De mente abierta y lengua grande: Un paseo con rábanos

Lo mejor era cruzar el cerco hacía un sembradío de rábanos y nabos, jalar las hojas y descubrir cómo salia de la tierra una raíz perfecta, que al lavarse en la corriente de agua dejaba ver un color rojo o blanco brillante. Los nabos y rábanos eran el acompañamiento perfecto para los burritos de frijoles, sobre todo los que se hacían en tortillas de manteca y se degustaban mientras refrescábamos los pies dentro del río.

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