Espejo desenterrado: La naranja destructora

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Por Karla Valenzuela
Cuando en 2004, Sergio Arau estrenó la película “Un día sin mexicanos” salí de la sala de cine soñando con que algún día esa propuesta se hiciera realidad.

Años después -13, para ser exacta- se da en Estados Unidos “Un día sin inmigrantes” y, efectivamente, mucha gente –de diversas nacionalidades- se unió para dejar claro que el país de la estrellas es, evidentemente, un país formado –y desde el principio- por inmigrantes.

Ayer, la realidad superó la ficción y nada más faltó que en todas las casas se tocara el “Frijolero”, a ritmo de Molotov, para que la escena estuviera completa.

Al momento, datos del Migration Policy Institute,  indican que los inmigrantes forman en torno al 14% (45 millones de personas) de la población de EE UU. De ellos, la mitad provienen de países latinoamericanos. En el mercado laboral, los inmigrantes componen el 17% y sus empleos se enfocan en el sector servicios, sobre todo restaurantes, hostelería y pequeños establecimientos.

El hombre anaranjado (refiriéndose a Trump) quiere deshacerse de nosotros”, apunta una mujer hispana y organizadora social en Washington, “pero somos la columna vertebral de este país”.

Lo cierto es que los inmigrantes no son sólo latinoamericanos, y que Estados Unidos –les guste o no- está compuesto de una diversidad cultura, social y económica basta e imparable, sobre todo porque la vida del estadounidense ya se hizo también a esa dinámica, a que siempre habrá algún inmigrante. dispuesto a trabajar en lo que a ellos no les gusta. Fox tenía razón, aunque no lo haya dicho de manera adecuada, es tristemente cierto.

Sin embargo, esa falta de reconocimiento del “gringo viejo”, arraigado como Trump, se ha dado siempre, y siempre hemos trabajado –poco o mucho- en torno a ellos y a su dólar. Ayer ya se dio un primer pequeño paso. Falta ahora dar el grande: frenar la capacidad del dólar de fastidiarnos y procurar que otra moneda “menos agresiva” nos marque el camino que debemos seguir como mundo, no como latinoamericanos, o como mexicanos, sino como mundo entero.

“La educación es el arma más poderosa que puede ser utilizada para cambiar el mundo”, dijo Nelson Mandela, y es así como debemos empezar , educándonos, leyendo para que, entonces sí, no haya muros que nos detengan, y no habrá nadie que nos ponga un sombrero, lo digo con toda la nostalgia del mundo, que como bien cantó Eduardo Palomo en la película de Arau, “la vida nos está enseñando lo que no queríamos aprender”, que  nosotros no somos “anaranjados”  y que los que no somos “naranjas” somos más.

 

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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