martes, abril 16, 2024
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La Perinola: El genio idiota

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Por Álex Ramírez-Arballo
La inteligencia es un misterio. Sabemos mucho de lo que es ser inteligente, pero eso que sabemos no nos basta para poder afirmar que sabemos lo suficiente: ¿cuál es la definición más precisa de la inteligencia? ¿para qué nos sirve la inteligencia? ¿es el concepto de inteligencia un asunto inmutable, algo que no se modifica con el paso del tiempo, o es histórico? ¿Es posible cultivar la inteligencia? Es común hacernos estas y otras preguntas cuando tratamos de entender un fenómeno que ha sido considerado comúnmente el privilegio de unos cuantos. Cuando yo era niño, la maestra, un ogro a todas luces medieval, insistía en separarnos en los “aplicados” y los “burros”; en casa los padres replicaban esta visión salvaje, condenando a muchos inocentes a un sufrimiento imperdonable.

A pesar de que la obra de autores como Howard Gardner y Daniel Goleman han pasado a formar parte de la cultura popular, se sigue considerando inteligente a la persona que es capaz de realizar abstracciones matemáticas o filosóficas, así como también a aquellos que son elocuentes, es decir, que son capaces de organizar y expresar su pensamiento de un modo persuasivo. Pero poco más.




Esto es así sobre todo en el ámbito académico, donde se ponderan estas habilidades tradicionales más que cualquier otra; no olvidemos que vivimos en un mundo plenamente postrado de cara a los dioses de la tecnología. La verdad es que la realidad nos comprueba que la inteligencia sigue siendo tan esquiva como siempre. El mundo está lleno de genios matemáticos que se ganan la vida lavando retretes ¿por qué?

Tenemos que entender que cada historia de vida es diferente por el hecho de que la persona, como dijera Ortega y Gasset, es suma de voluntad y accidentes. Nuestro destino está forjado tanto por nuestro esfuerzo como por las circunstancias que nos rodean. Por otra parte, y esto creo que es lo más importante, somos seres gregarios y necesitamos la participación de otras voluntades para que nuestro proyecto propio alcance a despegar; la idea de un genio solitario es una mamarrachada romántica que todavía encandila a unos cuantos tontos por ahí.




Desde mi punto de vista, la inteligencia no garantiza el éxito social o profesional. Volteo a mi alrededor y observo a muchas gente torpe obteniendo coronas de laurel y medallas: el mundo es así. Por otro lado, si acaso queremos apuntalar un proyecto de vida bien tramado y con certidumbre, creo que debemos apostar por el estímulo de las habilidades comunicativas y colaborativas. Esto es lo que deberíamos promover entre los más pequeños, la capacidad de expresar con claridad lo que piensan y sienten, así como la disposición permanente para trabajar en equipo. Deberíamos promover también la curiosidad; de este modo la persona adquiere una visión más rica de la realidad y deja de ser un simple especialista que ignora el bosque por sus hojas. Una persona bien puede ser intelectualmente brillante, pero si es un ser ensimismado o un pedante sus posibilidades de prosperar se reducen drásticamente; es un genio, sí, pero es también un idiota.



 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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