La perinola: No llueve, me están meando
Por Álex Ramírez-Arballo
No sé bien a qué personaje español se le atribuye aquel consejo a los políticos que dice así: “Verlas venir, dejarlas pasar y si te mean, tú di que llueve”. Es decir, hazte el loco, hazte el muerto hasta que el tiempo, que termina siempre por condenarlo todo al olvido, desvanezca aquello que hoy te amenaza. Siempre recuerdo esto cuando en mi vida debo enfrentar situaciones límite, o al menos momentos incómodos que me impiden disfrutar del sabor tan agradable que suelen tener los días cuando se suceden uno detrás del otro en santa paz. La cosa es que a mí me cuesta trabajo eso de dejarlas pasar, porque he hecho del pensar una y otra vez lo mismo, como si me regodeara en la herida, un arte solitario y cruel; de decir que llueve, tres cuartos de lo mismo, porque encuentro imposible dejar de mirar la realidad cara a cara, sobre todo cuando se asoma por el horizonte portando la máscara de la fatalidad. De verlas venir ya ni hablo porque eso se me da más bien poco; los golpes más fuertes y hondos han llegado toda la vida por el punto ciego.
La verdad es que, bromas aparte, encuentro muy recomendable la aceptación de la vida con todas sus luces y miserias. Es puro sentido común, pura lógica, pero el corazón, es decir, el lado emocional del ser, se resiste sistemáticamente a plegarse a semejantes leyes. Muchas veces me he preguntado qué sucedería conmigo si pudiera deshacerme de esos lastres fantasmagóricos que pesan lo que todo el plomo del universo. ¿Habrá de verdad gente en este mundo capaz de vivir un día detrás de otro sin asomo alguno de remordimiento o anticipación agónica? ¿Es humanamente posible atravesar las cortinas de fuego sin detrimento del mundo interior? Hombre, puede ser, quién soy yo para creer que todos viven y sienten lo que vivo y siento yo, pero se me antoja harto difícil. Acaso ser humano sea crear infiernos mentales para después habitarlos, todo para tratar de anticipar una embestida real de la mala fortuna que, como he dicho, viene siempre por el flanco más desguarnecido.
Tengo que confesarles ahora que envidio sordamente a las personas de fe que creen, porque de veras lo creen, que hay un Dios que lo puede todo, lo sabe todo y todo eso que puede hacer es siempre necesario; de tal manera que las amarguras actuales son menos intensas para ellos porque saben, como dice el refranero, que vienen por un bien que espera siempre a la vuelta de la esquina. Estaremos de acuerdo en que es una jugada maestra, una estrategia que en toda lógica es la más adecuada para pasar por este mundo, como recomendara el sabio Pascal. Si vamos a morir para siempre, como es muy probable que sea, cualquier método que utilicemos para suavizar las quemaduras de la vida ha de ser siempre tan necesario como honorable; sin embargo, hay quienes nos aferramos a la brasa de la verdad y en días así nos arrastramos hasta el espejo para decir: “No llueve, señor, me están meando”.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com