martes, abril 23, 2024
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Espejo desenterrado: Unamos fuerzas todos los días

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Por Karla Valenzuela
Karla Valenzuela
Decía Gabriel García Márquez: “en todo momento de mi vida hay una mujer que me lleva de la mano en las tinieblas de una realidad que las mujeres conocen mejor que los hombres y en las cuales se orientan mejor con menos luces”, y menos mal que lo reconocía; sin duda, era un hombre inteligente hasta para llevar los más mínimos detalles de su vida cotidiana.

Desafortunadamente, no en todos los casos se puede generalizar. El lugar que la mujer ha ido ganando poco a poco en el universo social y económico todavía se ve mermado por puntos de vista individuales (y machistas) y aunque cada día hay más leyes que juegan un papel trascendente en la lucha por la igualdad, al final, la fuerza de la costumbre es bárbara, tanto que hasta las mismas féminas retroceden y prefieren –muchas veces– no originarse un problema mayúsculo; a fin de cuentas, hay muchas más cosas qué hacer que pelear por sus derechos: los hijos, el marido, el trabajo, la casa y demás, son las prioridades para la mujer habitual; cualquier otra discusión puede esperar.

Y así nos podemos pasar una vida sin protestar por tener un mejor lugar en cualquier espacio.

Según la ONU, hasta agosto de 2015, apenas once mujeres eran Jefas de Estado y habían diez Jefas de Gobierno; Rwanda es el país con mayor número de parlamentarias (un 63.8 por ciento de los escaños de la cámara baja) y –a diferencia de lo que se percibe– un mayor número de mujeres en la política no se relaciona, necesariamente, con niveles más bajos de corrupción.

Así, no todos los hombres tienen verdadera conciencia de la importancia de la mujer en su historia, ni tampoco las féminas son plenamente conscientes de que no por el hecho único de ser mujer y dirigir un proceso democrático las cosas van a mejorar.

Y es que nada se da por automático. Las cosas buenas o malas que suceden no son cuestión de género sino de ganas de hacer las cosas o de no hacerlas.

Lo claro es que si la mujer quiere ser cada vez más respetada también tendrá que ser más preparada y exigir, ahí sí, las mismas oportunidades para salir adelante con base en su conocimiento y no solamente en su perspectiva de género. Aprovechemos pues a los hombres inteligentes, como lo hicieron las mujeres de García Márquez y luchemos por los derechos y obligaciones de todos, varones y féminas. Ésa revuelta es la que –de veras– nos puede dar igualdad.

 

 

 


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