Imágenes urbanas: Yo compro a esa mujer

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
El hombre de cuarenta y tantos años brincó del sillón cuando leyó la noticia: “En algunas regiones del estado de Oaxaca los padres venden a sus hijas, de 15 años a 30 mil pesos, de 20 años a 20 mil, de 25 a 10 mil, y de 30 las regalan”.

Con varios divorcios en su haber, difícilmente había logrado convivencia con pareja alguna, no podía aceptar que la mujer opinara y en ocasiones hasta exigiera, no soportaba las películas modernas donde aparecían mujeres de ejecutivas empresariales, así que en la noticia del periódico  creyó encontrar la solución a su necesidad de compañera que de ser posible no abriera la boca más que para comer y estornudar.

Así que malbarató lo que pudo, negoció la liquidación de su empleo y viajó hasta el sureste del país.

Ya en Oaxaca se hizo pasar por Antropólogo Social y averiguó el lugar exacto donde vendían mujeres, “no lo hacen por negocio” le dijeron, “es que así se asegura el futuro de la muchacha y el propio de la familia por la crianza que le dieron, es que allá la pobreza es más que extrema”.

Entre regateos “es que usted no es de por acá y a lo mejor ya no volveremos a ver nunca a nuestra hija”, el “costo” de Luciana que así se llamaba la muchacha de 17 años, quedó en 35 mil pesos.




Ya en Hermosillo, en la colonia Adolfo López Mateos compró un terreno con un cuarto y lo bardeó totalmente con block. La joven tenía prohibido salir hasta a comprar tortillas, él se encargaba de todo y por lo mismo vivía en permanente inquietud, en una ocasión que llegó del trabajo estuvo a punto de darle unos cintarazos porque la encontró platicando con unos hermanos de la religión.

No tenía televisión, ni radio, no quería que la Chana como le decía, se contaminara con ideas modernas.

Pero la juventud tiene sus propias leyes y cuando el hombre se ausentaba dejando la puerta tras tres vueltas de llave, la Chana observaba el mundo por unas rendijas de la casa, y así sucedió que se enamoró de un joven tira-bichi que pasaba dos veces por semana atrás del recolector de basura bailando al son del radio de transistores que traía colgado del cuello.

Un día la joven desapareció y hasta la fecha su dueño anda como tigre enjaulado, algunos vecinos dicen que Luciana regresó a su tierra, otros que anda en los Estados Unidos, aunque la mayoría asegura que el tira-bicbi bailador la tiene en una de las ladrilleras.

Nota del autor: Por increíble que parezca, esta historia está basada en hechos reales.



*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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