deceso de este desconocido debe movernos a realizar una reflexión ética que no caiga en el reduccionismo simplista de suponer que ayudar a los animales y a las personas son acciones mutuamente excluyentes.

“Eran los tiempos en los que valía más la vida de un hombre”, dice el escritor sonorense Gerardo Cornejo en su célebre novela “La sierra y el viento”; pues bien, parece ser que hemos llegado a los tiempos en que la vida de un hombre vale menos que poco, vale lo mismo que nada. El olvido cínico del valor de la vida humana nos alcanzará a todos algún día: este es el horrible destino que hemos creado.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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