martes, abril 23, 2024
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Imágenes urbanas: Niño sin nombre

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Domingo, diez de la mañana, llegan dos jóvenes de corbata y con una piedra golpean una de las tarimas de madera que sirve de cerco a la casa en aquella colonia popular: “¡Señora… señora… buenos días!”

Entreabriendo la puerta, una mujer de algunos 35 años asoma la cara restregándose los ojos con ambas manos, murmurando hacia dentro a manera de que no escuchen los visitantes: “Estos ‘atalayos’ que no dejan dormir a uno”.

– “¡Señora muy buenos días tenga usted, le traemos la palabra del Señor, sólo le pedimos unos minutos de su tiempo!”
– “¡Vuelvan otro día por favor estamos durmiendo, mi esposo trabaja de velador y acaba de llegar!”

Un niño de entre cuatro y cinco años sale corriendo de la casa y prácticamente se pepena de las piernas de uno de los jóvenes al tiempo que grita: “¡Train comida, comida, train comida!”




El joven, poniéndose en cuclillas lo toma de los hombros al tiempo que exclama: “¡Pero mira nada más qué niño tan fuerte con mirada tan inteligente, a ver mijito, cómo te llamas; señora cómo se llama su hijito!”

Con el rostro más suavizado aunque todavía alzando la voz, la mujer se acerca a los muchachos: “¡No tiene nombre y no es mi hijo, es mi nieto!”

– “¡Que que qué, cómo que no tiene nombre, entonces cómo entiende!”
– “Pues le decimos niño, chamaco, buqui”.
– “Oiga señora pero eso está mal, si a cierta edad no se le pone nombre a los niños así se les queda, sin nombre, el cerebro es el cerebro y también tiene sus tiempos, por ejemplo, si un chamaco a los 15 años no aprende a hablar ya no aprendió nunca, ¿y por qué no le han puesto nombre?”
– “Porque su papá y su mamá también son unos chamacos, se la pasan peleando y no se han podido poner de acuerdo para ir a registrarlo, utilizan al niño para sus venganzas, ahorita aquí está la mamá porque anoche se aventaron muy buen raund, imagínense, se golpearon con piedras y tablas, lo que encontraron”.

– “Pues señora, dígale a su hija que está escrito: ‘ay de aquel que no tiene nombre porque no será llamado al reino del Señor”.

 

Una mujer joven, vendada de gran parte de la cara, muy enojada, sale de la casa con una pala en las  manos gritando amenazadoramente: “¡Vámonos de aquí, metiches, cada quien su vida, si mi esposo y yo peleamos es nuestra bronca y si no le ponemos nombre al niño también es nuestra bronca, juila, juila!”.

Los predicadores se van casi corriendo mientras que el niño, agarrándose de las piernas de su progenitora le pregunta: “¿Amá, amá, entonces, cómo me llamo?”




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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