jueves, abril 18, 2024
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Basura celeste: Ciertas preguntas de Gombrowicz

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Por Ricardo Solís

I

En su libro Cosmos (Seix-Barral, 1982), Witold Gombrowicz se pregunta si acaso lo que nombramos como “realidad” tiene, en esencia, un carácter obsesivo pues, refiere, “dado que nosotros construimos nuestros mundos por asociación de fenómenos, no me sorprendería que en el principio de los tiempos haya habido una asociación gratuita y repetida que fijara una dirección dentro del caos, instaurando un orden”; de esta forma, el planteamiento no carece de atractivo si se piensa en la gratuidad e intermitencia que –sin sorpresa– impone condiciones de orden a lo caótico, una venenosa sentencia que permite sospechar que cualquier forma de trascendencia resulta una soberana ridiculez.

En lo personal, me encanta citar bajo la traducción del gran Sergio Pitol, sólo por el hecho de confiar en el gran maestro; ahora, de regreso a Gombrowicz, pasa que otorgamos una importancia excesiva a esa “asociación de fenómenos” gracias a la cual edificamos “lo real” o, incluso, creemos tontamente que posee alguna clase de “propósito” (divino o no). ¿Dónde el disfrute del texto? En la ironía que desemboca en carcajada o desacuerdo.




II

Gombrowicz, en el mismo libro, se pregunta: “¿Es que nunca nadie será capaz de transmitir el balbuceo del momento que nace?”; la respuesta posible es una negación definitiva, aunque tan patente –y potente– que hace posible creer en el “no sé qué” antevisto por San Juan de la Cruz y acuñado en una expresión tan volátil como no exenta de utilidad.

Complementa la frase anterior otro cuestionamiento del polaco: “¿Acaso se puede estar seguro de algo?”. Por supuesto, negar es nuevamente la mejor manera de contestar pero sin la enunciación, en un silencio nada solemne que propone antes una interrogante que la ramplonería textual más visible (de la que tampoco escapa del todo).




III

En Cosmos, Gombrowicz explora asimismo la imposibilidad de “concentrar la atención” en lo que sea porque –detalla– “el mundo es cien millones de veces demasiado opulento, ¿qué haré con mi distracción?”; así, admitir este hecho es de igual manera la forma de consignar la opulencia de una “realidad” en donde la fijación de la mirada no descansa en la estabilidad aparente de lo objetivo, antes lo contrario, puesto que la probable ecuación estética persigue, antes que nada, el valor múltiple de dos variables: el vértigo fijado de Rimbaud y la mirada oblicua de Shakespeare.




IV

Y quizá parezca mentira (como todo en la ficción), pero las palabras en este Cosmos no quedan en frases de especulación o llano pesimismo ante la grata imposibilidad de “referir” las cosas; de hecho, la ironía saludable reside justo en lo que destaca el propio Gombrowicz cuando escribe que “no existe una posibilidad irrealizable”, a lo que suma que “toda trama es posible”.

Los términos del creador de Ferdydurke, me parece, juegan desde la inestabilidad juguetona de un estilo y una voluntad narrativa que ahondan en la despreocupación para cercar sus indagaciones acerca de “lo humano” (por pomposo que suene); después de todo, qué otra cosa es una novela. Un momento… ¿Acaso Cosmos es –finalmente– una novela?




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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