Urantia: Lecturas

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“Un lector vive mil vidas antes de morir. El que nunca lee solo vive una”.
George R.R. Martin.

 

Miguel Manríquez Durán
Miguel Manríquez1: En estos tiempos de aislamiento y soledad, la lectura es siempre un camino. Ante la incertidumbre, el libro es maná enviado para nosotros, los mortales. Se intercambian y se nominan libros. En “Cómo leer y Por qué” (2000) Harold Bloom expone su modo de lectura a partir de una fórmula inspirada en Bacon, Johnson y Emerson: primero encontrar al autor y dejar que él nos encuentre luego (mediante tres principios: proximidad, reflexión y sentimiento). Si bien apuesta por una praxis personal en donde el placer de la lectura no obedece a patrones individuales, su planteamiento corresponde a un acto intelectual “que ilumina la voluntad y los anhelos de todos los hombres” ya que para “leer sentimientos humanos en lenguaje humano uno ha de ser capaz de leer humanamente”. Así, para Bloom, la lectura es la búsqueda de una dificultad placentera que rebasa los límites de la figura del lector ingenuo para llegar a ser un lector crítico, en tanto que éste último ejecuta un acto de interpretación ya sea de una imagen, un símbolo o un sistema.

En su texto, “Bloom antepone así, desde un comienzo, el valor de la lectura como acto individual y solitario a cualquiera de sus funciones sociales, y reivindica el placer egoísta de leer para sí, libre de condicionamientos seudointelectuales, como el mejor medio de acrecentar nuestro tesoro personal. “Límpiate la mente de tópicos académicos”, aconseja el profesor de Yale y de NYU, parodiando una célebre frase del Dr. Johnson” (Gustavo Guerrero, dixit)

Esta noción de lector crítico en Bloom presenta al menos tres determinantes que ya Umberto Eco plantea. La primera de ellas es, sin duda alguna, la recuperación del sentido alegórico mediante procesos de pensamiento tales como la analogía, la continuidad y la semejanza en el acto de lectura creativa. En segundo término, está la recuperación del mensaje no dicho a partir de la eliminación de la contradicción lógica aparente en el mensaje, la alteración del principio de causa-efecto y, por último, la ampliación de la capacidad de comprensión más allá de la letra. En un tercer momento, la lectura crítica tiene como fundamento presente el desplazamiento continuo del sentido, i. e., el movimiento tanto de la percepción como de los significados en cuanto lectura crítica.

La interpretación del texto descubre la no tan oculta relación entre obra y autor, entre forma y contexto cultural. Transitar del relativismo al ámbito de lo relacional exige no sólo la superación de la visión historicista de la literatura, sino que nos conduce a revisar conceptos tales como “tradición literaria” ya que un lector pertinente interpreta la obra buscando su “lógica interna”, i. e., la congruencia entre obra y mundo. La decodificación de un texto es un ejercicio interpretativo que actúa sobre un sistema complejo cuyo fundamento es el lenguaje, el texto y la historia.

Separador - La Chicharra

2: Comparto una de mis lecturas. Cuando apareció “Memorial del Convento” (1982) de José Saramago se dijo que surgía, con esta obra, un parteaguas inquietante en la novela portuguesa contemporánea. Estableció una frontera entre el fin de la gran novela realista-naturalista del siglo XIX y la crisis (censura salazarista) ocurrida en la literatura portuguesa durante los sesenta que concluyó hasta el período de la posrevolución en 1974 (período democrático portugués). Desde entonces no surgió en Portugal una corriente alternativa que revitalizara la literatura lusitana hasta que aparece “Memorial del convento” ya que ésta es la constatación de que el lenguaje narrativo se tenía que reinventar, pero una reinvención en donde la tradición literaria no es solamente un recurso.

La centralidad que tiene la novela –ahí la importancia de su análisis- es en dos sentidos: por una parte, los personajes de “Memorial del convento”, así como los personajes de Pirandello, no sólo están a la búsqueda de un autor y una novela sino deambulan en un espacio y un tiempo de una Historia perdida; en segundo lugar, en la ficción, la construcción del convento es una alegoría de la propia construcción de la novela: un enorme edificio que debe su razón de ser a sus constructores –autor y personajes- y que, una vez terminado, encontrarán su justificación en dos niveles: en el fin de la Historia y el fin de la estória.

Con este libro en particular se nos conduce a una reflexión literaria fundamental para la interpretación. La idea de que la muerte de la novela se sobrepone a la muerte del autor para dar origen a lo que podemos considerar el surgimiento de la nueva novela portuguesa.

Este renacimiento tiene como punto de inicio una afirmación plena de la realidad apegándose a la ficción: el sujeto que surge no en cuanto afirmación lírica sino en cuanto constructor y detentador de los procesos y caminos narrativos, i. e., la relación entre novela y realidad. Es decir, que “rompe” la tradición que la novela realista portuguesa del siglo XIX (vbgr. Eça de Queiroz) establece al circunscribirse a situaciones concretas y al “reflejo” que el autor constituye toda vez que la novela surge como “retratos de su tiempo” creando “personajes reales”.

Esta tendencia constituye un giro importante ya que Saramago restituye al universo de la ficción su sentido alegórico no como un fin en si mismo (como sucede con el Barroco) sino como la apertura a múltiples significados.

Separador - La Chicharra

3: La novela ya no es más un género literario sino un locus donde se encuentra todo: “Mis novelas testimonian que mis textos están basados en la Historia y en lo material de esa historia; pero siempre es importante saber cómo me ubico frente a la Historia. […] En la escritura, la historia más importante no está constituida de personajes y técnica; es fruto de escribir historias y fingimientos. La novela es imposible en sus formas. Nunca seremos más que la memoria que tenemos, y esa es la única historia que podemos contar” (Saramago).




Miguel Manríquez Durán. Poeta.


SUM Comunicación
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