De mente abierta y lengua grande: El lugar favorito de Luisito
Chef Juan Angel | @chefjuanangel
Toc toc
¡toc toc!
-¡Buenas tardes! ¡Hola!-
Lalito se asomó a través de la puerta de madera entreabierta -¡Buena tarde, soy Lalito!- después de un largo rechinido la puerta se abrió empujada por el aire, el interior guardaba un silencio sepulcral; a través de un ancho pasillo se podía observar un gran recibidor a la derecha: un gran salón con sillones de diferentes estilos y colores, el más elegante era el sillón Carlos V chapado en oro, que se encontraba justo al centro, debajo de un gran candelabro con decenas de focos que asemejaban la llama de una vela.
– ¿Hay alguien aquí? – gritó Lalito con temor; a paso lento siguió atravesando el pasillo; luego, a la derecha, estaba el comedor: 16 sillas de caoba tapizadas de auténtico terciopelo rojo rodeaban una mesa con un grueso cristal de 10 cm de ancho. Más adelante estaba el baño de visitas, que tenía una tina de estilo clásico fabricada con mármol de carrá, ahí había lo necesario por si necesitabas tomar una ducha rápida.
Finalmente, una cocina con decenas de puertas y cajones color miel que cubrían las extensas paredes, al centro estaba un antecomedor. En ese momento, Lalito ya estaba seguro de que no había nadie más en la casa de Agustina, se paró frente a la puerta de la cocina y encendió la luz -¿Qué es esto?- dijo extrañado mientras se acercaba a la mesa; al centro había un paquete de galletas sabor limón y junto a ellas un papelito amarillento doblado en 4 partes, Lalito no lo pensó dos veces, tomó el papel y lo extendió rápidamente “Lalito, debajo del paquete de galletas hay 450 pesos, quiero comer el mejor pollo con rajas y si es posible un arrocito rojo también, nos vemos a las 5 para comer. Toma la ruta 8 en la esquina para que vayas al mercado”. Lalito levantó el paquete de galletas, tomó el dinero y siguió las indicaciones.
Lalito tenía 13 años y acababa de llegar de un rancho enclavado en la sierra, ese día Agustina (una conocida de la familia), lo había invitado a cocinar porque le habían dicho que tenía muy buen sazón. Cuando Lalito salió triunfante de la travesía que implicó hacer las compras, llegó a casa y comenzó a pelar 1 cabeza de ajo, tatemó decenas de chiles verdes, ralló un trozo de queso maduro de rancho y comenzó a guisar todo con bastantes muslos de pollo salpimentados. Por otro lado, doró bastante arroz, hizo una salsa de diferentes tomates y cortó vegetales en cubos.
A las 5 en punto abrieron la puerta principal -Lalito buenaaaaas… ¿a qué huele?- Agustina corrió desesperada a la cocina y sirvió grandes cucharadas en un plato que devoró con 12 tortillas de maíz transformadas en tacos de pollo con rajas y arroz. Ese día, Lalito descubrió que la cocina era su lugar seguro, en el que podía vivir alejado de tristezas y preocupaciones. La cocina le permitió superar el drástico cambio al vivir en la ciudad alejado de su familia, y es que era la única opción para poder estudiar y superarse.
Lalo terminó la preparatoria, estudió gastronomía y ahora dirige su propio restaurante. Cada vez que llega a casa, prepara la cena para su familia, la cocina sigue siendo su lugar seguro.
La cocina encierra una magia capaz de abrazar desde una persona hasta una familia completa. Entre cucharas y sartenes siempre encontraremos un espacio para desahogarnos y reencontrarnos con la alegría, porque la comida otorga felicidad no solo a quien la come, también llena el corazón de quien la prepara.
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.