Imágenes urbanas: La palmera
Por José Luis Barragán Martínez
Cuando llegó el tiempo, porque la naturaleza tiene sus tiempos y no se puede evitar, Adriana amó, con el amor de la adolescencia, el de los sueños sanos, ilusionados, el perfecto.
Planearon casarse a pesar de su juventud y vivir en una colonia modesta, pero en la misma fiesta de la boda Julián mostró su verdadero rostro, marcando el futuro de la familia, sucedió que apenas iban a abrir el primer barril de la cerveza cuando la serpentina se descompuso y enojado quien sabe de dónde sacó una pistola perforándolo a balazos.
Estuvo encerrado un tiempo y allí, en la oscuridad y mal olencia de las visitas conyugales, la joven mujer concibió al primer bebé.
Cuando salió de la cárcel gracias a los beneficios de pre liberación, Adriana ya había estudiado corte de pelo y tenía su propia estética en su casa, Julián quiso marcar su retorno plantando una palmera por fuera del domicilio cerca de la banqueta.
Pero el “señor”, viendo que el negocio marchaba, ya sea por su inmadurez, la cárcel o porque ya era así, se dedicó a comer, dormir, traer hijos al mundo… y a emborracharse, primero los fines de semana, después a diario y empezaron las golpizas, los celos de que cuando estuvo en la cárcel ella había tenido sus “asegunes”, si no ¿cómo le había hecho para estudiar y poner el negocio?… y la palmera creciendo.
Aunque era reconocida por su trabajo la clientela se empezó a alejar, es que era muy difícil estar ante un espejo mirando a una estilista con el rostro todo lleno de moretones.
Por más que la aconsejaban no tenía valor para poner solución a su problema, alguien le dijo: “Es que eres artista, artista del corte de pelo y los artistas son así, están hechos de un material muy fino, sensible, fácilmente afectables por los espíritus violentos”… y la palmera creciendo.
Finalmente, cuando ya ni a su propio verdugo le pareció atractiva, la cambió por una joven veinteañera la cual al primer round le quebró un bat de aluminio en la cabeza, enviándolo al manicomio donde se la pasa riendo mañana, tarde y noche.
El tiempo ha transcurrido, Adriana ha empezado a recuperarse y a recuperar la clientela, ha echado mano de todo para que su alma pueda estar tranquila, ha visto curas, siquiatras, consejeros matrimoniales y amigas que han pasado por su misma situación, sin embargo, a veces su sueño se ve asaltado por terribles pesadillas.
Hace poco decidió quitar la palmera de fuera de su casa ya que le recordaba permanentemente los veinte años de infierno.
Sin embargo, ahora que hasta carro compró, varias veces ha estado a punto de chocar cuando ve alguna palmera en los camellones de la ciudad, el terror la persigue, piensa que cualquiera de ellas puede ser la suya con todo su significado maligno, compara tamaños y lo arqueado, porque la de su casa estaba arqueada, como el árbol que crece torcido.
Por eso su confidente, su amiga Josefa, le dijo que el mejor remedio es que allí, donde estaba la palmera, ponga algún árbol que dé flores hermosas, una magnolia, bugambilia o tabachín, lo está pensando.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador