Basura celeste: Narrar desde la espesa niebla

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Por Ricardo Solís
Hace algún tiempo, el escritor colombiano Evelio Rosero publicó En el lejero (Tusquets Editores, 2013), una novela en la que recupera el tono de fantasmagoría y violencia contenida que tan buenos resultados le brindó en Los ejércitos (2007), el libro con el que obtuvo el II Premio Tusquets Editores de Novela y que proyectó su trabajo a nivel internacional; así, en la historia posterior que se refiere, recrea la llegada de un anciano a “un pueblo rezumante de ratas y neblina”, en busca de su nieta, desaparecida cuatro años atrás.

En este sentido, aunque el protagonista –Jeremías Andrade– es quien impone la perspectiva desde la cual narra una voz en tercera persona, lo cierto es que parecería ser el pueblo el personaje principal, un sitio donde sólo puede percibirse la ruina y el deterioro, un lugar donde los habitantes no atienden pero están alerta de todo respecto de los visitantes (el viejo no será el único), siempre buscando descifrar lo que sucede bajo la espesa niebla donde lo único que se escucha es el sonido de cómo se quiebra el cuerpo de los roedores.



Andrade, en este entorno y situación, llega al pueblo porque alguien le dijo que vio en él a su nieta –Rosaura– y, guiado por esa declaración, se adentra y pernocta en un desastrado y pobre hotel regenteado por una vendedora de pollos y una enana; con todo, es la comunidad la que le niega una “bienvenida” sin contratiempos porque, lejos de eso, el silencio y la afrenta (ante los que, por otra parte, nunca se defiende), la basura y la mentira, serán lo que habrá de soportar para, en una aspiración que tiene mucho de culpa, mantener esa pesquisa de años que promete llegar a su fin.

La novela, en estos términos, parece anclada en el propósito de provocar sensaciones antes que dar cuenta de los hechos con lógica y detenimiento; la cuestión, desde el mismo lenguaje, reside en acentuar lo determinante del frío y la niebla, el impacto de las imágenes percibidas apenas en un instante (como, por ejemplo, cuando Andrade ve a un niño jugar futbol con lo que, cree, es la cabeza de una vieja) pero que continuarán perturbándolo, aunque sin conseguir apartarlo de su objetivo: encontrar a su nieta.



Para esta prosa, cortante e intensa, el detalle apenas importa cuando se describe un espacio que caracteriza lo improbable, es decir, para el que no hay una explicación adecuada o razón de ser (ejemplo de esto es el basurero que, en el patio central del ruinoso hotel donde se hospeda el protagonista, se yergue como un promontorio de muebles en desuso y, sobre todo, guitarras, muchas guitarras que resuenan con el viento y el impacto de la voz de los personajes) y, sin embargo, agrega a la experiencia de leer el peso de la intriga y el afán por buscar respuestas a lo que acontece (las cuales, por supuesto, como en toda buena novela, no existen).

En el lejero, de este modo, siguió a la aparición de La carroza de Bolívar (2012) y significó un retorno afortunado de Evelio Rosero por los derroteros de la fantasmagoría y la perturbadora cotidianidad que tan bien ha ejercitado en otras de sus obras y que, además, parecería ser una de las maneras más efectivas de narrar –en cualquier tiempo– historias que contribuyan a acercarnos a la “experiencia de ser” en una región del mundo como Latinoamérica.



Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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