martes, mayo 14, 2024
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Imágenes urbanas: El Mañanero

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Seis de la mañana; el silencio de la calle sin pavimentar es interrumpido por las llantas cautelosas del taxi.

Se estaciona por fuera de la casa, la única terminada en aquella calle, la única con barandal, la única con cablevisión, la única con teléfono.

Se abre la portezuela y sale un hombre de algunos cincuenta años con un mazo de llaves que, de prisa, un tanto nervioso, abre la puerta del domicilio, entra y cierra, corriéndose también algunos cortineros de las casas de alrededor que habían estado atentos a cada movimiento del visitante.

Más tarde el hombre sale ya más relajado, enciende un cigarro que empieza a fumar lentamente, lo sigue una mujer de unos veinticinco años, morena y en verdad de muy buen ver, y mientras el hombre sigue aspirando el cigarro ella le señala como diciéndole la necesidad de construir la banqueta lo cual  sería como la cereza del pastel entre las casas de aquella colonia popular, el hombre escucha dócil, sus ojos brillan asintiendo con la cabeza una y otra vez: sí… sí… sí…; dos que tres vecinas observan el cuadro a discreción mientras que “riegan o barren” la calle.

Luego sale un niño con un mochilón repleto de libros en la espalda cual Pípila moderno, mientras que la mujer entra y sale con una niña de brazos todavía dormida; los cuatro suben al carro y se van.




Así ha estado ocurriendo dos veces entre semana en diferentes días desde hace un año en que aquella pareja extraña llegó al barrio aquel, ocasionalmente puede haber una tercera visita el sábado por la noche o el domingo por la mañana.

Al principio nadie se acercaba y la censura pública arrasó con la mujer: Dicen que fracasó con el marido y que ahora es la ‘otra’; dicen que es una libertina, que el niño es del primer ‘mal paso’ y la niña de éste que es casado y ésta es su ‘casa chica’; dicen que anda en su segundo aire y a riesgo de perder a la ‘mera mera’ anda con ésta que con sus argucias juveniles lo tiene bien pero bien embrujado; dicen que sí es su esposa aunque más bien parece su hija, además,  lo del taxi como que no encaja: ¿dónde pasa el resto de la semana?; dicen…

Pero la mujer ignoró las díceres y como en su casa estilo fraccionamiento tiene todas las comodidades, no faltó quién le pidiera prestado el teléfono, alguien más le mandó pedir la plancha, Martha un diente de ajo, Olivia le pidió prestado el tambo de gas que tiene de repuesto y Ofelia permiso para ver la telenovela porque su televisión pagó los costos de la última borrachera del Nicanor…

Luego, hasta aquella casa empezaron a llegar invitaciones a piñatas y baby shower, ya que la mujer de manera espléndida solo da regalos americanos, además de que participa en todas las cundinas a que la invitan.

Por eso y más, poco a poco las mujeres han dejado de meterse en la vida de aquella madre joven, si acaso fisgonean detrás de las ventanas y escuchan “sin querer” cuando riegan o barren la calle.

Por eso, simplemente, a él lo llaman “El Mañanero”, y a ella: “La mujer del Mañanero”.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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