Basura celeste: El periodismo cultural en nuestros días

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Por Ricardo Solís
Hace poco me preguntaron acerca del periodismo cultural, una persona que dudaba si debía o no entregarse a la práctica de ese oficio en particular porque, de las diversas áreas que abarca o contempla el ejercicio periodístico, la que tiene como fuente la “cultura” en sus diferentes manifestaciones y zonas de ejercicio o administración, le parecía la de mayor interés y, por supuesto, no exenta de importancia en el contexto social.

Yo no supe, de entrada, qué contestar. Me limité a relatarle que, poco menos de 30 años atrás, visité la redacción de un periódico por vez primera y, si eso fuera poco, se trataba de un medio de la “provincia profunda”, un espacio al que la imaginación contemporánea haría poca justicia porque, respecto de las empresas del ramo establecidas en “grandes” ciudades o el propio ex Distrito Federal, la diferencia en cuanto a procesos técnicos, contenidos, intereses, perspectivas y hasta modales entre jefes y empleados era enorme.




Pienso, como otros muchos, que el periodismo cultural sufre de los mismos males que el periodismo en general; si su calidad puede ser criticable hoy día se debe, tal vez, a que quienes cubren o editan la sección llegaron a ella (muchas veces) por casualidad, no buscaban ni deseaban tratar con información que para ellos era incómoda o simplemente sus intereses profesionales los alejaban de los contenidos que, se supone, debían abordar con alto grado de compromiso (una palabra que, en el contexto del trabajo directo, suele llenar la boca de no pocos practicantes).

Retos ha tenido siempre el periodismo cultural; ahora, sólo opino desde mi experiencia personal, y me consta que el periodismo de investigación se sigue practicando con solvencia en este ámbito, trátese de una revista o un suplemento cultural (que en los diarios se practica mucho muy poco, salvo en los de circulación nacional).




Con todo, creo que ninguna opción académica prepara con un mínimo de solvencia a posibles reporteros “especializados” en diferentes áreas de la cultura; por desgracia, en un país como el nuestro, es casi imposible dedicarse por entero a esta práctica porque todo periodismo ve mermada su calidad si la paga es mala, los editores se tornan impositivos o llanamente ignorantes (cuando no víctimas de la corrupción convencional del medio) y, ante todo, las empresas de medios no tienen un interés verdadero en dejar de considerar la cobertura de productos y fenómenos culturales como mero “relleno”.

A eso, se debe sumar que a pesar de la fertilidad del campo de la administración pública de la cultura para producir información que puede ser atractiva para el ciudadano promedio no aspira a un espacio siquiera decente en una página impresa o un segmento del universo virtual que, como se sabe, podría condenar una nota importante al injusto olvido. Repito: no olvido que aún existe la práctica solvente del periodismo cultural, lo que no alcanzo a distinguir es si su futuro puede calificarse como optimista. Seguramente seguirán existiendo medios capaces de garantizar que podamos acceder a información esencial en este ramo, pero temo que serán cada vez más pocos.




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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