viernes, abril 19, 2024
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Die Woestyn: Abrámonos pues

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Por Alí Zamora
Voy a hacer algo que no me gusta y que jamás pensé que haría, a pesar de los sueños de mediados de los 90’s de mi madre donde yo me decidiría por estudiar Ciencias Políticas en la Universidad de Hermosillo y terminar trabajando en las Naciones Unidas.

No voy a decir que me veo forzado, ya que no hay personas que me estén obligando. Pero sí voy a decir que siento que es algo que debo hacer, a estas alturas de mi vida y con las vivencias culturales y personales que me han tocado en carne propia o que me ha tocado observar a corta distancia.

Primeramente, tengo que decir que, aunque usualmente trato de orientar lo que digo a un público mayor o a un público específico de la Sonora mexicana que recuerdo o que existe hoy en día, hoy le debo hablar a esas personas que viven donde yo vivo o que bajo peripecias geográficas o burocráticas pueden ejercer el voto en el país. En el país del norte, en los Estados Unidos.

Lamentablemente tenemos que hablar un poco de política.

Al parecer todos saben –a nivel mundial me refiero– que el pasado 26 de septiembre del 2016 (de la Era Común) se trasmitió el primer debate presidencial entre los candidatos norteamericanos Donald J. Trump (republicano = derecha) y Hillary Diane Rodham-Clinton (demócrata = centro-izquierda).Yo observé el mismo.

Admitiendo en honor a la verdad, debo decir que desde el 2008 he observado todos y cada uno de los debates presidenciales y vicepresidenciales (y uno que otro para gobernador o elecciones estatales de peso); estos eventos nos han regalado momentos para el recuerdo: Sarah Palin imitando a Joe Biden al no saber que hacer en el escenario, John McCain refiriéndose a Barak Obama como “¡este tipo!” (this guy), Mitt Romney diciendo que tiene “folders llenos de mujeres” (we’ve got binders full of women), y Joe Biden, nuevamente, utilizando un término católico-irlandés (dijo él) que no tiene traducción directa al español para describir las ideas de su contrincante (Paul Ryan) en vivo y en directo: “malarkey!”.

Pero nunca antes había escrito un comentario político respecto a algún debate. De igual manera no había observado un debate con la ayuda de Twitter y los tuits mandados por el resto de la teleaudiencia.

Como dije, siento que es algo que debo hacer. Mas no debido a un golpe de soberbia repentina, donde lo hago porque siento que mi opinión, estudiada y sabia, valga más que cualesquier otra. La realidad es que yo, para bien o para mal, me considero con una similitud mayor a esa persona que –históricamente– los candidatos políticos tratan de convencer por su voto: el hombre común.

Yo no soy una persona que ha estudiado las relaciones sociales a través de diferentes etapas en distintas regiones geográficas, tampoco tengo una maestría o doctorado en economía para poder explicar una planificación y replanteamiento del código federal de impuestos para beneficio de una nación entera.

Yo no sé de esas cosas.

Yo sé que me despierto lo más temprano que puedo para ir a trabajar con tiempo (ya que si salgo después de las 8:15 AM no llego antes de las nueve); yo sé que cuido mi trabajo lo mejor que puedo porque son las horas aseguradas que ya tengo y tengo que aprovecharlas (y si es posible, buscar una que otra extra); yo sé que cada dos semanas debo sentarme a encontrar esa manera donde gracias a peripecias matemáticas se pueden pagar todos los adeudos y dejar un poco, un poquito, para el futuro o lo inesperado –lo que sea que llegue primero.

Esas son de las cosas que sé.

¿Por qué siento que es un deber? Bueno, quizás por el hecho de que tengo ya más de la década viviendo en donde vivo. Pero también por otros detalles.

Primeramente –deme chanza nomás, no le digo que usualmente no hago esto, deje me despabilo en lo que hablo… ¿escribo? …en fin–, para hablar de “el debate” e inevitablemente de la elección venidera en noviembre, uno tiene que hasta cierto punto creer en la democracia. Ya sea como un ideal al que le estamos tirando, o como una realidad en la cual participamos.

Me ha tocado vivir en dos antipatías electorales muy grandes: una con tintes de cinismo y otra con tintes de dolor. Mientras que en México el sistema pluripartidista (dicen) permite una expresión de visiones distintas donde la abierta organización de partidos políticos (en teoría) da una voz a todos los sectores de la población; sin embargo, habiendo existido una dictadura política a todas luces (México, como te gusta suPRIr), la idea de la democracia se fue destiñendo hasta convertirse en esa imagen que todos conocemos: el dinosaurio político que vive de palancas y mañas (y sus tributarios, quienes venden su alma y sus amistades para poder poner su negocio de estacionamientos). Mientras que en los Estados Unidos, las personas se quejan de que el sistema bipartidista (dos partidos, dos) no abarca todas las demás visiones que pueden existir de la vida humana, reclamando que no es todo “izquierda contra derecha”; acusan a una clase “élite política” de decidir por el pueblo y ver por ellos mismos solamente, por lo que cada 4 años sin falta dicen las personas “necesitamos a alguien de afuera” (obviamente no de afuera afuera, porque la Constitución exige que el candidato a presidente sea un ciudadano “natural” de los Estados Unidos).

Señoras y señores, la democracia no es perfecta, puesto que es una creación humana. Un humano no puede crear perfección debido a nuestras imperfecciones tan latentes.

Señoras y señores, la democracia dejará siempre a personas insatisfechas, quejándose, atentando y discutiendo por un gran hecho: hay un ganador. Si hay un ganador, por lógica indiscutible, debe haber un perdedor. Y si hay un perdedor, obviamente todos aquellos quienes (por lo menos en los Estados Unidos) han donado su tiempo, dinero o vida entera, a dado candidato o movimiento político (sí, ustedes mesmos señores #BernieOrBust) van a decir que “cómo chingados perdimos, no es cierto”.

Hay reglas sobre reglas, y hay reglas y decisiones que se han tomado desde que antes de que yo pudiese participar en las elecciones (de ambos países) y hay reglas y costumbres políticas que han existido desde antes de que todos los BernieBros o los Trumpistas se interesaran por las elecciones.

Ahora sí, ahí va: Yo voy a votar por Hillary Diane Rodham-Clinton.

Como en las dos elecciones presidenciales pasadas voté por Barak Hussein Obama sin dudarlo, tampoco dudaré en darle mi voto a la exsenadora, exprimera dama, exsecretario de estado, en fin.

Hay dos razones por las cuales daré ese voto, por las cuales no me da miedo el abiertamente decir por quién votaré; y finalmente, un comentario que les quiero compartir.

Primeramente, aunque las personas digan “no se vale votar por alguien si nomás estás en contra de la otra persona”, no podemos obviar ni olvidar el hecho de que por el bando de los republicanos se encuentra Donald J. Trump.

Aunque en México –primordialmente las personas de Cuernavaca– siempre me han tachado de gringo (curiosamente siendo yo en USA tachado de mexicano), no puede pasar un día sin que escuche algún argumento abiertamente xenofóbico por parte del señor naranja, mismo que es repetido ad ridiculum por los “seguidores” de l’orange.

Y esas son cosas que me regresan a una parte de mi niñez. Esa parte que forma mi primer recuerdo de Arizona. Esa primera interacción con personas anglosajonas donde nunca, nada de lo que yo pudiese decir o hacer (al igual que mi familia), satisfacería lo que ellos querían o esperaban de mí. Esa parte donde yo estaba conciente, terriblemente conciente, de no ser blanco, de no ser una persona como esa mayoría etnonacionalista del país. Nunca se los dije a mis padres ni a mis abuelos, pero yo siempre tenía un miedo constante de que alguien, en un momento, sabría que no éramos blancos, que hablábamos español y que, inevitablemente, por esas razones, seríamos deportados inmediatamente. Yo no pienso que sea correcto que un niño de 8 años tenga que vivir con ese miedo. No pienso que sea correcto que nuevos niños y niñas de 8 años tengan que vivir con ese miedo bajo el disfraz de “Make America Great (White) Again

Pero es esa misma niñez, llena de miedos y secretos, es también la que me dice “pura madre, cabrón, no te dejes” y me impulsa a querer votar, y a buscar que otros participen en el experimento de la democracia también. Porque fue esa niñez, en los 90’s en Arizona/México, donde observé que la prosperidad puede ser alcanzada.

Fueron esos años donde observé a esa mujer, que por la gracia de dios o el universo fue mi abuela, trabajar. Pero no nada más trabajar, si no chingarse duramente, no dejarse de los demás que le decían: “eres mujer”, “eres inmigrante”, “no fuiste a la escuela”, “este no es tu país”. Ella no se dejó, y a final de cuentas, gracias a ella yo sé que mi familia prosperó de maneras que no hubiésemos podido bajo otras circunstancias. Gracias a mi abuela, quien utilizó todo lo que tenía a su alrededor para salir adelante.

Y vario, mucho o poco, de lo que ella se valió para ser quien fue, provino de la administración presidencial que se encontraba en la casa blanca en aquel entonces: Bill Clinton, su saxofón, Hillary y Chelsea.

Entonces sí ha habido prosperidad bajo ese legado clintoniano que las personas hoy dicen: “es pura corrupción”.

¿Acaso Hillary miente? Es muy posible. Pero a final de cuentas, no estamos votando por un nuevo santo ni por un nuevo papa.

Pero nadie está conforme. Termina el debate y hasta los de la izquierda salen, según ellos, a ofrecer sus análisis bien estudiados: “la señora Clinton dominó el debate, pero quizás se mostraba como preparada de más en porciones” (overprepared fue la palabra que utilizó Chuck Todd de MSNBC).

Cuando no miente, es robótica, y cuando trata de ser carismática, pues se preparó de más. Mientras que al otro zoquete que está parado junto a ella, con hilar dos enunciados ya dicen que “se mostró presidencial”.

Obviamente ella no se puede quejar –no se lo permitimos– porque la acusan de utilizar el argumento del sexismo y que ya chole® con eso. Mientras, nuevamente, el zopenco por otro lado diciendo “that’s very harsh, no one is as hard on her as they are on me” (uy pobrecito, quiere ser presidente pero que lo dejen ser y no le pregunten cosas intelectuales).

Por eso y más es que hay que votar.

Y, final y lamentablemente debo hacerlo, les comparto. A ustedes, primera generación o recién llegados. A ustedes que no son ni blancos ni negros. A ustedes que son “la otra” minoría, esa que no es discutida cuando están diciendo unos #BlackLivesMatter y otros #AllLivesMatter, mientras todos lo que quedamos fuera de los círculos tenemos que esperar a que estén en paz para ver si nos toman en cuenta. A ustedes que dicen: “mi voto es mi protesta”.

Personas, lo veo en el feis y el insta, que dicen que hay que votar por el partido verde o por candidatos progresistas/independientes o por terceros partidos, y se ponen a analizar las cosas que harían respecto a la energía renovable, campañas verdes, la educación, cortar el presupuesto militar; las mismas propuestas que han tenido esos partidos “alternativos” desde los 70’s (y si se quejan de que no han hecho nada los políticos regulares ¿qué han hecho los políticos de protesta/progresivos/terceros?).

Pero, ¿y lo social? ¿Y la inmigración? ¿Y lo demás que los anglosajones dan por sentado? Ahí vienen, blanco tras blanco tras blanco tras blanco tras anglosajón y anglicano a decirnos: “yo no voy a votar por ese candidato, tú vota por nuestro candidato porque nosotros sabemos”. La misma magnanimidad racial que han utilizado las personas para decir “es que yo sí sé sobre América”.

Y de lo mismo que nos estamos quejando (dícese “nos están viendo la cara”), se los permitimos, “porque es política”. No despertamos al hecho de que ahí vamos a arrimarnos con ellos, pensando que sí, a lo mejor tienen razón, y es por ahí el asunto; o quizás pensando que si les damos por el lado ya nos van a tomar en cuenta. Ta buena esa, hay un xenofóbico racista diciendo que la deportación ya está calando uniformes, pero no, no es cierto, nadie más les (nos) va a ayudar a todos los que no son ni blancos ni negros, más que los blancos intelectuales mileniales que dicen #BernieOrBust #JillNotHill #NotMyPresident.

Solamente tiene y tenemos un voto. Y sí, es un desperdicio el no votar. Y sí, es (matemáticamente) un desperdicio votar por un candidato que no alcanza ni el 10% en las encuestas a nivel nacional. Y sí, ya habían quedado, desde antes que a usted le interesara, cómo se iba a jugar el juego (porque luego llegan unos a decir “no, no se vale jugar ajedrez con reglas de ajedrez porque así estamos perdiendo, queremos jugar ajedrez con reglas de serpientes y escaleras”).

Pero sáquese la idea pendeja de la cabeza de que estaba arreglado por conspiración en contra suya. Conspiración a lo mejor y sí es, pero no es exclusivamente en contra suya, o contra Bernie o contra Jill Stein o contra Gary Johnson (ya lo dijo el tucán-con-anteojos-mezclado-con-Milhouse-británico, John Oliver: incluso si le dan todos los votos “robados” a Bernie, aún así Hillary obtuvo más votos, ergo ganó).

Que, por cierto, se quejan de Hillary, pero 40 años tiene Bernie en la política y su único legado es una victoria moral –ya saben, de esas que no valen– por votar en contra de la guerra en Irak. Bernie votó en contra de propuestas de inmigración que tenían el respaldo de La Raza, votó en contra de regulaciones a armas de fuego que tenían un respaldo democrático, y no tiene legado alguno más que ser “el senador independiente de Vermont” (quien curiosamente decidió dejar de ser independiente y buscar la nominación democrática). Pero “es Hillary la que nunca ha hecho nada…”, repiten.

Tenemos que creer en la democracia, dijo Aristófanes (me supongo). Pero es difícil creer en tal cuando en la misma participan personas que no terminaron la escuela (superior o preparatoria), que creen las conspiraciones de “New World Order”, que creen en fantasmas, que creen que cuando te mueres te conviertes en estiércol, que creen que si uno piensa en cáncer le da cáncer, que creen que uno tiene que leer nada más la biblia y la constitución, que creen que la religión es símbolo de ignorancia o que no creen en nada.

Todos ellos existen, y votan. Algunos con más pasión que otros. Y algunos con más ignorancia que otros.

Pero, por favor, vote. Si usted es hispano, vote y vote demócrata. Si es nativo indígena de las Américas, vote y vote demócrata. Si es asiático o africano o europeo recién llegado, vote y vote demócrata. Si es alguien con conciencia, vote y vote demócrata.

O vote, pues, pero vote con conciencia, con conocimiento, con humildad y con humanidad. Por favor, no olvide la humanidad requerida para el funcionamiento de la democracia.

Porque si no creemos en dicho ejercicio ¿en qué vamos a creer…

 

 

El Alí. No soy de donde vivo, ni vivo de donde soy; pero si pienso lo que digo, puedo decir lo que pienso.


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