jueves, abril 18, 2024
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Basura celeste: Uno de los libros de Rosa Montero

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Por Ricardo Solís
Rosa Montero (Madrid, 1951) es una escritora cuya proyección internacional es innegable y posee una legión de lectores que no pocos de sus colegas envidian; así, con más de una decena de novelas y una experiencia nada desdeñable como periodista, debo decir que llevaba unos años ya buscando hacerme con su libro El amor de mi vida (Alfaguara, 2011), un compendio de artículos suyos que se publicaron en diferentes medios y revistas, todos acerca de autores y obras literarias (ya fueran novedades o se tratara de algún aniversario de cierta trascendencia).

Primera virtud: el libro se deja leer fantásticamente. Y no sólo porque la escritura de Montero tiene un marcado tono periodístico, se trata además de textos muy breves que van de cuatro a una docena de páginas sin peligro de repeticiones y con una soltura muy efectiva. Es posible que los lectores asiduos de esta narradora “reconozcan” más de uno de estos breves artículos, pero lo que no podrán negar es que la experiencia de conjunto brinda una satisfacción diferente, la sensación de que aprendemos o descubrimos algo, de que no siempre es inútil atender a la recomendación entusiasta que nos hace un autor (quienquiera que sea).




Segunda virtud: la escritora se centra en la lectura y sus bonanzas adyacentes; resulta casi imposible negarle a Montero que su emoción ante tal o cual libro es contagiosa, quizá porque rara vez se aleja de la consigna común entre los mejores comentaristas literarios –subrayo “comentaristas”, no me refiero a los críticos dizque profesionales cuyo “negocio” es muy distinto– del orbe hispánico, es decir, referirse a aquello que les gusta.

Tercera virtud: si el libro cae en sus manos en estos tiempos, mucho mejor, la distancia temporal ayuda a que estos escritos den la impresión de ser ensayos ligeros, textos que podrían prolongar su temple comunicativo, de mantener el grado de su reflexión y funcionar debidamente como ejemplos de instrumentos para la promoción lectora.




Primer detalle: si bien los conocimientos que exhibe y despliega Montero en estos textos parecen admirables, lo cierto es que no es infrecuente que incurra en algunos errores. El más evidente se aprecia en su artículo sobre Mary W. Shelley y su muy conocida novela, porque ahí se afirma que la propiedad donde coincidieron –en junio de 1816– Mary, Lord Byron y Percy B. Shelley, Villa Diodati, fue adquirida por Byron (cuando solamente la alquiló), a eso se suma que su descripción del entorno es harto diferente a la que imperaba entonces (el famoso “verano que nunca llegó” debido a la erupción volcánica del Monte Tambora, en la Indonesia actual). Por otra parte, es claro que no requirió mencionar al joven doctor Polidori, así su participación en estas reuniones hubiera sido decisiva y su cuento resultante (“El vampiro”) tan influyente en la literatura por venir como la criatura sin nombre de Mary Shelley.

Final: de cualquier forma, más vale ceñirse al hecho de que poco se puede reclamar a El amor de mi vida, porque después de todo se defiende la lectura como actividad placentera (cuya importancia es tal que, detalla la autora, dio origen al título del libro porque justamente los libros son eso, su amor más importante), como la “vida virtual más poderosa” entre las que nos permiten conocer y “vivirnos” en sus personajes o situaciones para, de esa forma, “compensar la finitud” que nos marca como especie.




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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