Espejo desenterrado: Tres por tres
Por Karla Valenzuela
Dice la Real Academia Española que la palabra “corrupción” refiere “en las organizaciones, especialmente en las públicas, a la práctica consistente en la utilización de las funciones y medios de aquellas en provecho, económico o de otra índole, de sus gestores”.
También indica “abuso”, “vicio”, y de esto nadie, por lo menos una vez, estamos exentos.
La corrupción es algo tan frágil, tan humano, que todo el mundo estamos acostumbrados a ella, a veces tanto que ni la notamos. Sin embargo, existe, y la padecemos.
Contra ella, sólo está la sabiduría del pueblo, la guía de los filósofos, la férrea postura de los inquebrantables jueces que –aunque seres humanos- a veces pueden resultar gratamente incorruptibles.
Contra la corrupción también están las leyes, los acuerdos ya establecidos, la “vox pópuli” y, ahí es donde cae, precisamente la Ley 3 de 3, ésa que nos indica que decir la verdad está bien, sin miedos, sin tapujos, sin trabas.
De ninguna manera significa ponernos en la mira –ni nosotros, ni los empresarios ni los políticos- para que se cometan más delitos; al contrario, “la verdad nos hará libres”, dicen por ahí, y es en ese sentido que transparentando nuestro andar podemos caminar por la vida felizmente con dignidad.
Sólo en agua clara, tranquila, podremos reflejarnos, así que ahora que el Senado ha puesto –aunque se diga que no- en tela de juicio algunos rubros de la Ley 3 de 3, una iniciativa elementalmente ciudadana, yo me pregunto ¿a qué hay que temerle?
Practiquemos la transparencia y, en esa medida, lograremos practicar la honradez, que –como decía el buen Arthur Miller, si algunos resultan corruptos, “¡Colgadlos bien alto sobre el pueblo! Quien llore por éstos, llora por la corrupción”.
*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.
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