viernes, abril 19, 2024
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Imágenes urbanas: Bodas de Oro

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
El barrio se estremeció ante la noticia que doña Ebodia y don Timoteo se habían separado después de ¡treinta y cinco! años de casados.

Cada quien tenía su verdad: Las mujeres, que don Timoteo era un hombre muy duro y además mujeriego; los hombres, que doña Ebodia era insoportable, terca, que siempre se quería salir con la suya.

Doña Ebodia se fue con una hija que vivía en Ciudad Obregón, hubo un desorden total, una alteración general en las vidas tanto de hijos como nietos, sobrinos, toda la descendencia y ascendencia de aquella pareja otoñal, para todos era increíble que un matrimonio con ideas de antes se comportaran como muchachos.

Ni él ni ella se buscaron, era como un espejo que se hubiera roto, ni los llantos de las hijas, ni las razones de los hijos, nada hizo posible reconciliación alguna.




El tiempo transcurrió, los días se hicieron semanas, las semanas meses y los meses años, poco a poco se hizo costumbre el ir a Ciudad Obregón a ver a la madre, poco a poco lo increíble fue aceptado.

Sin embargo, hace poco, quince años después de la separación, la idea de una de las hijas de don Timoteo y doña Ebodia causó conmoción, la propuesta: Celebrar las bodas de oro de sus padres ya que ante los ojos de Dios y de la sociedad seguían siendo marido y mujer.

Hubo muchas pláticas, en principio los interesados se mostraron renuentes, pero finalmente el sentimiento de casi todos los hijos triunfó y las bodas de oro se efectuaron en grande, la misa, la barbacoa, los fotógrafos, todo se llevó a cabo en la capital sonorense, don Timoteo y doña Ebodia siempre mantuvieron su “cara larga”, ninguna sonrisa.

Cabe aclarar, decimos “casi todos los hijos” porque Alfredo, maestro normalista, uno de los hijos más jóvenes no estuvo presente en los festejos, su opinión: “Yo no me voy a prestar a ese teatro”.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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