jueves, abril 18, 2024
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La Perinola: El milagro de la existencia

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Por Álex Ramírez-Arballo
Hoy es el día de los muertos. No es una fiesta que sea exclusivamente mexicana, aunque en gran parte del mundo así se considera, tal vez por el colorido y la estridencia con que en México se celebra: las calaveras de azúcar y toda la iconografía de José Guadalupe Posada resultan ya una señal de identidad propia. La verdad es que el arte que representa calaveras o cadáveres es muy antiguo y se hunde en la noche de los tiempos, quizás porque comenzamos a ser seres humanos cuando nos dimos cuenta de que nuestra vida no era para siempre y que un buen día, el menos pensado, dejaremos de respirar para volver al “légamo oscuro”, como diría Neruda, del que alguna vez salimos.

A mí, que soy un existencialista incorregible, esta celebración me conmueve. No se trata de frivolizar la vida humana, como algunos sugieren, sino de animar la conciencia del prodigioso suceso de ser algo en lugar de ser nada, que era lo más fácil; todos nosotros somos un milagro que camina. Somos carne consciente: sentimos y pensamos, soñamos y recordamos, padecemos y disfrutamos cada uno de los segundos de nuestro presupuesto vital. Estar vivos, de veras vivos, es salir de nosotros mismos y arrojarnos hacia delante buscando dejar una huella en el tiempo, una huella que nadie más que nosotros puede dejar. No hay una sola persona que sea como tú por la sencilla razón de que tus circunstancias son lógicamente irrepetibles. Creo que celebrar a los muertos es honrar la memoria de los que un día fueron, pero también es regocijarnos en las posibilidades que amanecen con nosotros cada día.




La muerte es el límite de la vida y es, por ese simple hecho, lo que la hace posible. Lo que no tiene límite no es, se dispersa y se vuelve nada. Si la vida tiene sabor y sentido es precisamente porque no es eterna: ellos han muerto para que nosotros seamos y nosotros hemos de morir para que otros también sean. Esta es nuestra única oportunidad, estos son nuestros días y es aquí y ahora cuando nos corresponde ser plenamente personas.

Sin embargo, nuestro verdadero hogar no se encuentra aquí. Aprendamos a soltar porque el morir y el vivir no son otra cosa que un lento y largo desprendimiento. Como las llamas, nos vamos oscureciendo; como el día, nos vamos inclinando; como la noche, nos vamos llenando de silencio.

Que en paz descansen nuestros muertos y que un día, cuando nos toque decir adiós a todo esto, podamos volver a verlos, para abrazarlos y sentirlos, y reírnos otra vez y disolvernos en la Felicidad infinita. Esta es mi fe.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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