jueves, abril 18, 2024
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Imágenes urbanas: La muleta

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
El tequila, la cerveza y el mezcal Oaxaca del gusanito iban y venían, la música a todo volumen, el grupo de amigos que habían conservado la bendición de la amistad desde la primaria estaban contentos, pero el más feliz, contrario a lo que pudiera pensarse, era Zamorano, el de la muleta, no había duda, era el héroe de la reunión, los otros parroquianos de la cantina escuchaban a distancia: “¡Cuéntanos, cuéntanos Zamorano, cuéntanos cómo te surgió la idea”, dijo uno, “si, si, si, pasa la fórmula!”, agregó otro.




El silencio se hizo, todos miraban atentos al gran Zamorano el cual comenzó: “La verdad fue accidental, yo jamás hubiera tenido la imaginación para inventar algo así, las mujeres son muy vivas cuando de controlar al marido se trata, es muy difícil ir delante de ellas, como quien dice cuando uno va ellas ya vinieron mil veces. Sucedió cuando íbamos de compras al super, me empujó ‘¡te hablo, qué no me oyes!’, me tropecé con un escalón y por allá fui a dar, hubieran oído los gritos que pegué del dolor, tuvo que ir la Cruz Roja y total que me enyesaron el pie, allí hizo su aparición quien marcaría el antes y el después de mi vida matrimonial: esta muleta. Fueron dos meses que anduve con el yeso, mi mujer preocupada de que quedara renco, se sentía culpable, claro, ella me había empujado. Para cuando me quitaron el yeso yo ya tenía mi plan, aunque el pie quedara sano yo simularía que no había quedado bien y dicho y hecho, aunque las radiografías dicen que estoy bien yo insisto en que no, que necesito de esta hermosa, bella muleta y así es como la he controlado, haciéndola sentir culpable y no me siento mal, simplemente le estoy aplicando la misma medicina que ella ha utilizado conmigo durante los 23 años que llevamos de casados, ahora entro y salgo de casa cuando quiero, al super no ha vuelto, quedó traumada lo cual me conviene porque ¡ah cómo le gusta gastar a lo tonto! Así que aunque tenga que cargar con esta muleta lo que me resta de vida seguiré simulando que la necesito. Ojo compañeros, no debemos tener miramientos con ellas porque ellas no los tienen con nosotros”




El aplauso fue unánime, la locura, todos lo abrazaron y lo palmearon mientras se escuchaban los comentarios: “Yo me dejaré quebrar un brazo”, “yo la cadera”, “yo la espalda”. 




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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