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Imágenes urbanas: Carta a Susy

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Ciudad de México, 20 de octubre de 2017.

Querida Susy; tal vez te sorprenda que en tiempos del internet y teléfonos celulares te escriba una carta, pero ya me conoces y sabes que en algunos aspectos soy a la antigüita. Aclarado lo anterior, paso a decirte lo siguiente:

Lamento haberme venido de Hermosillo sin despedirme de los amigos, en especial de ti con quien me unen tan gratos recuerdos de la preparatoria.

Mi venida de la Ciudad del Sol no fue ocurrencia de última hora, desde hace un año lo había estado pensando y desde entonces tomé la decisión de que, en cuanto terminara el COBACH, me vendría a la capital del país para estudiar la carrera de Filosofía y Letras en la Universidad Nacional Autónoma de México.

Influyó en mi venida el haber leído no sé en qué libro, que todo individuo que se jacte de tener nación tiene la obligación de conocer los confines de su patria porque no se sabe cuándo habrá que defenderla, por eso y contra la voluntad de mis padres, vendí mi Volkswagen regalo de mis quince años y me vine a la gran urbe.




Pero la verdad es que estoy a punto de tirar la toalla, para empezar cuando llegué a mediados de julio me robaron una de las maletas en la central camionera y fue precisamente en la que traía una buena ración de coyotas, tortillas de harina, barras de jamoncillo de Ures, carne machaca y algunos frascos de chiltepínes de la sierra recién cortados, dichos productos los traía para regalárselos a políticos y artistas sonorenses residentes acá con la esperanza de que me consiguieran alguna chamba. Luego el taxi me sacó un ojo de la cara por llevarme a un hotel barato donde agarré una urticaria que no se me ha podido curar ya que el cuarto estaba infestado de chinches y pulgas, tuve que ir a un dispensario médico.

Con el transcurrir del tiempo cada vez extraño más el aire puro de Hermosillo, acá la ciudad está cubierta de esmog con todos los malos olores que te puedas imaginar. Ya no soporto los ojos irritados y el dolor de la garganta lo que me ha obligado a permanecer mudo por varios días.

El Metro siempre lleno, los vendedores abriéndose paso como pueden y los rateros listos a sacarte la cartera o quitarte el celular.

Siempre estás rodeado de gente pero nadie te habla, cada persona es una isla y a la hora de agarrar un carro del servicio público olvídate del respeto a los ancianos, señoras, minusválidos o niños, la lucha es de todos contra todos.




En tres meses no he visto el sol, llueve casi todos los días y estoy agarrando un color como si llevara tres días de muerto.

Para sobrevivir, al principio busqué a mis paisanos pero no pude hablar con nadie porque o estaban ocupados o andaban de gira, total que por lo pronto estoy trabajando de tiempo completo en un módulo de venta de billetes de la lotería nacional.

Mi frustración ha sido grande, ni tiempo he tenido de ver lo de mi ingreso a la UNAM.

Luego el temblor del pasado 19 de septiembre, resulta que el edificio donde estaba rentando un cuarto de azotea en el séptimo piso se cayó, afortunadamente yo estaba trabajando pero me quedé en la vil calle, mi ropa, el dinerito que me quedaba de la venta del Volks, todo quedó sepultado, actualmente vivo en un albergue para damnificados. 

Susy; la verdad estoy pensando seriamente en regresarme a Hermosillo y meterme a la UNISON, llegaría con el rabo entre las patas pero ni modo.

Extraño mi tierra, a mis gentes, al Cerro de la Campana, a las tardes-noches olorosas a carne asada, bueno, extraño hasta al calor de 45 grados.

Definitivamente me regreso, escribirte me ha servido de terapia Susy, ya habrá tiempo de platicar en el Sanborns de Hermosillo.

¡Bye bye!

Atentamente tu amigo: Sergio Sañudo.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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