martes, abril 23, 2024
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Urantia: Mneme

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“Mis sueños son como la vigilia de ustedes”
Borges

Miguel Manríquez Durán
Miguel Manríquez1: Muchos años después, frente a la página en blanco, aparece la imagen de mi regalo de graduación de la escuela primaria: un diccionario Larousse. Lo leí como si fuera una novela: secuencial y apasionadamente. Desde muy joven coleccionaba palabras con un método eficaz y, por tanto, infalible: apuntar aquella palabra que me gustara en libreta de pasta color negro con puntos blancos. Junto a tal actividad, escuchaba su sonido en distintas voces. Aún lo hago: en cualquier lugar escucho acentos, frecuencias, magnitudes y ritmos en los hablantes. Y, por supuesto, tengo palabras que son sagradas. Una de ellas es el verbo recordar: una de las palabras más bellas por su origen y significado: “viene del latín y etimológicamente quiere decir \”volver a pasar por el corazón\”. … Sus razones son: Porque viene de tres palabras: re= volver; cor-cordis= corazón; dar= verbo dar”. Así, no es difícil percibir que tal verbo nos refiere a que la memoria tiene indudablemente que ver con el corazón.

En la poesía uno escribe el cómo recuerda y no lo sucedido: por ello la metáfora no sólo es tiempo sino también memoria. Después de todo, en la plenitud del corazón se expresa la palabra. Y uno que es esclavo de la percepción y el tiempo, es también esclavo de la diosa Mnemósine (memoria). Según las Teogonias de Hesíodo, la titánide, hija de Gea y Urano, fue la quinta esposa de Zeus. Durante nueve noches seguidas procrearon nueve Musas.

Por ello, desde que nacieron, en las celebraciones del monte el Olimpo: «Ellas siempre iban sentadas al lado del trono de su padre Zeus».

Separador - La Chicharra

2: En asuntos de la memoria no puede faltar Simónides. El longevo cantor jónico que no sólo habló de la hazaña en donde los trescientos espartanos ganaron su inmortalidad. En su regreso a Atenas, celebró la guerra de las Termópilas y cantó sus himnos, epinicios y ditirambos dedicados a los hombres y no a los héroes ni a los dioses. Dueño de una memoria prodigiosa es el antecesor del método Loci y mnemotécnico que Cicerón postulará años más tarde. En banquete organizado por Scopa, quién invitó a Simónides, ocurrió un desastre: el edificio se derrumbó con los invitados adentro. Por casualidad, Simónides había salido momentos antes. Célebre por su memoria, pudo identificar a las víctimas por sus nombres a partir de dónde estaban sentados: la percepción ordenada es base de la buena memoria.

El arte de la memoria es también ritual frente a la ciencia del olvido: “Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos”, dice Borges. La poética de la memoria es la que nos sostiene frente a nuestro propio olvido en estos tiempos de acedia y resistencia: “Ética confirmada/ cruzo y olvido, sangro y olvido, silbo y olvido:/ no vivo y creo que hasta mi no vivir olvido” (Santiago Montobbio) de esa “falsa corriente” que es vivir olvidado. Como sea, el antónimo de vida no es la muerte sino el olvido. Entre la pandémica vida diaria, la batalla contra el olvido es destino y certeza. Para ello solo tenemos la memoria: “existe un precio que pagar por toda alegría”, dice el proverbio labrado en las tumbas de faraones.

Separador - La Chicharra

3: Me dijo: ‘Más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo’. Y también: ‘Mis sueños son como la vigilia de ustedes’. Y también, hacia el alba: ‘Mi memoria, señor, es como vaciadero de basuras…”, dice Ireneo Funes, el memorioso. El personaje de Borges deja muy claro que la la inmovilidad es el precio mínimo a pagar por su percepción y su memoria infalibles. Ante la inmovilidad que el encierro trae consigo; ante la ausencia del brillo que la realidad pasada tenía, como Ireneo Funes, nos vemos obligados a vivir a oscuras y en retiro porque estamos empezando a ser incapaces de soportar la incertidumbre y la muerte diaria. No es pesimismo sino reconocer que la dualidad memoria/olvido es milagro y maldición.

En “La mente de Mnemonista”, el neurólogo Alexander Luria refiere al caso de un artista, Solomon Shereshevskii, con una condición conocida como “hipermnesia” como quien recuerda todo, hasta el mínimo detalle. Esta maldición ya es reconocida como “Memoria Autobiográfica Muy Superior” (HSAM por sus siglas en inglés) o hipertimesia, surgió a principios de 2000, a partir del caso de una joven llamada Jill Price. También Oliver Sacks en “Amaneceres” dedica su libro a Luria. Hoy sabemos que el sueño es depuración y catarsis, evasión y alegría o simplemente un cajón donde la memoria guarda lo valioso y, al mismo tiempo, lo terrible. Funes es trágico porque vive en el insomnio eterno de la repetición.

“Escucha esto, te gustará, te lo comparto”, dijo la romana, ALE, con ese énfasis que sólo tienen las que viven todos los días de su vida y siempre corazón adentro. Después de escuchar el programa que cuenta historias que de tan cotidianas son extraordinarias, entiendo el drama contemporáneo: estamos olvidando. Perder la memoria es tan trágico como recordar todo. Esa es la paradoja. A estas alturas, la salvación está en la historia personal que, a su vez, es histórica. Pensarse como seres humanos universales e irrepetibles puede darnos un poco más de luz. Estamos repletos de historias nunca dichas y recuerdos que nos rescatan de la acedia, el desencanto y la soledad. Después de todo, morimos de vida y vivimos de muerte.




Miguel Manríquez Durán. Poeta.


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2 comentarios en "Urantia: Mneme"

  • Siempre he pensado que hay algo que no recuerdo. El Médico dice: “y ¿Para que quiere recordar? puede que no tenga importancia”.
    Para asumirlo! Recordar es vivir.
    Continúa platicàndonos tus recuerdos literarios!

    Respuesta
  • Recordar es hermoso y terrible, nos mantiene vivos, a veces nos impulsa a soñar o, a realizar más recuerdos.

    Respuesta

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