martes, abril 16, 2024
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La Perinola: La raíz del mal

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Por Álex Ramírez-Arballo
En México tenemos grandes problemas sociales, lo que es evidente en sí mismo y muy conocido por todos; entre esos problemas descuella, sin ninguna duda, el asunto de la violencia. La inseguridad es una traba enorme en los procesos de desarrollo económico y cultural de las naciones; estoy convencido de que en el futuro los estudiosos se llevarán las manos a la cabeza calculando el daño tremendo que estos años de plomo han causado al país. No basta, sin embargo, conocer el inventario de nuestras desdichas, además es preciso indagar de manera racional en las posibles soluciones. Hablar sin proponer es hoy en día, y dada las circunstancias, una auténtica obscenidad.

Los comentaristas que llenan los medios de comunicación con millones de palabras siempre coinciden, no sé si por pereza o por ventajismo político, en señalar que la raíz del mal es la pobreza; se hace una regla de tres simple: la persona es pobre, se siente desesperada y como no tiene alternativas procede a afiliarse con los malosos de turno. El narcotráfico, el robo y el secuestro son, según esta gente que dice saberlo, las nuevas bolsas de trabajo a donde los aspirantes deben acudir en la búsqueda de una oportunidad “laboral”.




No soy ciego para no ver una relación de causa y efecto entre la marginación y la delincuencia, pero me resisto a creer que la miseria sea el origen definitivo de todas nuestras dolencias; hay otras causas que no son mutuamente excluyentes, sin duda. Desde mi punto de vista el gran reto que enfrentamos es el de la destrucción de la persona. Vivimos en una época en la que de manera global los valores humanistas tradicionales han sido desterrados por la élite intelectual y política. El ideario del sentido, el valor, la trascendencia y la belleza hoy son asunto de risa, incluso en las academias; lo que nos ha quedado en las manos es un estado de desesperanza, un nihilismo vulgar que no desea más que saciar lo más rápidamente posible los deseos de placer y poder.

Ante situación tan dramática se me ocurre una solución de doble vía. Por un lado, es inevitable pensar en el fortalecimiento serio de la educación a través de programas de estudio que recuperen materias consideradas de “relleno”, pero que han sido desde la antigua Grecia el basamento más sólido de la formación humana y, en consecuencia, de la constitución de sociedades firmes, avanzadas, democráticas; me estoy refiriendo a la filosofía y el arte, a la lengua y la historia, es decir, a las humanidades clásicas. Hoy más que nunca tengo la firme convicción de que el sabernos partícipes de una tradición nos otorga un rumbo claro en la vida.




Por otra parte, pienso en una solución de carácter ético que implique la recuperación del talante solidario que las grandes filosofías han defendido siempre; no hablo de religión, sino de una moral necesariamente laica, porque solo así será accesible a todo mundo sin que conlleve la imposición o colonización de nadie. Me refiero al estudio y formación en el amor y la cooperación, en la construcción de una conciencia de la dignidad de la persona y del altísimo deber que tenemos todos de respetar la vida y fomentar el cuidado de los demás.

No, no solo la miseria económica empuja a las personas a ejercer la violencia, también lo hace, y en un grado no menor, la miseria espiritual.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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